El Misterio de la Maternidad

Por repetido no es menos cierto: el embarazo y la maternidad son unas experiencias inigualablemente bellas, y para muchas mujeres incluso llegan a ser los momentos más hermosos de sus vidas. Portar un hijo en las entrañas y ayudar a traerlo al mundo son verdaderos y gratuitos regalos que nos ha dado la naturaleza: por nada se nos da todo, y todo es el misterioso don de la vida, de la existencia, única, portentosa y maravillosa.

Para muchos el desarrollo de una vida dentro del vientre sigue siendo un misterio. ¿Cómo explicar que de la unión de un óvulo y un espermatozoide surja la vida?, y que esta pequeña célula en multiplicación explosiva empiece a tener un corazón, unas manos, unos ojos…, sólo ocho semanas después del encuentro entre las dos células. Así, como si recibiera soplos maravillosos de vida, se inicia la existencia.

Y mientras la barriguita de la madre se va abultando, al tiempo que se abultan sus sueños, su felicidad y su agradecimiento por la nueva vida, se va formando el nuevo ser: un nuevo ser único, irrepetible, con toda su carga genética, con todo su misterio interior, pero que podría no haber existido de no haber sido por ese encuentro amoroso de este hombre y esta mujer concretos, en aquel momento concreto.

La espera casi siempre suele terminar con ese ¡momento maravilloso!, que es el alumbramiento. Por primera vez, el padre y la madre pueden ver a ese “desconocido” que ha convivido con ellos durante nueve meses. Han sido hasta ahora como dos cuerpos en uno, que, al final, se dirán adiós por siempre, porque aquella pequeña semilla que creció de manera tan natural ya está preparada para seguir creciendo en su propia parcela.

Es difícil describir con palabras lo que se siente al saber que se lleva a alguien dentro; y que ese alguien crece día a día, gracias a que la madre le está dando la vida, parte de su vida. Es algo así como una mezcla de orgullo y de alegría incontenible, por saber que dentro de sí está él, ¿ella?, respirando, moviéndose, mientras se siente cómo se funden los sonidos uniformes de los dos corazones.

Y mientras pasan los días, los padres planean, preparan y sueñan con la llegada de aquel pequeño ser, a quien este “cubículo”, que tiene por morada, cada día le resulta más incómodo. Los padres saben que, a pesar de los tiempos que corren, lo único que sigue siendo indispensable para el recibimiento del nuevo miembro es su amor incondicional, su sí de aceptación definitivo, radical y sin restricciones. Un sí de amor con el que los padres acogen al nuevo ser y le dicen: “te quiero, te quiero tal como eres y no te cambiaría por nadie”. Al contemplarlo nacido nos damos cuenta de que, aunque pequeño, él tiene ya una semilla de libertad, de inteligencia y de capacidad de amar. Tomará sus opciones y será él mismo, con su personalidad e independientemente de nuestras expectativas respecto a él.

Es cierto: seis mil millones de mujeres del mundo contemporáneo han recibido este don que es dar la vida, pero nunca deja de ser una novedad, un milagro, un misterio, algo inexplicable, que nos hace instrumentos de Dios y ayudantes vitales y esenciales en la conservación de la raza humana.

Por Olga Cubides Martínez (SOI)

¿Qué Hacer Ante las Leyes Injustas Sobre Aborto o Bioética?

Responde el catedrático de Teología Moral Ángel Rodríguez Luño.

ROMA, 26 septiembre 2002 (ZENIT.org).
¿Es posible votar o promover una ley que acepta el aborto -pero restringiéndolo- como alternativa a otra ley más permisiva en vigor o en fase de votación? Esta es la pregunta que ha interpelado e interpela profundamente la conciencia de políticos y legisladores cristianos y no cristianos en las últimas décadas.

Ángel Rodríguez Luño, profesor de Teología Moral en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, en Roma, ha respondido a esta cuestión en un artículo publicado por la edición italiana de “L’Osservatore Romano” el 6 de septiembre en el que pide a los teólogos ayudar a las personas a comprender la cuestión de fondo.

Para entender mejor el argumento, que puede afectar también a leyes sobre genética, Zenit ha entrevistado al profesor Rodríguez Luño. Estas han sido sus respuestas.

– Votar en favor de una ley que acepte parcialmente el aborto, aunque mejore la situación, ha sido criticado por algunos exponentes del movimiento pro-vida. Consideran que el aborto es algo tan malo que no es posible ninguna excepción a su rechazo. ¿Cómo responde usted a esta crítica?

– Rodíguez Luño: No se trata de ninguna crítica, pues lo que pienso y lo que he escrito está plenamente de acuerdo con lo que se afirma en la pregunta. Una ley que legaliza el aborto, aunque sea para un número menor de casos que otra, es una ley gravemente injusta, a la que ningún católico puede dar un voto favorable, y en cuya aplicación no cabe ninguna cooperación formal y ningún tipo de cooperación material inmediata.

