¿Qué se podrá decir, estando en Irlanda, sobre Inglaterra y España?
Irlanda, como he comentado en otras ocasiones ha sufrido sucesivas invasiones. Su existencia como república es el resultado de un complejo proceso que culminó apenas anteayer: en 1949. Uno de los efectos de esta larga gestación republicana es una conciencia muy generalizada de distancia crítica hacia los imperios.
Pues bien, lo cierto es que tanto España como Inglaterra han sido cabezas de gigantescos imperios. Y por eso, estando en la Dublín republicana, me siento en palco privilegiado para repasar muchas lecciones de la Historia universal.
Mas no quiero ahora hacer una reflexión propiamente histórica.
Para mí no es una causalidad que, en su guerra contra Irak, el imperio “global” de turno (los Estados Unidos de América) haya encontrado sus aliados en las naciones occidentales que de hecho han sido imperios también “globales”, es decir, Inglaterra y España. Los argumentos, tanto de Blair como de Aznar, mucho más estructurados incluso que los del mismo Bush, apelan con fineza a una sensibilidad sutilmente imperial que sigue viva y presente, y que no deberíamos despreciar ni condenar sin más.
Un imperio, en efecto, no es un episodio de infierno en la tierra, simplemente. Es verdad que dentro de los imperios rige una lógica que rechina a nuestra mentalidad occidental democrática, pero hay también valores de unidad y de bien común que no se perfilan con la misma claridad en otros esquemas de poder.
Uno lo ve en la misma Europa. Es verdad que existe una Unión Europea, pero todo el mundo sabe que ha nacido de la economía y en cierto modo para la economía. Eso es bueno, en la medida en que crea por defecto un marco de respeto a las soberanías nacionales y resguarda el bien de la paz, pero aparece inmediatamente como insuficiente cuando uno por ejemplo piensa en el macro-encuentro de culturas que está sucediendo ahora mismo ante nuestros ojos. Hablo del Islam.
La lógica musulmuna es completamente unitaria, casi rabiosamente unitaria: uno es Alá, uno es Mahoma, el profeta de Alá, uno es el Korán, el libro del profeta de Alá, y en realidad, mal que pese a los que quieren vendernos un islamismo light, en el fondo una es la interpretación de ese Korán, y, según esa única interpretación, es por lo menos indeseable que haya “infieles”.
Frente a todos esos “uno”, que son uno solo, además, Occidente le está apostando al pluralismo, como única versión posible de la tolerancia, la cual, a su vez, se entiende como la única dirección de convivencia a donde puede llevarnos el recto ejercicio de la razón (que se presume también única).
Y aquí se ve una de las grandes contradicciones de la Europa democrática y liberal: para afirmar su pluralismo, que es su orgullo, debe partir de una serie de suposiciones nada pluralistas sobre la existencia de una razón única que tiene una única forma “última” de regir la convivencia.
Pero lo grave no es esa incoherencia interna (que debe causar risa a los musulmanes instruidos), sino la incapacidad de responder razonablemente al avance del Islam en las entrañas de París, Berlín o Londres. Los europeos creen que su sistema legislativo, que es razonable porque está hecho por cámaras legislativas de gente muy razonable que fue elegida por ciudadanos razonabilísimos, permanecerá incólume a los cambios que la propia legislación está trayendo. Pero nadie está preparado para un “asalto” a las cámaras legislativas de una mayoría contraria al sistema mismo legal vigente.
Y eso en sí mismo es curioso: así como, en el ámbito de al economía, se cree en una “mano invisible” que traerá justicia a los tratos comerciales, se termina creyendo que otra “mano invisible” mantendrá a los legisladores en el mismo carril de sus predecesores, solamente porque lo estipulado por ellos se estima de máximo valor, y se estima que ese valor será siempre reconocible y reconocido.
Uno ve que toda esa tramoya de suposiciones va mucho más allá del ejercicio de la razón y debe entrar en compromisos con lo meramente práctico. Es lo que vemos que sucede, país por país, con el tema de la inmigración y con la estrategia (electorera) de “blindar” a la UE. ¿Qué es, en últimas, “blindar”? Es pensar el conjunto en sus bienes comunes irrenunciables, es decir: lo que todo imperio “sano” busca para sus miembros.
Lo que esto demuestra es que en el fondo Blair y Aznar no han obrado como un par de locos, así los ridiculicen todas las caricaturas. El “perdón” que su partido dio a Blair deja ver que el hombre estaba pulsando cuerdas sensibles de su propio pueblo, y eso no puede negarse. Y aunque Chirac y Shröder hagan un discurso muy razonable, finalmente vuelven a apretar la mano de Bush. En fin, quizá la historia terminará dando la razón a Inglaterra y España, por lo menos la razón práctica, la razón del vencedor… que es la que queda en los libros qu estudiarán los que todavía no han nacido…
Pero hay más que decir sobre el contraste actual entre España e Inglaterra, porque no todo son acuerdos y parabienes, aunque eso será en próxima oportunidad, con el favor de Dios.