�Una Entrevista con Fr. Nelson Medina�
2. Distintas clases de persecuciones
– De acuerdo con eso, ¿cómo podríamos clasificar las persecuciones?
– El tema es inmenso y creo que yo no podría dar una clasificación medianamente completa. Sin embargo, yo distinguiría por lo menos varios �estilos� de persecución que de hecho se han dado o se están dando.
– ¿No son sucesivas esas formas?
– No necesariamente. Nada impide que en un lugar la Iglesia viva una cierta realidad de persecución que es diversa de lo que está viviendo en otro lugar marcado por otras circunstancias.
– ¿Cuál es entonces el primer �estilo�?
– Un poco por cronología yo pondría en el primer lugar la �persecución de excomunión�. Es aquella de la que nos habla el Señor en el evangelio: �Os expulsarán de la sinagoga; pero viene la hora cuando cualquiera que os mate pensará que así rinde un servicio a Dios� (Jn 16,2). La Carta a los Hebreos parece responder en su intención a ese contexto de �ser expulsados�. Yo quisiera citar un pasaje que puede iluminarnos mucho: �Pero recordad los días pasados, cuando después de haber sido iluminados, soportasteis una gran lucha de padecimientos; por una parte, siendo hechos un espectáculo público en oprobios y aflicciones, y por otra, siendo compañeros de los que eran tratados así. Porque tuvisteis compasión de los prisioneros y aceptasteis con gozo el despojo de vuestros bienes, sabiendo que tenéis para vosotros mismos una mejor y más duradera posesión. Por tanto, no desechéis vuestra confianza, la cual tiene gran recompensa. Porque tenéis necesidad de paciencia, para que cuando hayáis hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa� (Heb 10,32-36).
– ¿Cuál es la segunda forma de persecución?
– Repito que nuestro orden propuesto no es exhaustivo y tal vez no es el mejor orden; en todo caso, yo propondría en segundo lugar la �persecución de tortura�. Es la que solemos asociar más a menudo con el término �persecución� y tiene también su rastro en el Nuevo Testamento.
– ¿En qué se diferencia de la primera?
– La excomunión o expulsión de la sinagoga suponía unos vejámenes públicos, en cuanto a la honra, los bienes y las amistades, pero en principio no incluía la idea de torturar hasta matar. De hecho, incluso la lapidación es más una forma de ejecución que un modo de tortura. Y ese es el sentido general de la legislación judía. La idea de procurar dolor intenso y prolongado era en cambio algo común entre los pueblos paganos. Este tipo de saña ha dejado su rastro ya en los tiempos del Nuevo Testamento, como nos indica Ap 17,6, hablando de la Gran Ramera, �ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los testigos de Jesús.� Esa �ebriedad� alude sin duda al deleite perverso de la Mujer sentada �sobre siete montes�, es decir, la Roma Imperial.
– ¿Cuál es la tercera forma de persecución?
– Aquí hablaría yo de la �persecución de destierro�, un modo muy común de castigo para los antiguos romanos y para otros pueblos.
– ¿Por qué era tan espantoso esta forma? Parece que no pueda comparársele con la anterior…
– El mundo en que vivimos goza de unos ciertos parámetros comunes de civilización que nos hacen difícil descubrir en qué consistía la terrible realidad del destierro como tal. Cuando una persona hoy está lejos de su patria de todos modos espera encontrar y de hecho encuentra el respeto a muchos de los derechos que antes gozaba. Por lo menos eso es así en áreas muy extensas del planeta. En la Antigüedad por el contrario el destierro significaba a menudo la muerte, y sobre todo una muerte en condiciones de anonimato, privación, depresión y olvido. Lejos de los suyos y de su lengua, sin los derechos de ciudadanía y pronto a ser obligado a la esclavitud, el desterrado se encontraba en una situación sencillamente espantosa.
– Aunque este modo de persecución debió de ser muy �selectiva�, porque no tiene el mismo efecto desterrar a un grupo grande de personas.
– No es tan fácil sacar esa conclusión, porque la Biblia misma cuenta como lo más terrible del Antiguo Testamento aquel tiempo del Destierro a Babilonia. Todo el Libro de las Lamentaciones, que por eso lleva ese título, muestra de modo poético e íntimo el dolor infinito de una pena que más parecía estar muertos en vida que otra cosa.
