Gratitud al invisible

Se cuenta una leyenda de dos jóvenes vagabundos que comentaban irónicamente el hecho de que la gente acudiese a la iglesia a adorar a un Dios que no se ve.

Un rico caballero, compadecido de aquellos miserables de cuerpo y alma, hízoles llevar, cuando se hallaban dormidos, a un palacio situado en una isla. Allí las comidas aparecían por encanto y si se empeñaban en vigilar su aparición las encontraban dispuestas en otro aposento. Un coche del mejor modelo estaba a su disposición a la puerta del jardín. Las luces y la calefacción se encendían a su hora por mano invisible.

Notaron que la parte del edificio que a ellos era dable recorrer no era más que una mitad y nunca se abrían ante sus ojos las puertas azules que daban acceso a la otra. Intrigados empezaron a dirigirse en voz alta a su benefactor invisible, y muchas veces, aunque no siempre, veían cumplidas sus demandas. También daban gracias, a grandes voces, expresando su deseo de conocer a su generoso protector.

En una de tales ocasiones abríase una de las azules puertas y apareció éste sonriendo, rodeado de una multitud de criados.

Podéis comprender ahora, les dijo, por qué muchos hombres inteligentes rinden culto a un Dios que no ven. Tienen motivo para ello pues, ¿no encuentran preparada todos los años su comida por las fuerzas de la providencia? ¿No las ilumina y calienta su sol todos los días? ¿No pasean su ser mortal en un maravilloso vehículo de carne y huesos cuyo motor no para nunca? Justo es que sean como vosotros agradecidos a Quien, no dejándose ver corporalmente, se hace visible por sus obras.

Religiosas, ¿qué futuro? (1)

¿Habrá religiosas en el panorama de la Iglesia dentro de diez años, cuarenta años, cien años? ¿Qué tan relevantes serán para ellas cosas como el uso del hábito o la oración en común? ¿Qué tipo de obediencia o de relaciones de autoridad, en general, existirán entre aquellas mujeres? ¿Será muy diferente la situación en los distintos países y culturas, o habrá fuertes estándares globales? ¿Es cierto lo que algunos dicen, que el Estado terminará de asumir lo que hoy llamamos obras asistenciales, y también la educación, de modo que quedará sólo espacio para la vida contemplativa? Las nuevas formas de consagración seglar y el impulso atrayento del compromiso laical ¿dejan espacio para una vida religiosa con todas sus exigencias de comunidad?

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Gracias, Emilia

Emilia pertenecía a una familia de clase media en un país europeo que sufría estragos y carestías después de una prolongada guerra nacional. Hambre y epidemias amenazaban a toda la población. Emilia desde pequeña había tenido una salud delicada, que no había podido mejorar por las condiciones en las que vivía. Siendo muy joven, se casó con un obrero textil y se establecieron en una población nueva lejos de familiares y conocidos. Poco tiempo después nació su primer hijo, Edmundo, un chico atractivo, buen estudiante, atleta y con gran personalidad. Unos años más tarde, Emilia dio a luz a una niña, que sólo sobrevivió pocas semanas por las malas condiciones de vida a la que la familia estaba sometida.

Catorce años después del nacimiento de Edmundo y casi diez de la muerte de su segunda hija, Emilia se encontraba en una situación particularmente difícil. Tenía cerca de cuarenta años y su salud no había mejorado: sufría severos problemas renales y su sistema cardiaco se debilitaba poco a poco debido a una afección congénita. Por otro lado, la situación política de su país era cada vez más crítica, pues había sido muy afectado por la recién terminada primera guerra mundial. Vivían con lo indispensable y con la incertidumbre y el miedo de que estallase una nueva guerra. Y justamente en esas terribles circunstancias, Emilia se dio cuenta de que nuevamente estaba embarazada.