Lo que dice el n. 73 de la encíclica “Evangelium vitae” es algo bien distinto, a saber: si un miembro de una asamblea legislativa que se opone totalmente al aborto no puede abrogar completamente una ley gravemente injusta, pero puede abrogarla parcialmente, puede y generalmente debe hacerlo, siempre que no cause escándalo y que no se haga realmente responsable de que queden en vigor las disposiciones legislativas injustas que no consigue abrogar.

Un ejemplo lo aclarará. Pensemos en la asamblea legislativa de un país en el que está en vigor una ley del aborto muy permisiva. Esa asamblea tiene 100 parlamentarios, divididos en tres grupos: el grupo A, de 40 miembros, acepta la actual ley y no quiere cambiarla bajo ningún motivo; el grupo B, de 30 miembros, piensa que el aborto debe ser legal en algunos casos, pero le parece que la actual ley es muy permisiva y debe ser modificada; sin embargo, no está dispuesto a aprobar una ley que prohíba cualquier tipo de aborto. El grupo C, de 30 miembros, es contrario a cualquier tipo de aborto. Si en esta situación, unos cuantos parlamentarios del grupo C, que son católicos, presentan a la asamblea una moción que abroga todos los artículos de la ley hasta ahora en vigor que los del grupo B están dispuestos a eliminar, de forma que si es aprobada será ilegal el aborto en muchos casos que hasta ahora eran legales, aunque continuará siendo legal en unos casos muy restringidos, los parlamentarios del grupo C (que son católicos) tienen ante sí tres comportamientos posibles: votar contra la moción, abstenerse, o votar a favor. Si votan en contra de la moción que se acaba de presentar, se hacen responsables de que siga en vigor la ley muy permisiva, y esto no es aceptable para la moral católica. Si se abstienen, la moción abrogativa no alcanza la mayoría y no es aprobada, y por tanto se hacen de algún modo responsables de que siga en vigor la ley muy permisiva, lo que tampoco es moralmente aceptable. Si votan a favor de la moción, ésta alcanza la mayoría de votos necesaria, queda parcialmente abrogada la ley anterior, y la nueva ley resultante es mucho más estricta.

Lo que yo he escrito, sobre la base de cuanto ha dicho “Evangelium vitae” (n. 73), es que los parlamentarios que han presentado la moción abrogativa han obrado moralmente bien, y que los católicos del grupo C pueden, y generalmente deben, votar a favor de la moción abrogativa, siempre que resulte clara a todos su posición completamente contraria a cualquier tipo de aborto. Y el fundamento del juicio moral contenido en el n. 73 de la encíclica no es que la ley más restrictiva sea aceptable para la moral católica. No es esto. Se trata de una ley gravemente injusta con la que no es posible colaborar de ningún modo. El fundamento del juicio moral de “Evangelium vitae” es que el objeto moral de la acción de los parlamentarios que han presentado la moción abrogativa y el de la acción de la totalidad del grupo C no es sostener con su voto los artículos que permanecen en vigor y que no tienen la posibilidad de abrogar, sino que el objeto moral de su acción (lo que realmente hacen) es únicamente abrogar los artículos de la ley anterior que es posible abrogar, y evitar sostener con su voto la ley anterior más permisiva. Esto no es colaboración con una ley abortista (no es “cooperación al mal”), sino ejercicio del deber de abrogar, en cuanto es posible, una ley gravemente injusta.

Por decirlo aún más gráficamente: la mayoría parlamentaria que sostiene los artículos de la ley anterior que aún permanecen vigentes después de aprobada la moción abrogativa está formada por el grupo A y el grupo B (40 + 30); la mayoría parlamentaria que ha abrogado los artículos más permisivos está formada por el grupo B y el grupo C (30 + 30). El grupo C, en el que están los parlamentarios católicos, sólo es responsable de la abrogación de algunos artículos, es decir, de haber eliminado todo lo que podían eliminar, y no de que siga en vigor lo que no podían eliminar.

Este caso es el primero de los tres contemplados en mi artículo. Los otros dos son diversos, pero el principio moral según el cual se resuelven es el mismo. El razonamiento moral que he propuesto se ha de leer con mucha atención, porque es una cuestión difícil y delicada.

-¿Cómo podemos evitar el peligro de un creciente laxismo con el paso del tiempo si aceptamos la posibilidad de aprobar leyes imperfectas?

-Rodíguez Luño: En mi artículo nunca he empleado la expresión leyes imperfectas, que considero poco clara. “Evangelium vitae” tampoco emplea esa expresión. Casi todos los autores que la emplean la entrecomillan para indicar que es simplemente un modo abreviado y cómodo de referirse a un problema complejo que todos conocen. En mi artículo aparece sólo al citar dos publicaciones sobre el tema. En una está entre comillas, en la otra no, pero la lectura de ese artículo citado por mí en una nota confirma lo que digo.

Pasando a la sustancia de la pregunta, aclaro que las leyes que algunos llaman imperfectas son, como resulta de mi respuesta a la primera pregunta, simplemente injustas, más o menos injustas, pero injustas. No son moralmente aceptables, bajo ningún aspecto. Lo que yo he propuesto es un conjunto de criterios para mantener viva y realmente efectiva la tensión no sólo para no acostumbrarse al mal, sino para ir eliminándolo en la medida en que va siendo posible hacerlo, con la idea ciertamente de eliminarlo por completo. Pero no siempre se consigue eliminarlo todo de una vez, y cabe ir dando pasos progresivos, siempre que ello pueda hacerse sin convertirse en verdadero responsable de leyes o acciones gravemente injustas.

