A medida que este otoño con cara de invierno avanza hacia un inverno que no sé qué cara vaya a tener, los días se hacen cortos, las noches largas, y el frío se va enseñoreando de calles y plazas por doquier.
Pero es un frío que trae calor, a su manera. El frío hace que cualquier espacio habitado, desde el que cubre un paraguas en la lluvia hasta el que se llena de luz en una gran reunión de amigos, se vuelva una especie de refugio. No es algo que nadie se proponga, sino algo que simplemente va sucediendo.
Entras al bus, y sientes que la gente es un milímetro más cálida porque el clima se vuelto un kilómetro más frío. Los que comparten un mismo espacio, así sea algo tan accidental como lo del bus, de repente sentimos que hemos vencido, que estamos venciendo la inclemencia.
Es un sentimiento bonito. Y hace que se cumpla que el frío trae calor.