A pesar de que el acceso al aborto no era sencillo en esa época y en ese país tan pobre, existía la opción y no faltó quien se ofreciera para practicárselo. Su edad y su salud hacían del embarazo un alto riesgo para su vida. Además su difícil condición de vida le hacía preguntarse: ¿qué mundo puedo ofrecer a este pequeño? ¿Un hogar miserable? ¿Un pueblo en guerra?. Emilia desconocía que sólo le quedaban diez años de vida a causa de sus problemas de salud.

Trágicamente, también Edmundo, el único hermano del bebé que esperaba, viviría sólo dos años más. Algunos años más tarde, estallaría la segunda guerra mundial, en la que el padre de la criatura que estaba por nacer también perdería la vida. Emilia optó por darle la vida a su hijo, a quien puso el nombre de Karol.

Ese niño, ahora anciano, todavía vive y cada vez que pasa por las calles de muchos países, millones de gargantas exaltadas le gritan: “Juan Pablo Segundo, te quiere todo el mundo”…

¡Gracias, mil gracias, Emilia!

Gracias, Dios, por crearme

Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.

El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino.

Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid. Y la Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa.

La Rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el Roble. Entonces encontró una planta, una Fresia, floreciendo y más fresca que nunca.

El rey preguntó:

¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardín mustio y sombrío?

No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías fresias. Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los habrías plantado.

En aquel momento me dije: “Intentaré ser Fresia de la mejor manera que pueda”.

Ahora es tu turno.

Estás aquí para contribuir con tu fragancia. Simplemente mirate a ti mismo. No hay posibilidad de que seas otra persona.

Puedes disfrutarlo y florecer o puedes marchitarte en tu propia condena…

Gansos perdidos en la nieve

Érase una vez un hombre que no creía en Dios. No tenía reparos en decir lo que pensaba de la religión y las festividades religiosas, como la Navidad. Su mujer, en cambio, era creyente a pesar de los comentarios desdeñosos de su marido.

Una Nochebuena en que estaba nevando, la esposa se disponía a llevar a los hijos al oficio navideño de la parroquia de la localidad agrícola donde vivían. Le pidió al marido que los acompañara, pero él se negó.

– ¡Qué tonterías! -arguyó-. ¿Por qué Dios se iba a rebajar a descender a la tierra adoptando la forma de hombre? ¡Qué ridiculez!

Los niños y la esposa se marcharon y él se quedó en casa. Un rato después, los vientos empezaron a soplar con mayor intensidad y se desató una ventisca. Observando por la ventana, todo lo que aquel hombre veía era una cegadora tormenta de nieve. Y decidió relajarse sentado ante la chimenea.

Al cabo de un rato, oyó un golpazo; algo había golpeado la ventana. Luego, oyó un segundo golpe fuerte. Miró hacia afuera, pero no logró ver a más de unos pocos metros de distancia. Cuando empezó amainar la nevada, se aventuró a salir para averiguar qué había golpeado la ventana.

Dos gansos muertos yacían al pié de su ventana y en su potrero descubrió una bandada de gansos salvajes. Por lo visto iban camino al sur para pasar allí el invierno, se vieron sorprendidos por la tormenta de nieve y no pudieron seguir. Perdidos, terminaron en aquella granja sin alimento ni abrigo. Daban aletazos y volaban bajo en círculos por el campo, cegados por la borrasca, sin seguir un rumbo fijo. El agricultor sintió lástima de los gansos y quiso ayudarlos.

– Sería ideal que se quedaran en el granero -pensó-. Ahí estarán al abrigo y a salvo durante la noche mientras pasa la tormenta.

Dirigiéndose al establo, abrió las puertas de par en par. Luego, observó y aguardó, con la esperanza de que las aves advirtieran que estaba abierto y entraran. Los gansos, no obstante, se limitaron a revolotear dando vueltas. No parecía que se hubieran dado cuenta siquiera de la existencia del granero y de lo que podría significar en sus circunstancias. El hombre intentó llamar la atención de las aves, pero sólo consiguió asustarlas y que se alejaran más.