– ¿A quién pertenece la decisión de juzgar si una ley determinada satisface las condiciones expuestas por el Papa en su encíclica?

– Rodíguez Luño: Lo que se trata de juzgar no es una ley, sino el significado real (el objeto moral) de la acción de votar en unas circunstancias concretas. No creo que ese juicio competa a nadie en particular. Lo que se trata es de alcanzar la certeza de que esa acción, en esas circunstancias, es realmente un acto parcialmente abrogativo, y de que el votante no se hace realmente responsable de lo que no se ha abrogado. Si un político no alcanza esa certeza, y tiene dudas, puede pedir consejo a personas suficientemente preparadas para orientarle con verdad. Esto no impide que el Obispo de la diócesis o la Conferencia Episcopal consideren que en un caso concreto convenga que sean ellos mismos quienes pronuncien ese juicio, para tranquilidad de la conciencia de todos y para evitar confusiones; en este caso, ese juicio de la legítima autoridad eclesiástica vincula la conciencia de un católico. Pero, en sí, me parece que no es una cuestión de autoridad ni de permisos, sino de verdad y de certeza de que esa verdad se ha alcanzado.

– ¿Podemos aplicar lo que dice “Evangelium vitae” a otros campos, como la investigación genética?

– Rodíguez Luño: No veo en principio inconveniente en aplicarlo a otros campos, siempre que se entienda bien y se aplique fielmente el principio moral antes mencionado. Si no se puede abrogar totalmente una ley injusta, es generalmente debido proceder a su abrogación parcial, siempre que ello pueda hacerse sin dar escándalo (lo que requiere hacer comprensible la propia actuación) y sin hacerse realmente responsable de algo injusto.

– ¿Qué consejos puede ofrecer usted a políticos que deben trabajar en un estado laico donde muchos no aceptan la validez de los principios morales cristianos?

– Rodíguez Luño: La pregunta es muy amplia como para poder dar una respuesta completa. A mi juicio lo importante es ser coherente con la propia identidad cristiana hasta el fondo. En los estados democráticos existen unos cauces para que los ciudadanos intervengan en la elección de los gobernantes y en la formación de las orientaciones político-sociales y de la opinión pública. Los políticos y los ciudadanos que son católicos deberán emplear esos cauces -que están igualmente a disposición de todos los demás ciudadanos- para ordenar la vida social y política según los criterios que, según su conciencia cristiana bien formada, más y mejor contribuyen al bien común del país en el que viven. Lo que se ha de evitar, en mi opinión, es dejarse atemorizar por eslóganes que no resisten al examen racional, o vivir con un desdoblamiento perpetuo de la conciencia, una especie de esquizofrenia mental, según la cual lo que consideran en conciencia bueno y necesario para el bien común es una cosa, y lo que consideran bueno y necesario para el bien común en su actuación pública es otra bien distinta o incluso contraria. Si otros ciudadanos no están de acuerdo con los criterios de una conciencia cristiana, que los católicos expongan rigurosamente las propias razones, que den por ellas la misma batalla civil (usando medios lícitos y legales) que otros dan por las suyas.

Esto no quiere decir que todos los católicos tengan de hecho o tengan que tener las mismas ideas políticas. Sobre muchos problemas políticos son compatibles con la conciencia cristiana soluciones diversas, y cada uno de los católicos sostendrá la que le parezca mejor. Cuando hablo de coherencia me refiero a la coherencia con lo que la conciencia cristiana necesariamente exige o prohíbe.

¿Ud. pensaba que la Fecundacion “In Vitro” era un Acto Humanitario?

Pues, desengáñese. La fecundación llamada “in vitro” implica la creación de embriones humanos para tratar de implantarlos en el útero de la mujer que quiere ser mamá. Hay excedentes en el proceso. Excedentes humanos condenados a un destino absurdo.

Cuando se piensa en que una pobre mujer o una pobre pareja quiere tener “su” niño, todos nos conmovemos ante su frustración, pero, ¡cuidado! No es lícito vencer cualquier frustración a cualquier precio.

Un ejemplo extremo nos ayuda a entender esta idea, que suele dejarse en penumbra.

Si una pareja, para tener la alegría de ser papás, secuestrara al bebé de un vecino, ¿aceptaríamos este procedimiento para vencer su frustración? Desde luego que no. Quede claro, entonces, que no es lícito vencer cualquier frustración a cualquier precio.

El caso de la fecundación in vitro es aún más grave que el del secuestro. De suyo, aunque se trata de un crimen abominable, el secuestro preserva la vida del secuestrado. En la fecundación in vitro se producen embriones humanos que se convertirán en “material” de desecho o de experimentación. ¿Haría Ud. eso con sus hijos?

Estas no son posibilidades, no son hipótesis: es lo que está sucediendo ahora mismo.

