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Homilías de Fr. Nelson Medina, O.P.Derechos Reservados © 1997-2024
Miércoles, Noviembre 8 de 2006[Lectio Divina] [Laudes] [Vísperas] [Completas] Sobre las fechas y horas de publicación de estas oraciones mira aquí Ten presente en tus intenciones de este día:
Tiempo Ordinario, Año Par,
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Lectura: |
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1a. |
Sigan trabajando por su salvación, pues Dios es quien les da energía interior para que puedan querer y actuar (Filipenses 2, 12-18) |
Salmo |
El Señor es mi luz y mi salvación. (Salmo 26) |
Evangelio |
El que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo (Lucas 14, 25-33) |
Núm. |
Datos |
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1996/11/06 |
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1998/11/04 |
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1998/11/04 |
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2012/11/07 |
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2014/11/05 |
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2018/11/07 |
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2020/11/04 |
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2024/11/06 |
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Versión |
Homilía para leer: |
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1. El querer de Dios y el querer humano1.1 Pablo nos sorprende hoy con una expresión que puede sonarnos extraña: " esfúercense con santo temor en lograr su salvación" (Flp 2,12). Pablo nos tenía acostumbrados a un lenguaje distinto. La salvación es un regalo, la salvación es gracia: este es el estilo del Nuevo Testamento en general, y de Pablo en particular, por ejemplo allí donde dice: " la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres" (Tit 2,11). O también: "por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios" (Ef 2,8). Ahora en cambio se nos habla de una salvación por la que hay que "esforzarse", y no de cualquier modo, sino "con santo temor", según dice esta traducción, o "con temor y con temblor", como dicen otras versiones. ¿Por qué este cambio? 1.2 Si seguimos el pasaje de hoy encontramos algo bien profundo: " es Dios quien, más allá de su buena disposición, realiza en ustedes el querer y el actuar". Lo que hay detrás de este cambio (aparente) es una enseñanza sobre la relación entre nuestra voluntad y la voluntad de Dios, entre nuestro querer y el querer de Dios. Con humildad, pero también con deseo de aprender, entremos un poco más en esta cuestión. 2. Dos situaciones distintas2.1 Ante todo, conviene distinguir dos situaciones distintas. No cabe duda de que el primer encuentro con la gracia es un puro regalo, y que en ello no cabe una obra de nuestra voluntad, en el sentido de esfuerzo que Dios recompense. Esta gracia primera es un don, simplemente un don. Cuando Pablo contrasta la justificación por la fe y la justificación por las obras, se refiere a este primer encuentro. "Ser justificado" es acceder a ese régimen de amistad y paz con Dios, y por ello no encontramos un solo texto en que la justificación vaya unida a alguna clase de esfuerzo o contrapartida de parte del ser humano (cf. Hch 13,39; Rom 2,13; 3,24; 4,25; 5,1.9.16.18; 1Co 1,30; 6,11; Gál 2,16.17; 3,24; 5,4; Tit 3,7). 2.2 Mas no todo queda hecho con esa justificación. El régimen de amistad y paz y salvo con Dios pide algo de nosotros, y aquí es donde entra la segunda situación. La primera es la del primer encuentro; la segunda es: ¿qué pasa una vez que se ha recibido la justificación, es decir, ese don inicial que nos sitúa en el terreno de la salvación? Es en esta segunda situación donde encuentra su lugar la acción de nuestra voluntad, no como contrapuesta a la voluntad de Dios, sino como facultada, robustecida, sostenida y dirigida por la fuerza y la gracia de Dios. 2.3 San Pablo habla de este segundo momento en nuestro peregrinar en la gracia por ejemplo allí donde escribe: "habiendo sido ahora justificados por su sangre, seremos salvos de la ira de Dios por medio de El. Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida" (Rom 5,9-10). ¿Por qué ese tiempo futuro? ¿Por qué dice "seremos salvos"? Porque hay un lapso entre la justificación y la plenitud de la salvación. 2.4 Ese lapso, ese espacio que aún debemos recorrer, es el tiempo para las buenas obras, según la expresión que utiliza el mismo apóstol, que conviene citar íntegra aquí: " El nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo, que El derramó sobre nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia fuésemos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna. Palabra fiel es ésta , y en cuanto a estas cosas quiero que hables con firmeza, para que los que han creído en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles para los hombres" (Tit 3,5-8). Durante ese tiempo, en que nuestra voluntad aprende a ser en todo obediente a la voluntad divina, cabe la recomendación que hemos escuchado hoy: " esfúercense con santo temor en lograr su salvación." 2.5 La respuesta, pues, parece una paradoja: el "esfuerzo" mismo es un regalo. Dios no nos regala su acción suprimiendo que nosotros actuemos sino que, como bien explica Pablo, " es Dios quien, más allá de su buena disposición, realiza en ustedes el querer y el actuar." Por eso los teólogos católicos han hablado luego de las dos dimensiones de la gracia: es "operante" cuando nos justifica siendo nosotros pecadores e incapaces de toda obra buena; luego es "cooperante" cuando fortalece a la misma voluntad que ya ha sanado para que obre el bien. Por esto dijo santo Tomás de Aquino que el mérito es obra de la misma gracia. 3. Exigencias del Seguimiento de Cristo3.1 Las ternuras y ternezas del amor no deben hacernos creer que sea fácil o trivial vivir en el amor. El evangelio de hoy nos recuerda de modo agudo, casi agresivo, las infinitas exigencias del amor, que no sabe darse todo sin pedirlo, así como es verdad que nada pide sino entregándose. 3.2 El amor nos trae todos los derechos, según aprendimos en la primera lectura, pero por todo ello pide un precio: nosotros mismos. No hay alternativa. La alternativa sería no amar, que equivale a amar la muerte. Una vida sin ataduras, una vida en absoluta independencia, es una vida desatada de la vida, es decir: un monumento a la muerte. 3.3 Catalina de Siena llegó a decir que el alma estaba "hecha" de amor. No puede dejar de amar sin morir. Pero al amar necesita desposeerse, arriesgarse, hacerse vulnerable, entregarse. Entonces todo el tema de esta vida nuestra es ese: ¿por qué o para quién va a ser la vida que vas a entregar? Y Cristo nos dice que en él, que es Fuente de todo Amor, y en su Evangelio, que es Palabra Máxima sobre el Amor, está el único lugar justo para poner esa carga cuasi divina que llevamos por ser humanos y que se llama amor. 3.4 Así entendemos que su "exigencia" es en realidad una "bendición", pues al llamarnos y acogernos Cristo está dando una ruta, en realidad, la única y verdadera ruta a nuestro propio ser de hombres o mujeres necesitados de amor y de amar. |
-Fr. Nelson Medina, OP
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