Es indudable que el desarrollo tecnológico abre posibilidades inéditas y con ello nuevos modos de poder. Ya se trate de la rapidez con que se gestionan productos o servicios, o de la contundencia de nuevas armas, o de la distribución más ágil y sistemática de la información, el ascenso de la tecnología va en paralelo con la incorporaciones de nuevas maneras de captar y ejercer el poder.