En la agencia católica de noticias ZENIT del 12 de mayo de 2002 se publicó esta frustrante noticia: “Canadá investigará con embriones humanos, pero prohíbe la clonación”. Más adelante explica: “La legislación es punto medio adoptado por la ministra Anne MacLellan entre las restricciones a la investigación con embriones establecida por Estados Unidos y una ley como la de Gran Bretaña, que permite a los investigadores crear embriones sólo para estudio”.

Lo que uno pregunta es: ¿y de dónde van a sacar los embriones estos canadienses? Ya presentimos la terrible respuesta: embriones “sobrantes” de fecundación in vitro. Y así es, para vergüenza de la raza humana: “los investigadores tendrán que inscribirse en una nueva agencia reguladora para tener acceso a los embriones sobrantes creados en las clínicas de fertilidad, pero que no se piensan fecundar”.

¿Embriones sobrantes? Sí, esos que quedaron después de que una paraje tierna y frustrada logró el embarazo que quería y por tanto ya no quiere los embriones que se produjeron cuando se estaba tratando de fecundar a la mujer.

Y ¿qué va a ser de esos embriones “sobrantes”, de esos que quedaron después de darle un hermoso bebé a la pareja que se sentía frustrada? Leemos: “Jim Hughes, presidente nacional de la Coalición Campaña por la Vida, dijo que el proyecto de ley permite la destrucción de embriones humanos para investigar con células estaminales”.

No son hipótesis. Es la realidad.

Por eso, cuando sus amigos o parientes le digan que piensan en “reproducción asistida”, le pido que considere como un deber moral muy grave advertirles sobre cuál es el precio real en vidas humanas que se paga por vencer esa frustración. Cada niño “probeta”, cada niño fruto de fecundación in vitro tiene a su lado un número indeterminado, más de tres, por lo común, de hermanos suyos asesinados.

Fr. Nelson Medina F., O.P.

En ese Embrión Estaba la Salvación de los Hombres

Tenemos que hacer violencia a nuestra mente para descubrir en el misterio del desarrollo de un embrión humano al Verbo de Dios que se hace hombre.

Apenas hoy, 2000 años después del nacimiento de Cristo, estamos en condiciones de describir todas las etapas del proceso del desarrollo del embrión, pero seguimos echando mano de la fe para comprender que el Dios que da la vida, el Creador, el Señor de todas las cosas, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo de la misma naturaleza del Padre, estuvo presente en todas y cada una de las fases del desarrollo embrionario. Ese y sólo ese es el significado profundo de la frase evangélica: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”.

Hace dos mil años, un óvulo fue fecundado prodigiosamente por la acción sobrenatural de Dios. ¡Qué hermosa expresión: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios”! Así, de esa maravillosa unión, resultó un zigoto con una dotación cromosómica propia. Pero en ese zigoto estaba el Verbo de Dios. En ese zigoto se encontraba la salvación de los hombres.

Unos siete días después, se produjo el adosamiento del blastocito en la mucosa del endometrio y Dios se redujo a la nada que es un embrión humano. Pero ese embrión era el Hijo de Dios y en Él estaba la salvación de los hombres.

Ese huevo alecítico se fue desarrollando paulatinamente y, a medida que progresaba la segmentación del huevo, iniciaron su diferenciación y crecimiento los esbozos de tejidos, órganos y aparatos embrionarios. Y ese huevo alecítico era el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, y en Él estaba la salvación de los hombres, de todos los hombres, de cada ser humano.

Y, todavía en el primer mes del embarazo, cuando el feto medía ya de 0,8 a 1,5 centímetros, el corazón de Dios comenzó a latir con la fuerza del corazón de María, y comenzó a utilizar el cordón umbilical para alimentarse de su Madre, la Virgen Inmaculada. El Verbo de Dios era absolutamente dependiente de un ser humano, pero poseía una total autonomía genética. Todavía tendrían que trascurrir nueve meses en los que el Verbo de Dios flotó en el líquido amniótico, dentro de la placenta que le protegía del frío y del calor y le daba alimento y oxígeno, antes de nacer en Belén y ver el primer rostro humano, seguramente el de su Madre, con unos ojos recién abiertos.

Así fue como Jesucristo, llegó a ser el primogénito de toda criatura, el nuevo Adán de la nueva creación.

El Hijo de Dios redimió la creación desde la obra más maravillosa de ella, el ser humano. La redención del hombre comenzó desde un estado embrionario. Por eso, el médico católico debe pasar por esta lente para comprender su misión: el Hijo de Dios fue un zigoto, un embrión y un feto, antes de juguetear por las calles de Nazaret, predicar en las orillas del mar de Galilea, o morir crucificado en las afueras de Jerusalén. El Hijo de Dios asumió completamente y, sin rebajas, la vocación de ser hombre.

Foto de Bebé Muerto Reclama “Existencia Legal” de no Nacidos

WASHINGTON DC, 10 Oct. 01 (ACI).-
La conmovedora fotografía de una madre que sostiene en sus brazos a su bebé muerto por la agresión que sufrió mientras lo llevaba en el vientre, podría convencer a los congresistas estadounidenses para aprobar un proyecto de ley que sancione a los delincuentes que en sus actos de violencia causen daño a un no nato.

