Marcha contra las FARC

secuestroEsta es una breve nota para indicar que como creyente, como sacerdote y como colombiano me uno a la marcha de protesta que tendrá lugar en muchas partes del mundo el próximo 4 de febrero. Se trata de denunciar públicamente la violencia sistemática de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) a quien la Unión Europea, los Estaods Unidos de América y sobre todo el sentido común le han reservado un adjetivo grave, tan grave como las cosas que ellos han hecho a mi país: las FARC son una organización terrorista cuyas prácticas son una afrenta contra la Humanidad. Más claro no puedo decirlo.

Sin embargo, esta postura mía no es un aval a los enemigos de las FARC. La maldad de las FARC no hace buenas las torturas de tantos grupos paramilitares, en algunos casos con conocimiento y aprobación de las Fuerzas Militares. Los secuestros de las FARC no hacen buena la injusticia social que padece mi país, y que padecen tantos otros países, en la distribución de la riqueza y también de las oportunidades para millones de sus ciudadanos. La crueldad de las FARC no hace bueno el egoísmo con el que muchos colombianos quisieran que desapareciera la guerrilla solamente para consagrarse más de lleno a su exclusivo interés, sin una brizna de compasión o solidaridad.

Dicho de otro modo: repugna el comportamiento de las FARC pero no debe ser tratado como el único problema de mi país. En Colombia, lo mismo que en tantos otros sitios del mundo, necesitamos una mirada amplia para reconocer que las huellas del dolor son muchas y el clamor por la injusticia tiene muchos tonos. Y necesitamos también mucha sensatez para que sea el amor por el bien, sobre todo el bien de los más postergados y más pequeños, el que brille. Bien sabemos que cuando algo tiene éxito le resultan muchos padrinos que tratan de justificar sus propias agendas. Lo importante es que, lejos de todo espejismo, demos el 4 de febrero un paso adelante con sabiduría, con valor y con espíritu de fe.