Entró a la casa y salió con algo de pan. Lo fue partiendo en pedazos y dejando un rastro hasta el establo. Sin embargo, los gansos no entendieron.

El hombre empezó a sentir frustración. Corrió tras ellos tratando de ahuyentarlos en dirección al granero. Lo único que consiguió fue asustarlos más y que se dispersaran en todas direcciones menos hacia el granero. Por mucho que lo intentara, no conseguía que entraran al granero, donde estarían abrigados y seguros.

– ¿Por qué no me seguirán? -exclamó- ¿Es que no se dan cuenta de que ese es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevasca?

Reflexionando por unos instantes, cayó en la cuenta de que las aves no seguirían a un ser humano.

– Si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos -dijo pensando en voz alta.

Seguidamente, se le ocurrió una idea. Entró al establo, agarró un ganso doméstico de su propiedad y lo llevó en brazos, paseándolo entre sus congéneres salvajes. A continuación, lo soltó. Su ganso voló entre los demás y se fue directamente al interior del establo. Una por una, las otras aves lo siguieron hasta que todas estuvieron a salvo.

El campesino se quedó en silencio por un momento, mientras las palabras que había pronunciado hacía unos instantes aún le resonaban en la cabeza:

– Si yo fuera uno de ellos, ¡entonces sí que podría salvarlos!

Reflexionó luego en lo que le había dicho a su mujer aquel día:

– ¿Por qué iba Dios a querer ser como nosotros? ¡Qué ridiculez!

De pronto, todo empezó a cobrar sentido. Entendió que eso era precisamente lo que había hecho Dios. Diríase que nosotros éramos como aquellos gansos: estábamos ciegos, perdidos y a punto de perecer. Dios se volvió como nosotros a fin de indicarnos el camino y, por consiguiente, salvarnos. El agricultor llegó a la conclusión de que ese había sido ni más ni menos el objeto de la Natividad.

Cuando amainaron los vientos y cesó la cegadora nevasca, su alma quedó en quietud y meditó en tan maravillosa idea. De pronto comprendió el sentido de la Navidad y por qué había venido Jesús a la Tierra. Junto con aquella tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad.

Hincándose de rodillas en la nieve, elevó su primera plegaria:

“¡Gracias, Señor, por venir en forma humana a sacarme de la tormenta!”

Fabricando un Padre…

En el taller más extraño y sublime conocido, se reunieron los grandes arquitectos, los afamados carpinteros y los mejores obreros celestiales que debían fabricar al padre perfecto:

– “Debe ser fuerte”, comentó uno. –

– “También, debe ser dulce”, comentó otro experto.

– “Debe tener firmeza y mansedumbre: tiene que saber dar buenos consejos”.

– “Debe ser justo en momentos decisivos; alegre y comprensivo en los momentos tiernos”.

– “¿Cómo es posible – interrogó un obrero – poner tal cantidad de cosas en un solo cuerpo?. – ”

– “Es fácil”, contestó el ingeniero. “Sólo tenemos que crear un hombre con la fuerza del hierro y que tenga corazón de caramelo”.

Todos rieron ante la ocurrencia y se escuchó una voz (era el Maestro, dueño del taller del cielo):

– “Veo que al fin comienzan” – comentó sonriendo – “No es fácil la tarea, es cierto, pero no es imposible si ponen interés y amor en ello”.

Y tomando en sus manos un puñado de tierra, comenzó a darle forma. – “¿Tierra? -preguntó sorprendido uno de los arquitectos- ¡Pensé que lo fabricaríamos de mármol, o marfil o piedras preciosas!.

– “Este material es necesario para que sea humilde – le contestó el Maestro – Y extendiendo su mano sacó oro de las estrellas y lo añadió a la masa. – “Esto es para que en las pruebas brille y se mantenga firme”.

Agregó a todo aquello, amor, sabiduría. Le dio forma, le sopló de su aliento y cobró vida, pero… faltaba algo, pues en su pecho le quedaba un hueco.