La fotografía en cuestión fue colocada a gran escala en una de las salas del Capitolio y presenta a Tracie Marciniak, una joven madre de Wisconsin, sosteniendo a su hijo Zachariah, quien murió en su vientre durante un asalto.

“Mi nombre es Tracie Marciniak. En la foto, estoy sosteniendo el cuerpo de mi hijo muerto, Zachariah, en su funeral. En el noveno mes de mi embarazo, fui golpeada brutalmente por un hombre que sabía lo mucho que quería a mi bebé. Este hombre me dio dos fuertes golpes en el abdomen. Zachariah sangró hasta morir dentro de mi vientre. Mi atacante fue sancionado por las heridas que me causó pero no por la muerte de Zachariah, quien no fue legalmente reconocido como víctima de un crimen”. Éstas son las palabras de la madre, que aparecen en la leyenda de la fotografía.

En efecto, actualmente la legislación estadounidense no contempla pena alguna para los delincuentes que en sus delitos dañen a un bebé en el vientre materno.

En el caso del asalto que sufrió Tracie, al delincuente se le procesó por el asalto pero no recibió sanción alguna por la muerte del pequeño Zachariah, a quien le faltaba muy poco tiempo para nacer.

“Necesitamos que se apruebe el Acta de las Víctimas No Nacidas de la Violencia (conocido como UVVA), porque la ley federal debería reconocer lo que muestra esta fotografía: cuando un criminal ataca a una mujer embarazada y hiere o mata a su hijo no nacido, está causando dos víctimas”, sostiene Tracie.

Estos son los mismos argumentos que motivan a un grupo de congresistas para impulsar la aprobación del proyecto UVVA, a través del cual cualquier criminal que dañe o mate a un no nato en un crimen federal, sea procesado por dos delitos.

Entre los que promueven su aprobación en la Casa de Representantes, figura el congresista republicano Chris Smith, de Nueva Jersey, quien sostuvo ante sus colegas que “cualquiera que piense que no hay un bebé muerto en esta foto puede votar un enmienda a la UVVA que reconozca una sola víctima. Pero los que ven en esta foto a una madre afligida que sostiene a su hijo muerto, debe votar por la UVVA sin enmiendas”.

La enmienda a la que hace alusión Smith, fue presentada por un grupo de legisladores abortistas que temen que la ley mengüe el “derecho legal” al aborto porque reconocería implícitamente el derecho a la vida de un no nato. Esta enmienda, reconocería dos delitos pero una sola víctima: la madre, negando la existencia legal del bebé.

El proyecto de ley, que es impulsado desde hace varios meses, tiene el apoyo de la Casa Blanca. El 24 de abril pasado, en una declaración dirigida al Congreso, la administración Bush señaló su “apoyo a la protección del no nacido y la aprobación del proyecto”, y agregó que “se opone enérgicamente a cualquier enmienda”.

Respuesta Oficial del Vaticano al Experimento de Clonación Humana

Declaración distribuida por la Sala de Prensa de la Santa Sede

CIUDAD DEL VATICANO, 26 noviembre 2001 (ZENIT.org).- La Santa Sede ha confirmado la “gravedad moral” del experimento de clonación anunciado por un laboratorio privado de Estados Unidos este domingo.

Un comunicado, distribuido este lunes por la Sala de Prensa vaticana, explica que se hace necesaria la condena pública de este primer caso de clonación humana en defensa de la dignidad misma de la persona humana propia del embrión.

Publicamos el texto íntegro del comunicado vaticano.

El artículo original aparecido en la revista “The Journal of Regenerative Medicine”, que los investigadores de la Advanced Cell Technology han publicado el 26 de noviembre de 2001, muestra en todo su carácter dramático la gravedad del hecho que ha sido realizado: la producción de un embrión humano “in vitro”, es más, de varios embriones que se han desarrollado respectivamente hasta llegar al estadio de dos, cuatro, seis células. El acontecimiento está documentado con claras imágenes a color al microscopio con escáner, poniendo de manifiesto las primeras fases del desarrollo de estas vidas humanas, a las que no se les ha dado inicio a través de la fecundación de un óvulo con un espermatozoide, sino activando óvulos con núcleos de células somáticas.

Los autores han subrayado que su intención no es la de dar origen a un individuo humano. Pero, eso que ellos denominan como científicos en su artículo “early embryo”, embrión en fase inicial, ¿qué es? De este modo, vuelve con toda su actualidad el interrogante bioético nunca adormecido por la verdad: cuándo es posible considerar el inicio de la vida humana. Más allá del acontecimiento científico, de hecho, sigue siendo éste el tema del debate, quedando fuera de duda -por indicación misma de los científicos- que nos encontramos ante embriones humanos y no ante células, como alguno querría hacer creer.

