Que Dios nos mande siempre muchos educadores como San José, y que su ejemplo nos lleve a recordar
aquel famoso dicho de Jesucristo: "Es necesario padecer en la tierra, para entrar en la gloria eterna". (Lc. 24,26).
Un Cardenal que después fue Sumo Pontífice, llamó a San José Calasanz "un segundo Job", porque tuvo que sufrir persecuciones como el Santo Job de la Biblia. Nuestro Santo fue sepultado un 26 de agosto del año 1648.
Nació en Aragón, España, en 1556, hijo del gobernador de la región. Su padre deseaba que fuera militar, pero los religiosos que lo instruyeron en su niñez, lo entusiasmaron por la vida sacerdotal, y pidió que le dejaran hacer estudios eclesiásticos.
Desde muy pequeño el gran deseo del Santo era poder alejar el mal y el pecado de las almas de los demás. En el colegio se burlaban de él los compañeros, porque les parecía demasiado piadoso. Mas poco a poco con amabilidad, los fue ganando a su favor.
Siendo universitario tuvo que huir de la ciudad donde estudiaba, ya que una mujer joven pretendía hacerlo pecar. Imitaba así a José el de la Biblia, que prefirió perder cualquier amistad aunque fuera de persona de alta clase social, con tal de no ofender a Dios.
Su padre deseaba que José fuera el heredero administrador de sus muchos bienes y riquezas. Pero en una gravísima enfermedad, el joven le prometió a Dios que si le concedía la curación, se dedicaría únicamente a trabajar por la salvación de las almas.
El Santo curó de la enfermedad. Entonces el papá le permitió cumplir su promesa y fue ordenado sacerdote. Ya antes se había graduado de doctor en la universidad de Alcalá.
Como tenía fama de gran santidad y de mucha sabiduría, el señor Obispo le fue concediendo puestos de mucha responsabilidad.
Primero lo envío a una región montañosa, donde la gente era casi salvaje y muy ignorante en religión. Allá, entre nieves y barrizales y por caminos peligrosos, se propuso visitar familia por familia para enseñarles la religión y el cambio total.
En Barcelona existía una terrible pelea entre dos familias de las principales de la ciudad, con grave peligro de matanzas. San José fue enviado a poner la paz, y logró que se casara un joven de una de las familias con una muchacha de la familia contraria. Así volvió a haber paz entre los que antes eran enemigos.
El señor Obispo de Urgel lo nombró su Vicario General, el más alto puesto en la Diócesis después del Prelado.
Renunciò a todo. Pero él sentía una voz en su interior que le decía: "¡Váyase a Roma! ¡Váyase a Roma!" Y en sueños veía multitudes de niños desamparados que le suplicaban se dedicara a educarlos.
Así que renunciando a sus altos puestos y repartiendo entre los pobres las grandes riquezas que había heredado de sus padres, se dirigió a pie a la Ciudad Eterna.
En Roma se hizo socio de una Cofradía que se dedicaba a enseñar catecismo a los niños y se dio cuenta de que la ignorancia religiosa era total, que no bastaba con enseñar religión los domingos, sino que era necesario fundar escuelas para que los jovencitos tuvieran educación e instrucción durante la semana.
En ese tiempo los gobiernos no tenían ni escuelas ni colegios, y la juventud crecía sin instrucción. Se reunió con unos sacerdotes amigos y fundó entonces su primera escuela en Roma. El fin era educar en la religión y formar buenos ciudadanos.
Pronto tuvieron ya cien alumnos. Tenían que conseguir profesores y edificio, porque los gobiernos no costeaban nada de eso. Fueron llegando nuevos colaboradores y los alumnos aumentaron a setecientos.
Más tarde eran ya mil los jóvenes que estudiaban en las escuelas dirigidas por José y sus amigos. En los ratos libres se dedicaban a socorrer enfermos y necesitados, especialmente cuando llegaban la peste o las inundaciones. Con su amigo San Camilo, fueron incansables en ayudar.
A sus institutos educativos les puso por nombre "Escuelas Pías", y los padres que acompañaban al padre Calasanz ,se llamaron Escolapios. Después de un par de años, había "Escuelas Pías" en muchos sitios de Italia y en varios países.
Ahora los Padres Escolapios tienen 205 casas en el mundo dedicadas a la educación, con 1630 religiosos. Son estimadísimos como educadores.
Los envidiosos empezaron a hacer llegar quejas contra las Escuelas Pías, y el Sumo Pontífice Clemente VIII envió a los sabios Cardenales Baronio y Antoniani a que hicieran una visita sorpresa a las tales escuelas.
Los dos Cardenales se presentaron repentinamente sin previo aviso. Encontraron que las escuelas funcionaban tan bien, que el Papa, al escuchar su excelente informe, se propuso ayudarlas mucho más de ahì en adelante.
Algo parecido hizo más tarde el Papa Paulo V, y al darse cuenta de lo bien que funcionaban las escuelas del padre Calasanz, le concedió todo su auxilio. En verdad que lo necesitaba, porque las dificultades que se les presentaban eran muy grandes.
El Padre Calasanz tenía una gran fuerza, y un día se echó sobre sus espaldas una pesadísima campana, subièndose por una escalera para llevarla a la torre. Pero la escalera se partió y él cayó con la campana. Se rompió una pierna.
Duró varios meses en cama entre la vida y la muerte. Desde entonces su falta de salud lo hizo sufrir mucho. Mas los mayores sufrimientos le iban a llegar de otra manera totalmente inesperada.
Recibió el Padre Calasanz como colaborador a un hombre ambicioso y lleno de envidia, el cual se propuso hacerle la guerra y quitarle el cargo de Superior General. Por las calumnias de este hombre y de varios más, nuestro Santo fue llevado a los tribunales, y solamente la intervención de un Cardenal, obtuvo que no lo llevaran a la cárcel.
Él repetía: "Me acusan de cosas que no he hecho, pero yo dejo a Dios mi defensa". El envidioso logró a base de calumnias que a San José Calasanz le quitaran el cargo de Superior General.
Las acusaciones mentirosas llegaron a tal punto, que la Santa Sede determinó acabar con la Congregación que el Santo había fundado. San José, al escuchar tan triste noticia, repitió las palabras del Santo Job: "Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea Dios".
Afortunadamente, tiempo despuès se supo la verdad, y al Fundador le fueron restituidos sus cargos. La Comunidad volvió a ser aprobada, y ahora está extendida por todo el mundo.
Dicen que San Alfonso de Ligorio, cuando estaba fundando la Congregación de Padres Redentoristas, al encontrar fuertes dificultades y oposiciones, leía la vida de San José de Calasanz para animarse y seguir luchando hasta conseguir la definitiva aprobación.
El 25 de agosto del año 1648, a la edad de 92 años, pasó este gran Apóstol a la eternidad, para recibir el premio de sus grandes obras apostólicas y de sus muchísimos sufrimientos.