– “¿Y qué pondrás ahí?” – preguntó uno de los obreros -.

Y abriendo su propio pecho, y ante los ojos asombrados de aquellos arquitectos, sacó su corazón, y le arrancó un pedazo, y lo puso en el centro de aquel hueco.

Dos lágrimas salieron de sus ojos mientras volvía a su lugar su corazón ensangrentado.

– ¿Por qué has hecho tal cosa?” –le interrogó un ángel obrero y aún sangrando, le contestó el Maestro:

– “Esto hará que me busque en momentos de angustia, que sea justo y recto, que perdone y corrija con paciencia, y sobre todo, que esté dispuesto aún al sacrificio por los suyos y que dirija a sus hijos con su ejemplo, por que al final de su largo trabajo, cuando haya terminado su tarea de padre allá en la tierra, regresará hasta mí.

Y satisfecho por su buena labor, yo le daré un lugar aquí en mi reino.

Había una vez una niñita sentada en un parque…

Todos pasaban por su lado y nadie se detenía a preguntar que le ocurría. Vestida con un traje descolorido, zapatos rotos y sucios, la pequeña niña se quedaba sentada mirando a todo el mundo pasar. Nunca trataba de hablar, no dijo una palabra. Muchas personas pasaron, ninguno se detuvo.

Al día siguiente decidí volver al parque a ver si la pequeña estaba ahí. Si, ahí estaba. En el mismo lugar en el que estaba ayer. Con la misma mirada de tristeza en sus ojos. Me dirigí hacia ella y al acercarme noté que en su espalda había una joroba. Entonces me miró con una tristeza tan profunda que me rompió el alma. Me senté a su lado y sonriendo le dije: “hola”. La pequeña me miro sorprendida y con una voz muy baja respondió a mi saludo. Hablamos hasta que los últimos rayos de sol desaparecieron. Cuando solo quedábamos los dos y la oscuridad alrededor, le pregunté por qué estaba tan triste. La pequeña me miró y con lágrimas en los ojos dijo: “porque soy diferente”.

Respondí con una sonrisa: “lo eres”. Ella dijo aun más triste: “lo sé”. Le dije: “pequeña, ser diferente no es malo. Tu me recuerdas a un ángel, dulce e inocente”. Ella me miró, sonrió y por primera vez sus ojos brillaron con la luz de la alegría. Despacio se levantó y dijo: “¿es cierto lo que acabas de decir?” “si”, le respondí. “eres como un pequeño ángel guardián enviado para proteger a todos los que caminan por aquí”. Ella movió su cabeza afirmativamente y sonrió. Ante mis ojos algo maravilloso ocurrió. Su joroba se abrió y dos hermosas alas salieron de ahí.

Me miro sonriente y dijo: “soy tu ángel guardián”.

No sabia que decir. Ella dijo: “por primera vez pensaste en alguien más”

Me levanté y pregunté por qué nadie le había ayudado. Ella me miró y sonriendo dijo: “tu eras la única persona que podía verme”. Y ante mis ojos desapareció. Después de ese encuentro mi vida dio un giro de 180 grados….

Cuando pienses que solo te tienes a ti mismo, recuerda que tu ángel guardián esta siempre pendiente de ti

Empuja La Vaquita

“Dios no elige a los dotados, Dios dota a sus elegidos.”

Un maestro samurai paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vió a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita al lugar.

Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la importancia de realizar visitas, conocer personas y las oportunidades de aprendizaje que obtenemos de estas experiencias.

Llegando al lugar constató la pobreza del sitio, los habitantes: una pareja y tres hijos, la casa de madera, vestidos con ropas sucias y rasgadas, sin calzado. Entonces se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia y le preguntó:

“En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio tampoco, ¿cómo hacen usted y su familia para sobrevivir aquí?”

El señor calmadamente respondió: “amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte del producto la vendemos o lo cambiamos por otros géneros alimenticios en la ciudad vecina y con la otra parte producimos queso, cuajada, etc., para nuestro consumo y así es como vamos sobreviviendo.”

