Estoy viviendo en un convento nuestro en el centro de Dublín. Lleva el nombre de la primera fundación que hicieron los frailes dominicos en esta ciudad, allá en el siglo XIII: St. Saviour’s Priory: El Convento de San Salvador o del Santísimo Salvador. Un nombre por cierto apropiado para la espiritualidad dominicana, que, como dicen nuestras leyes, fue instituida principalmente “para la predicación y la salvación de las almas“.
Hoy por hoy, este Convento es Casa de Formación de los frailes estudiantes de la Provincia de Irlanda. Yo, que vengo de nuestro Convento de Santo Domingo, con más de 40 estudiantes, me siento un tanto extraño aquí, donde sólo hay seis frailes que estudian filosofía o teología.
De ellos, cinco son relativamente jóvenes y uno es bastante mayor, de cerca de 50 años. De los jóvenes, cuatro son irlandeses y otro de la isla de Trinidad, un muchacho angloparlante (como la mayoría de los habitantes de Trinidad), que todavía no sabe si se quedará para esta Provincia o volverá a su isla (que es vicariato de la Provincia de Irlanda).
En general, son todos frailes sencillos, bastante sanos. No los veo ni demasiado piadosos, ni demasiado interesados por el estudio o por las misiones. Pero sí parecen muy estables en su ánimo. Además, es demasiado temerario juzgar de su mundo interior, pues la mayor parte de la gente aquí es bastante reservada sobre sus expectativas, gustos, preocupaciones o sentimientos.
En todo caso, con ellos vamos construyendo amistad paso a paso. Pienso que mi presencia les llama la atención, de algún modo, por lo que saben que este doctorado podría aportar a mi Provincia de Colombia. Y le pido a Dios que los bendiga mucho; que sean resueltos y generosos, y que abran más el futuro para esta Provincia de Irlanda, que tanto le ha dado a la Orden.