En una primera impresión, no hay dos cosas más disímiles que la democracia y el terrorismo. La primera es, o se supone que es, la casa de la Razón; el segundo, en cambio, es, o se supone que es, el basurero del odio y la locura.
Sin embargo, hay algo terriblemente irónico, que no podemos excusarnos de reflexionar frente al avance global del terrorismo –porque el terrorismo, para no quedarse atrás, se ha globalizado.