El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, luego se despidió y se fue. En el medio del camino, volteó hacia su fiel discípulo y le ordenó:

“Busque la vaquita, llévela al precipicio de allí enfrente y empújela al barranco.”

El jóven espantado vió al maestro y le cuestionó sobre el hecho de que la vaquita era el medio de subsistencia de aquella familia. Mas como percibió el silencio absoluto del maestro, fue a cumplir la órden. Así que empujó la vaquita por el precipicio y la vió morir.

Aquella escena quedó grabada en la memoria de aquel jóven durante algunos años.

Un bello día el joven agobiado por la culpa resolvió abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar y contarle todo a la familia, pedir perdón y ayudarlos. Así lo hizo, y a medida que se aproximaba al lugar veía todo muy bonito, con árboles floridos, todo habitado, con carro en el garaje de tremenda casa y algunos niños jugando en el jardín.

El joven se sintió triste y desesperado imaginando que aquella humilde familia tuviese que vender el terreno para sobrevivir, aceleró el paso y llegando allá, fue recibido por un señor muy simpático. El jóven preguntó por la familia que vivía allí hacia unos cuatro años, el señor respondió que seguían viviendo allí. Espantado el jóven entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia que visitó hacía algunos años con el maestro.

Elogió el lugar y le preguntó al señor (el dueño de la vaquita): “¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?” El señor entusiasmado le respondió:

“Nosotros teníamos una vaquita que cayó por el precipicio y murió, de ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos, así alcanzamos el éxito que sus ojos vislumbran ahora.

La moraleja samurai nos dice:

“Todos nosotros tenemos una vaquita que nos proporciona alguna cosa básica para nuestra sobrevivencia, la cual convive con la rutina y nos hace dependientes de ella, y nuestro mundo se reduce a lo que la vaquita nos brinda.

Tú sabes cual es tu vaquita y no dudes un segundo para empujarla por el precipicio. LLegó el momento de pasar a la acción y salir de la rutina cuanto antes.

DESPRENDIMIENTO: CONDICION PARA SEGUIR A JESUS. El utilizar los bienes materiales como un medio para el desarrollo personal y el bien social, aumenta nuestra capacidad de amar a Dios, a las personas y a todas las cosas nobles de este mundo.

Empleo Vacante

Se solicita: AMA DE CASA

Para el puesto se requiere que la solicitante afortunada realice y coordine las siguientes funciones:

Acompañante, consejera, directora, administradora, agente de compras, enfermera, cocinera, nutrióloga, decoradora, limpiadora, chofer, supervisora del cuidado de los niños, trabajadora social, psicóloga y organizadora de recreaciones.

REQUISITOS:

La solicitante debe tener una automotivación ilimitada y el más fuerte sentido de responsabilidad si quiere tener éxito en este trabajo.

Debe ser independiente y con iniciativa, capaz de trabajar aisladamente y sin supervisión. Ser eficiente en el manejo de personas de todas las edades y apta para trabajar en condiciones de estrés durante largos períodos, si fuera necesario. También debe contar con la flexibilidad suficiente para hacer un gran número de tareas conflictivas al mismo tiempo sin cansarse y con la adaptabilidad para manejarse sin problemas en los distintos cambios del dearrollo de la vida del grupo, incluyendo emergencias y crisis serias. Debe ser capaz de comunicarse acerca de un sinnúmero de asuntos con gente de todo tipo, incluyendo:

burócratas, maestros de escuela, médicos, dentistas, trabajadores, comerciantes, adolescentes y niños.

Ser competente en los oficios arriba mencionados, sana, creativa y extrovertida; para alentar y ayudar al desarrollo físico y emocional de los miembros del grupo. Tener imaginación, sensibilidad, calor, amor y comprensión, ya que será la responsable del bienestar mental y emocional del grupo mencionado.

