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Homilías de Fr. Nelson Medina, O.P.Derechos Reservados © 1997-2024
Martes, Noviembre 5 de 2024[Lectio Divina] [Laudes] [Vísperas] [Completas] Sobre las fechas y horas de publicación de estas oraciones mira aquí Ten presente en tus intenciones de este día:
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Lectura: |
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1a. |
Se rebajó, por eso Dios lo levantó (Filipenses 2, 5-11) |
Salmo |
El Señor es mi alabanza en la gran asamblea. (Salmo 21) |
Evangelio |
Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa (Lucas 14, 15-24) |
Núm. |
Datos |
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2002/11/05 |
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2002/11/05 |
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2012/11/06 |
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2014/11/04 |
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2018/11/06 |
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2024/11/05 |
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Homilía para leer: |
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1. El gran himno a la humildad de Cristo1.1 Hoy estamos ante un texto precioso entre todos: el gran himno a la humildad de Cristo, que san Pablo nos ofrece en su carta a los filipenses. En este texto se entrelazan de modo misterioso, pero inseparable, el pecado, que engendra violencia y termina humillando al inocente, y la caridad, que engendra donación de sí mismo y termina volviéndose humildad sublime y también victoria admirable. Humildad, nacida de la caridad, que transforma a la humillación, nacida de la violencia, en fuente de gracia: este es el misterio que Pablo canta con palabras inmortales. Quizá las recibe de alguna comunidad cristiana de su tiempo. 1.2 La humillación se vuelve humildad. Es el amor quien lo ha hecho posible. Estábamos acostumbrados a que de la humillación nazca resentimiento, venganza, odio. Mas ahora nos volvemos a la Cruz de Cristo, y encontramos una humillación sin odio, sin venganza y sin resentimiento. Nuestra mente se confunde: ¿qué hay ahí? ¿Quién es ese que, humillado, no odia ni promete vengarse? No tiene el rostro vacío de la locura ni hay en su faz la inexpresividad propia del insensible. Sufre, no huye a la insensibilidad o a la enajenación, y sin embargo, no odia. Abraza en su silencio elocuente el misterio del mal que intenta aplastarlo. ¿Quién es? ¿Por qué hace eso? 1.3 La Cruz de Cristo, o mejor: Cristo en la Cruz revienta nuestros esquemas, desafía nuestra inteligencia, nos obliga a pensar de nuevo nuestras certezas sobre lo que es obvio, lógico o esperable en el ser humano. Cristo en la Cruz, es en primer lugar una inmensa pregunta, una gigantesca pregunta: ¿por qué? ¿Por qué el destino del inocente ha de ser la humillación? ¿Por qué el débil debe terminar triturado? ¿A quién sirve, a quién honra esa especie de ley que suprime la compasión y ensalza la rapiña? Y, en fin: ¿qué es más loco: padecer sin odio o lastimar sin razón? La locura de Cristo denuncia nuestras locuras, y su absurdo padecer acusa nuestro absurdo avasallar. 2. El humillado y los humillados2.1 El evangelio de hoy trae nuevas paradojas y desafíos a nuestro sensato pensar y razonar. Tal vez la sublimidad del anonadamiento de Cristo nos cautiva a tal punto que perdemos de vista la relación que todo ello tiene con nosotros mismos y con la gente que nos rodea. Es aquí donde una corta narración nos presenta al mundo al revés: esta vez los excluidos han quedado incluidos, porque los que primero estaban incluidos se excluyeron a sí mismos. 2.2 Este relato, extraño pero maravillosamente fácil de fijar en nuestra memoria, tiene muchas aplicaciones: Israel era el primer invitado; en general, no creyó en el Mesías, entonces los gentiles tuvimos una ocasión de entrar al banquete. Otra aplicación: lo que dice Pablo a los corintios: "Considerad, hermanos, vuestro llamamiento; no hubo muchos sabios conforme a la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que Dios ha escogido lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo, para avergonzar a lo que es fuerte; y lo vil y despreciado del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para anular lo que es; para que nadie se jacte delante de Dios" (1Co 1,26-29). 2.3 Otra aplicación: mientras yo me considero fuerte, creo que no necesito de Dios; si, por el contrario, descubro en qué soy lisiado, ciego o cojo, ese mismo descubrimiento es mi tarjeta de invitación. Y una última aplicación del mismo texto: la sociedad en que vivo privilegia a unos y excluye a otros. Incluso desde el punto de vista de la fe y las costumbres. ¿Coiniceden esos juicios nuestros con la mirada de Dios? Tal vez no. Aunque, ¡cuidado!: pensar que todo juicio es farisaico también es un modo de excluir... 3. La humildad de la Cruz y la humildad de la Hostia3.1. La Cruz y los pobres, o nuestras pobrezas son entonces dos expresiones de un mismo misterio, que en últimes alude al modo paradójico que Dios halló en su sabiduría para vencer nuestra necedad con su amor excesivo y con el derroche de su misericordia incomparable. Hay otro lugar, otro escenario, en que ese mismo exceso se hace presente y eficaz ante nosotros: la Eucaristía. 3.2. La Divina Eucaristía es absurdamente pequeña y pobre; parece inútil e ineficaz; muchos desprecian su misterio, muchos maltratan su pureza, muchos se burlan de su significado. Es decir: tiene todas las señas de Cristo en la Cruz, y tiene el mismo aspecto de los pobres de nuestras calles, caminos y veredas. 3.3 En la Hostia Santa se unen nuestra debilidad y la debilidad de Dios, que es amar. En Ella se encuentran nuestras llagas que sangran, y la sangre de Cristo que cura. Por Ella se oyen nuestros lamentos en el Cielo y las bendiciones de Dios en la tierra. |
-Fr. Nelson Medina, OP
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