– Según eso, tenemos las persecuciones �de excomunión�, �de tortura� y �de destierro�. ¿Cuál sigue?
– Yo pondría aquí la �persecución de barbarie�. Así la llamo para aludir expresamente al intento de los pueblos llamados �bárbaros� de arrasar con la civilización.
– Es decir que no era necesariamente una persecución contra los cristianos en cuanto tales…
– Esa observación es pertinente, y por ello sitúo este tipo de persecución en un sitio propio. Mas no debemos pensar que las razones de esta persecución de barbarie se han dado sólo cuando pueblos violentos y fuertes llegan a las puertas de lo que llamamos la civilización. En el contexto de las luchas entre arrianos y antiarrianos, o en las batallas entre moros y cristianos, o en las luchas entre católicos y protestantes, se han dado este tipo de persecuciones, que resultan especialmente grotescas.
– Llevamos cuatro formas. ¿Cuál sería la quinta?
– Podría ser la �persecución de silencio�. Correspondería a la realidad gélida y durísima que creo el comunismo en países de larga tradición católica, como Polonia. O también lo que vivió Irlanda bajo gobierno británico en la primera mitad del siglo XIX. La idea en este modelo es que el régimen opresor se vale inicialmente de persecuciones de destierro o tortura para intimidar con fuerza al grueso de la población. El efecto es un manto frío de silencio y un aire irrespirable de sospecha y de denuncias.
– ¿Cómo lo que vivieron los cristianos en las catacumbas?
– Sí, es ese mismo cuadro. Con un factor diferente, sin embargo: en el caso de la Iglesia de las catacumbas los cristianos eran claramente una minoría de la población; ello hacía que su labor de mimetizarse resultara relativamente más sencilla. En los casos de Polonia o de Irlanda lo que teníamos era una gran masa de católicos condenados al silencio, como si hubieran sido desterrados en su propio ambiente y lugar.
– ¿Hay todavía una sexta forma?
– ¡Quisiéramos que no hubiera más modos!, pero creo que sí hay por lo menos una sexta forma, aparte de la que pienso que se está dando hoy en la sociedad occidental.
– ¿En qué consiste esa sexta forma?
– Se parece mucho a la séptima y la anuncia de algún modo. Yo propongo que consideremos en sexto lugar la �persecución de ostracismo�. Es una especie de reedición del destierro, pero ya no en el plano físico y material, sino en el nivel del aislamiento intelectual y también afectivo o emocional. Piense en un profesor que es explícitamente católico sumergido en un medio agresivamente laico. Nadie lo va a meter a la cárcel, no van a confiscar sus bienes, puede incluso seguir ganando su sueldo, pero una metodología de aislamiento puede lograr ablandar muchas convicciones, sobre todo cuando nada se dice expresamente y todo queda sobreentendido en el plano de las burlas, las ironías, los intercambios de miradas… En los lugares de poder este ha sido un método favorito de presión.
– ¿Cómo?
– A través del lenguaje �políticamente correcto�. El lenguaje es nuestra casa, es la casa de nuestras convicciones, tristezas o esperanzas. Lo políticamente correcto es en la práctica un método sumamente eficaz de censura previa; fácilmente se convierte en una mordaza al cerebro y a la imaginación.
– ¿No son excesivos esos calificativos?
– Tal vez no lo son. Haga Ud. mismo una lista de temas que NO puede hablar con sus compañeros de trabajo. Añada las cosas que NO puede mencionar en presencia de su jefe. Sume lo que NO puede comentarse sino con gente que uno ya sabe que piensa como uno. Todo esto crea una atmósfera de silencio que a veces se asemeja a la �persecución de silencio� que antes mencionábamos.
– Bien. Llevamos persecución de excomunión, de tortura, de destierro, de barbarie, de silencio y de ostracismo. ¿Correcto?
– Así es. Pero tengamos en cuenta que estos modos de persecución a menudo se traslapan y coexisten, como ya dijimos expresamente en el caso de la persecución de silencio, que a menudo coexiste con la tortura y el destierro.