HORA DE TRABAJO:

Todo el tiempo en que permanezca despierta, así como turnos de veinticuatro horas cuando sea necesario.

REMUNERACIÓN:

Ningún salario o sueldo. El gasto será negociado de vez en cuando.

Se le puede requerir a la solicitante afortunada que consiga un segundo trabajo además del que se anuncia ahora, para ayudar al sostenimiento del grupo.

BENEFICIOS:

Ninguna vacación garantizada, ni siquiera por enfermedad, maternidad o largo servicio. Ningún seguro de vida o por accidentes.

Tampoco se ofrece compensación alguna para la solicitante contratada.

Solo una madre con su infinito amor, tomaría el empleo, pues solo ella puede pasar por todo lo anterior y mucho más con tal de que su familia se encuentre bien. Con toda mi admiración y cariño para cada una de ustedes que tiene la fortuna de ser madre, gracias por el inmenso cariño depositado en sus hijos.

Mi felicitación para cada uno de ustedes (hijos) que aún cuentan con la dicha de tenerla a su lado.

Cuídenla muchísimo, pues es el regalo más hermoso que nos ha dado Dios. Y para aquellos que su mamá ya está en el cielo, solo quiero recordarles que tienen el mejor ángel de la guarda que siempre los cuida, los protege, los guía y los acompaña.

Las dos caras de la Izquierda

Polonia ya no está bajo el comunismo pero eso no significa que hayan desaparecido los comunistas que durante largos y duros años la gobernaron. La pregunta es: ¿qué predican, qué proponen? El nuevo comunismo polaco sigue los pasos de la nueva Izquierda europea, o sea, insistencia en la tolerancia, despenalización del aborto, aprobación de matrimonio gay, todo ello en un coctel ecologista y desenfadado. ¿Le suena familiar? Correcto: es la misma fórmula de la España de Rodríguez Zapatero. La nueva Izquierda ya no se preocupa tanto por la justicia en el mundo. La Nueva “Internacional” es… rosa.

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El Vuelo del Halcón

Un rey recibió como obsequio dos pequeños halcones y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara. Pasado unos meses el maestro le informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente, pero que al otro no sabía que le sucedía, no se habia movido de la rama donde lo dejó desde el día que llegó.

El rey mandó a llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero nadie pudo hacerlo volar.

Al día siguiente el monarca decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al halcón.

A la mañana siguiente, vió al halcón volando ágilmente por los jardines.

El rey le dijo a su corte, “Traédme al autor de este milagro.”

Su corte le llevó a un humilde campesino. El rey le preguntó: “¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres acaso un mago?”.

Intimidado el campesino le dijo al rey : “Fué fácil mi Señor, sólo corté la rama y el halcón se dió cuenta que tenía alas y se largó a volar.”

¿Sabes que tienes alas ? ¿Sabes que puedes volar? ¿A qué te estás agarrando? ¿De qué no te puedes soltar? No puedes descubrir nuevos mares a menos que tengas el coraje para volar.

Vivimos dentro de una zona de comodidad, allí viven nuestros temores, nuestros valores y nuestras limitaciones. En esa zona reina nuestro pasado y nuestra historia, y por lo general creemos que es nuestro único lugar y modo de vivir.

Tenemos sueños, queremos resultados pero no estamos dispuestos a correr riesgos, nos conformamos con lo que tenemos, creemos que es lo único y posible y aprendemos a vivir desde la resignación.

El liderazgo es la habilidad que podemos adquirir cuando estamos dispuestos a correr riesgos, cuando aprendemos a caminar en la cuerda floja, cuando estamos dispuestos a levantar la vara que mide nuestro potencial.

Un verdadero líder tiene:

Seguridad en sí mismo para permanecer sólo. Coraje para tomar decisiones difíciles. Audacia, para transitar hacia nuevos horizontes con pasión y Ternura suficiente para escuchar las necesidades de los demás. El hombre no busca ser un líder, se convierte en uno de ellos por la calidad de sus acciones y la integridad de sus intentos. Los líderes son como los halcones, no vuelan en bandadas, los encuentras cada tanto y volando alto.

