Ayer fui a Tallaght a estudiar un rato. A la hora de mi viaje terminaban su jornada muchos colegios, de modo que iba bien acompañado por muchachos y muchachas, niños y niñas de edad escolar. No faltan cosas desagradables, como muchachos burlándose de la prohibición de fumar en los buses y jugando a fumar sin que los pillen, mas la experiencia en sí misma es bonita. La mayor parte de los irlandeses, sobre todo en sus primeros años, tienen una cara de inocencia que es muy agradable. Era un espectáculo, por ejemplo, ver a dos chiquillas –creo que no tendrían ni once años–, la una enseñándole a la otra cómo enviar mensajes de texto por los celulares.