El hecho nos lleva, por tanto, de manera prepotente a confirmar con fuerza que el inicio de la vida humana no puede ser fijado por convención en un cierto estadio del desarrollo del embrión; se sitúa, en realidad, en el primer instante de la existencia del embrión mismo. Esto se comprende mejor en el caso de la modalidad “humana” de la fecundación entre óvulo y espermatozoide, pero tenemos que aprender a reconocerlo también en el caso de una modalidad “inhumana”, como es la reprogramación de un núcleo somático en una célula: incluso con esta modalidad se puede dar origen a una nueva vida -como por desgracia ha demostrado el experimento anunciado-, vida que conserva de todos modos su dignidad como cualquier otra vida humana.

Por esto, a pesar de las declaradas intenciones “humanísticas” de quien anuncia curaciones sorprendentes siguiendo este camino, que pasa a través de la industria de la clonación, es necesario un juicio objetivo pero firme, que muestre la gravedad moral de este proyecto y justifique su condena inequívoca. El principio que, de hecho, se introduce en nombre de la salud y del bienestar, sancionan una auténtica discriminación entre los seres humanos, en virtud de su tiempo de desarrollo (de este modo, un embrión vale menos que un feto, un feto menos que un niño, un niño menos que un adulto), trastocando el imperativo moral que impone, por el contrario, la máxima tutela y respeto precisamente de quienes no están en condiciones de defender y manifestar su dignidad intrínseca.

Por otra parte, las investigaciones sobre las células estaminales indica que pueden recorrerse otros caminos, lícitos moralmente y válidos desde el punto de vista científico, como la utilización de las células estaminales extraídas, por ejemplo, de un individuo adulto (cada uno de nosotros tenemos varias) de la sangre materna o de los fetos que han sufrido un aborto natural. Este es el camino que todo científico honesto debe seguir con el objetivo de garantizar el máximo respeto del hombre, es decir, de sí mismo.

La verdad sobre las “Católicas por el Derecho a Decidir”

En el año 2000, un medio brasileño publicó un artículo con ocasión del Día Internacional de Lucha contra el SIDA titulado “Doctrina católica sobre la fidelidad favorece epidemia, afirma teóloga”, en el que una supuesta “experta católica” critica a la Iglesia por promover la castidad. La “experta” en cuestión era Yury Puello Orozco, representante del polémico grupo feminista y abortista “Católicas por el Derecho a Decidir” en Brasil.

Que un grupo de mujeres que se proclaman católicas cuestionen una enseñanza tan fundamentada de la Iglesia, llamó la atención de Jerson Lourenço Flores Garcia, representante del Movimiento en Defensa de la Vida (MDV). Por ello, Flores no dudó en revelar la naturaleza nada católica de las CDD y a qué se dedican.

Además de señalar que se trata de una organización abortista estadounidense y que su objetivo principal es eliminar al mayor opositor del mundo contra el aborto, la Iglesia Católica, Flores recuerda en una nota aclaratoria que las CDD se esfuerzan por convencer a católicos y no católicos de que el aborto es una alternativa éticamente válida para las mujeres católicas, “despreciando y ridiculizando las enseñanzas fundamentales de la Iglesia, promoviendo agresivamente la anticoncepción y el aborto”.

Flores describe uno de los documentos más característicos del grupo titulado “Mujer… Cuerpo… Deseos… Derechos… Vida, Mucha Vida”, de la autora Carolina Teles Lemos.

Teles sostiene que cuando Cristo dice que debemos buscar la “vida en abundancia”, quiere decir que no le “gustaría que un bebé nazca con deficiencias ni que las mujeres los tengan en momentos difíciles de su vida”, es decir que sólo los “humanos perfectos” o los concebidos en “determinados momentos” tienen derecho a vivir. En otra parte de la publicación, Teles se refiere al pasaje de la Anunciación. “Cuando el Ángel se apareció a María y le preguntó si quería ser la madre de Dios, ella pensó mucho primero, para después decir que sí. Si Dios da a María la oportunidad de decidir, tenemos que acreditar que a nosotros nos dará la misma chance, ¿no creen?”, cuestiona Teles.

Según Flores, la intención de esta falacia es convencer al lector “de que la voluntad humana debe imponerse a la voluntad de Dios”.

Sin embargo, el pro-vida parece no sorprenderse con estos argumentos, considerando la historia del grupo fundado por Frances Kissling, una mujer que vivió algún tiempo en un convento de las Hermanas de San José (EE.UU.) y al abandonarlo dirigió una clínica de abortos en Nueva York.

Las CDD financian sus actividades con millones de dólares recibidos de grupos estadounidenses abiertamente anti-vida como la Fundación Ford.

En América Latina su agenda es clara:

· Apoyar el disenso católico en el tema del aborto y los anticonceptivos.

· Proporcionar a los católicos una “alternativa racional” a la doctrina de la Iglesia.

· “Educar” sobre los derechos de salud reproductiva (aborto y anticoncepción sistemática) en América Latina.

Según Flores, las CDD no son católicas porque “pervierten el sentido de la libertad humana. Al interpretar los crímenes contra la vida como legítimas expresiones de la libertad individual, exigiendo o reconociendo legalmente el derecho de matar, se subvierte la base de los derechos humanos y se niega el derecho a la vida”.

¿Católicos y abortistas?

El Padre Luiz Carlos Lodi da Cruz, encargado de uno de los apostolados pro-vida más exitosos de Anápolis, precisa por su parte que es imposible que los católicos apoyen el aborto, de lo que se deduce que las CDD son falsas católicas.