El Vagabundo-ladrón que no conocía a Dios

Érase una vez un hombre de clase media que sintiendo un gran vacío derrochó todo su dinero en el juego y el alcohol y se convirtió en vagabundo por romper con un amor, de tanto y tanto caminar en busca de lo que perdió, añoraba fácilmente hacer fortuna y en ladrón se convirtió. El gritaba al mundo entero ser el “ser” mas desdichado porque no tenía riquezas para sentirse realizado…

Caminando, caminando se encontró a un pepenador, le pidió fuera su cómplice para asaltar un vagón y éste le contestó: “No señor vagabundo, estás muy equivocado, yo pensaba igual que tú; vagué mucho por el mundo, siempre me iba quejando porque no tenía zapatos, creía que era la peor desgracia hasta que conocí a un niño malabarista que honradamente luchaba por la vida porque no tenía pies, y desde ese día decidí no quejarme más”, -el vagabundo le dijo: “No señor pepenador, está usted equivocado, yo de aquí mejor me voy o terminaré convencido…busco la fortuna que por ley me pertenece”, y se marchó.

Caminando, caminando el vagabundo siguió, se encontró con un mendigo y éste le aconsejó: “No señor vagabundo, está usted equivocado, yo así como usted pensaba, que todo lo merecía…Un día pasó un príncipe a mi lado, llevaba un hermoso caballo blanco y yo tontamente lo envidiaba, me hice pasar por un cojo que un caballo necesitaba y el príncipe humildemente bajó de su corcel blanco y con alegría me lo regalaba, subí rápido al caballo y con burla sin igual le grité que lo había engañado, saliendo a todo galope. Sólo escuché a lo lejos que me pedía un favor, que no comentara a alguien mi tan cobarde acción porque si corría la voz, nadie, pero nadie se apiadaría de un cojo que lo necesitara de verdad”.

“Huyendo en mi caballo blanco me encontré con una mujer, paralítica de un pie, se arrastraba para vender mercancía y así poder alimentar a su bebé y yo lleno de vergüenza le regalé mi caballo”.

El vagabundo le contestó: “No señor mendigo está usted equivocado, yo de aquí mejor me voy o terminaré convencido, busco la fortuna que por ley me pertenece” -y se marchó.

Caminando, caminando se encontró con un palacio y frente a él con gran fuerza gritó: ¡Esto es lo que quiero yo!, hablaré con el rey pidiéndole asilo le ofreceré ser su amigo y al ganarme su confianza…¡le robaré su riqueza!…

Se presentó ante el rey y le expuso su problema, y el rey con amargura le contestó: “No señor vagabundo, vete de aquí, estas muy equivocado, no merezco ser tu amigo, yo deseaba tener todo… poder, riqueza, fortuna y conseguí ser condenado a ésta “Mi jaula de oro”, pues el Rey de Reyes me puso a prueba y yo cínicamente le he fallado…aprendiendo la lección.

Cierto día una monjita tocó mi puerta, en huaraches y con su morral en la mano, me pedía para sus pobres y como un perro la eché…¡sacándola de mi palacio!, ella tropezó y cayó y para verse sus heridas se sentó en aquel rincón, allí se quedó un buen rato y me hizo reflexionar…en eso, ella se levantó, nuevamente se acercó y me dijo las palabras mas hirientes de mi vida: “Señor rey, ya saciaste tus instintos de odio, ahora, por favor, hazlo por Dios, no te pido mucho…¿me das para mis pobres?”…

-El vagabundo lo interrumpió y preguntó indignado ¿quién era aquella que soportase semejante humillación?

