Juan Pablo II se nos muere. Hay quienes quieren que renuncie, como para evitar que el mundo vea que se está inmolando. Yo no estoy de acuerdo con esa presión a la que se le quiere someter, y puedo decir por qué.
Decenas de palestinos se autoinmolan al ídolo del terrorismo; miles de jóvenes se autoinmolan ante el ídolo del placer, de la velocidad, del alcohol o del absurdo; en mi país decenas de miles han sido inmolados o se han inmolado al ídolo de la violencia. Yo pregunto: si tantos quieren que su muerte signifique algo, ¿por qué se lo vamos a prohibir al Papa? Él quiere morir con significado porque ha vivido con significado. Quiere morir ante nuestros ojos porque para nosotros ha vivido. A mí eso me parece lógico.
Luego se dice que no tiene sentido esa exhibición. Que sus babas son un espectáculo deprimente; que su temblor de manos da grima; que su voz inaudible causa angustia. Mi teoría es simple, aunque a alguien le pueda sonar escandalosa: Juan Pablo II está utilizando la misma técnica de los realities; y como no hay cuña que más apriete que la del mismo palo, el “mundo” se siente ofendido, porque le están dando lo mismo que el mundo da, REALIDAD, pero no para engendrar morbo ni placer malsano, sino para producir reflexión seria y conversión.
Si en un reality de televisión sale una muchacha mostrando su ropa interior usada, la audiencia se multiplica; y en ese caso de lo que se trata es de ver el mugre de alguien. Pues bien, el Papa, que es profeta, y es de Dios, nos muestra sus llagas, su fragilidad, su incapacidad, pero no para darle tesoros a las cadenas de televisión, sino almas convertidas a Jesucristo.
Esto desde luego no implica que otro Papa podría tomar una decisión distinta. Alguien decía que un Papa pensionado no tendría sitio en la Iglesia. Vuelvo y pregunto: ¿por qué no? A mí me llama la atención, por ejemplo, en las Cartas de Juan que el apóstol todo lo argumenta y lo presenta desde su condición de testigo, y eso tiene su propia belleza.
Resumen: es bello un Papa que se inmola a nuestro lado, pero otro podrá tomar un camino distinto. Amén.