Según el Padre Lodi, cuando los católicos se sienten confundidos por las argumentaciones a favor del aborto, simplemente deben recurrir a documentos eclesiales como la encíclica de Juan Pablo II, Evangelium Vitae, para constatar que las enseñanzas de la Iglesia van de la mano con la moral y el aborto siempre será algo malo por implicar la muerte deliberada de un ser humano inocente.

El Padre Lodi sostienen que no se puede matar a un bebé ni siquiera para salvar la vida de la madre porque ambas son vidas humanas independientes. Si teóricamente se da el caso, nada se puede hacer y nunca es lícito “hacer el mal para que de ahí provenga el bien”.

Tanto la vida de la madre como la del niño son absolutamente iguales, agrega el sacerdote y precisa que ambos son “seres humanos criados a imagen y semejanza de Dios, poseedores de un alma inmortal y de un destino sobrenatural”.

El Padre Lodi indica que el aborto tampoco es “lícito en casos de violación porque la repugnancia contra el crimen nunca podrá convertirse en repugnancia contra un inocente concebido. La vida siempre es un don de Dios, aún cuando surge en circunstancias pecaminosas”.

Carta Abierta de un Joven Pro-Vida a un Grupo de Periodistas

Sr. director:

Este correo electrónico va dirigido a José Eulogio López, Ana Romero, Antonio Burgos, Carlos de Prada, Carlos Herrera, Elena Grandall, Elena Markínez, Enrique Campo, Esteban Pérez Almeida, Federico Jiménez Losantos, Germán Yanke, Jaime Campmany, Enrique de Diego, Jesús Cacho, Antonio Casado, José Luis Restán, Julio César Iglesias, Luis Herrero, Luis del Olmo, Oché Cortés, Pablo Sebastián, Manuel Martín Ferrand, Manuel Antonio Rico, Pedro J. Ramirez y Rafael Sánchez.

En primer lugar quisiera pedirles que lo lean como algo serio que pretende ayudar a difundir la cultura de la vida. Esto no es una carta para que la publiquen en sus respectivos medios, ni mucho menos una “campaña publicitaria”. No conozco sus direcciones de correo personales, por eso les escribo a las que he podido encontrar en las páginas web, periódicos o revistas en las que ejercen su profesión.

Quiero dirigirme a cada uno de ustedes, como profesionales independientes que son. A todos, sí. Pero uno por uno, personalmente.

En primer lugar quisiera presentarme como es debido. Yo les “conozco” a todos y pienso que están en el mismo derecho. Soy Raúl, tengo 28 años. Trabajo como comercial de frutas en la empresa familiar que fundó mi abuelo (www.torrelche.com). Vivo en Torrellano, un pueblecito de Elche. Y soy miembro de la ong Jóvenes Pro Vida de Alicante.

En Jóvenes Pro Vida disponemos de un Centro de Acogida a la Vida donde ayudamos a todas aquellas madres que deciden seguir con su embarazo adelante y criar al hijo que está por llegar. Pensamos que de esta manera evitamos muchos abortos voluntarios. En muchos de los casos las madres necesitan únicamente apoyo material, es decir, alimentación infantil, ropita, cuna, cochecito, pañales… Pero la mayoría de las veces, lo que verdaderamente necesita una madre en circunstancias difíciles es apoyo humano: alguien en quien confiar, a quien poderle explicar su caso, un amigo o amiga para conversar. También les ofrecemos un médico, una ginecóloga, un pediatra, un psicólogo… todos ellos voluntarios que colaboran en la asociación.

En fin, a esto nos dedicamos los Jóvenes Pro Vida de Alicante, al igual que el resto de asociaciones a nivel estatal. Sólo queremos ayudar a la vida en sus comienzos difíciles para evitar así que ninguna madre tenga que recurrir al aborto. Pensamos que el aborto no es la solución.

¿Cómo es posible que en el siglo XXI no queramos aceptar lo que ya demostró la medicina? El feto es un ser humano totalmente diferente al cuerpo de la madre. Desde el primer momento ya tiene sus características genéticas bien definidas y es un ser humano único e irrepetible. Si eso lo dice la ciencia médica, ¿porqué seguimos ignorándolo? ¿Porqué lo pasan por alto los gobiernos? ¿Porqué los partidos políticos que supuestamente deberían defender la vida no lo hacen?

El progresismo lo explica todo, por lo visto lo de la despenalización del aborto llega hasta tal punto que estar en contra del aborto significa ser un retrógrado o un fanático religioso. Hay que ser progresista, dicen, libertad de elección. ¿Alguien le ha preguntado alguna vez al feto si desea nacer o morir? Nadie. Tradicionalmente ha sido la derecha la que ha salvaguardado los valores tradicionales de la iglesia en España; ¿dónde están esos valores hoy?. También la izquierda: siempre ha estado al lado de los pobres, de los débiles, de los parados, de los oprimidos… ¿no es acaso el feto el ser más indefenso que hay sobre la tierra? Sólo ante el peligro, sin nadie que le ampare en su derecho primordial: el derecho a la vida.

