De la liturgia de este convento hay una cosa que me ha gustado mucho. En el Oficio de Lectura la persona que lee, especialmente el segundo texto de esta hora litúrgica, más que simplemente leer, lo predica.
Es una idea sencilla que creo que deberíamos implementar en muchas otras partes.
Hoy, por ejemplo, Fr. David leía el texto de San Agustín sobre el Padrenuestro. Pero se apropiaba el texto, como si él mismo lo hubiera escrito, y además como si lo estuviera predicando en una gran iglesia ante multitud de fieles.
Aunque esto pueda sonar un poco “actuado”, el efecto es que la voz aprende a adaptarse, a hacerse más expresiva y más propia de nuestra misión de predicadores.