¿Y la Iglesia qué está haciendo? Poco, a mi parecer. Podría moverse mucho más en favor de la vida. No basta con la firme postura del no al aborto, eso no es suficiente. Hay que ayudar a las madres, a las familias.

¿Es que nadie se da cuenta de que están muriendo muchos niños diariamente en todo el mundo? Nos escandalizamos por los muertos de ETA, por los atentados del 11 de septiembre, por las hambrunas del Tercer Mundo, por los refugiados de Afganistán… ¿y las victimas del aborto? ¿quién llora por esas muertes? ¿a dónde van a parar esas víctimas? Lo que ocurre es que no se ven; si las viéramos en televisión quizá pensáramos de otra manera.

Creo que existe muchísima ignorancia sobre el tema: es mucha la gente que piensa que “ahí no hay nada”, que “sólo son células”… ¿sabían ustedes que el corazón comienza a latir a los 18 días de la concepción? ¿que el feto siente dolor cuando se le pincha con la legra para trocearlo? Ustedes sí saben todo esto, pero ¿y la gente de la calle? ¿lo saben? NO.

¿Cuál es su postura amiga/o periodista? ¿No se puede hacer nada? Su labor es la de informar siempre con la verdad, ¿porqué este tema siempre se pasa por alto?

Muchos amigos me dicen que soy demasiado radical; que cada uno haga lo que quiera, me insisten. ¿Qué es lo que quiere el feto? ¿Piensan ustedes que no quiere nacer? ¿Porqué no puedo ser radical? ¿Qué es ser radical? La palabra radical viene del latín radix, radicis. Significa raíz, ir a la raíz de las cosas, al fondo de la cuestión.

¿Saben ustedes cómo demuestran los voluntarios que hay en los Centros de Acogida a la Vida de toda España su radicalismo? Lo demuestran trabajando día a día al lado de madres solteras, de prostitutas, de parejas de drogadictos, de familias pobres numerosas. La sociedad les rechaza. SI, la misma sociedad progresista que está a favor de la despenalización total del aborto es la que se lava las manos y “cada uno que solucione sus problemas”.

¡¡ Qué fácil es volver la vista para otro lado !!

¿Que soy radical? Pues sí: me gusta reflexionar a fondo en los temas vitales para poder llegar a conocer la verdad de las cosas. Y en este caso la raíz está muy clara, ésta es la cuestión: ¿es el feto un ser humano?

La ciencia médica demuestra que existe un ser humano único e irrepetible desde el mismo momento de la concepción. La lógica nos dice que no podemos maltratar a una madre embarazada “para no hacerle daño al niño”.

Las principales religiones del mundo están en contra del aborto: a favor de la Vida. Los Derechos Humanos nos reiteran que todos tenemos Derecho a la Vida.

¿Y la solución? ¿Cual es la solución a este problema? Ayudar a las madres, SIEMPRE HAY QUE AYUDAR A LAS MADRES, A LAS FAMILIAS.

Ustedes, amigas/os periodistas, desde el puesto relevante que ocupan en la sociedad, ¿no pueden hacer nada? Seguro que sí. Yo confío en que sí puedan. No podemos quedarnos con los brazos cruzados.

¿Recuerdan ustedes la sentencia Dred Scott del Tribunal Supremo de EEUU (1857)?: “Aún cuando posea corazón y cerebro y biológicamente se le considere humano, el esclavo no es una persona ante la Ley”. No hace mucho de esto, ¿verdad?.

Cuando miramos atrás nos arrepentimos de las barbaridades que hemos hecho la humanidad. En aquel tiempo sabios intelectuales nos demostraron que los negros no eran personas, reconocidos gobernantes legislaron en favor de la esclavitud, santos obispos tuvieron sus propios esclavos.

Cuando nuestros nietos lean en los libros de historia que el aborto voluntario estaba despenalizado y financiado por el estado. ¿Qué pensarán ellos?

Bueno amigos. En sus manos dejo el interrogante. ¿Qué piensan ustedes? ¿están de acuerdo conmigo? ¿qué podemos hacer?

No quiero alargarme más. Puede que les esté haciendo perder su tiempo; si es así les pido disculpas. En cualquier caso les agradezco su lectura y espero impaciente alguna respuesta a mis preguntas.

Raúl Sempere Durá.

Aprendiendo a incrustar videos

Pilato, pues, tomó entonces a Jesús y le azotó. Y los soldados tejieron una corona de espinas, la pusieron sobre su cabeza y le vistieron con un manto de púrpura; y acercándose a El, le decían: ¡Salve, Rey de los judíos! Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez, y les dijo*: Mirad, os lo traigo fuera, para que sepáis que no encuentro ningún delito en El. Jesús entonces salió fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo*: ¡He aquí el Hombre! Entonces, cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaciles, gritaron, diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Pilato les dijo*: Tomadle vosotros, y crucificadle, porque yo no encuentro ningún delito en El. Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley, y según esa ley El debe morir, porque pretendió ser el Hijo de Dios. Entonces Pilato, cuando oyó estas palabras, se atemorizó aún más. (Juan 19,1-8)