Y el rey le contestó: Es alguien de gran valor, practica la caridad con su grandísimo amor… Madre Teresa, ella tiene la fortuna que tu buscas porque lleva en su alma a Dios…¡Vete de aquí! No caigas en la perdición, no termines solo, triste y amargado como yo…

Entonces decepcionado se fue, con el corazón destrozado y sorprendido preguntándose como había sido que su avaricia en humildad se volvió, mas en su andar vagabundo, padeciendo hambre y por falta de higiene de lepra se contagió y después de meses caminar buscando a Madre Teresa…allá en tierras de Calcuta, junto a un basurero moribundo lo encontró, la monja lo llevó a un asilo y de atenciones lo llenó, por varios días lo bañó y lo alimentó, como al mejor de los hombres, su dignidad ella le despertó, pero su enfermedad agravó y en su agonía el vagabundo exclamó:

¡Perdóname Dios!

Mi vida desperdicié deseando lo que no era mío y lo mío rechazando, de una cosa te doy gracias y es por haberte encontrado, en mis tantas experiencias y en el amor de ésta mujer, ahora si me siento vivo, aunque a cada instante muero, ojalá mi voz se escuche antes del último aliento para que la gente aprenda de esto que me ha sucedido…

No desees cosas ajenas, ni anheles bienes mundanos, no te aferres a riquezas… porque todo eso es en vano si tu corazón has perdido, ¡Sé feliz con lo que tienes! porque aquello que tu buscas y aún lejos de aquí no encuentras… dentro de ti lo llevas…

“Es amor” y solo en tí está descubrirlo, gracias Madre Teresa por enseñarme el camino”. Y juntando sus manos el vagabundo murió, con una sonrisa en los labios como jamás imaginó y rezando una plegaria a Dios, convencido de que a Él era a quien realmente buscaba… y a quien finalmente encontró.

El Sueño

“Una vez en el lugar más hermoso del universo

vivia un niño llamado Sueño,el cual

anhelaba crecer y conocer otros mundos.

Sueño se pasaba la vida por allá en lo alto,

por las nubes jugando y jugando todo el dia.

Una vez se dió cuenta que él no crecia

como lo hacian sus amigos,

además empezó a sentirse muy débil

y poco a poco perdió sus ganas de jugar.

Un gran dia, Dios desde el cielo

al ver a su amado hijo Sueño tan débil,

envió un mesajero celestial en su ayuda.

El mensajero llevaba consigo un maletín muy especial

que contenia alimentos Divinos para asi fortalecer

y hacer crecer al niño.

Desde el mismo instante en que aquel mensajero llegó,

Sueño empezó a sentirse mejor y mejor,

ya que cada dia aquel enviado del Cielo

lo alimentaba con aquellos celestiales manjares.

Muchos caldos de constancia con fuerza,

platos muy nutritivos de voluntad y trabajo,

postres hechos a base de voluntad y paciencia,

fantasticos jugos hechos con decisión.

Y lo más importante:

Tratándolo con mucha confianza y sobre todo mucho amor a Dios,

Sueño creció y creció,y llegó a dejar de ser Sueño

para convertirse en Meta y,claro que siguió jugando

pero ya no por las nubes, sino aqui en la tierra,

poco a poco fue conociendo otros mundos,

mundos como la felicidad y la satisfacción, y cierto dia,

Meta dejó de ser Meta y se transformó en REALIDAD.

“Yo quiero que mi Sueño se convierta en Meta y luego en REALIDAD….

y para eso,creo que debo empezar a vivir….”

El Sembrador y la Semilla

Era una tierra árida, gris, abierta por numerosos surcos negros que zigzagueantes la cruzaban como enormes cicatrices de guerras pasadas. Desértica, amarilla, totalmente inerte, aguantaba los ardorosos rayos del sol que la quemaban las entrañas, filtrándose entre sus grietas. Ni una nube, ni un hálito de esperanza surcaba el cielo para calmar su sed amarga con una sola gota de lluvia blanca y perlada.

El Sembrador caminaba, mirando con sus bellos ojos la tierra reseca y árida. Había viajado mucho, cruzando bosques angostos, sábanas africanas, estepas blancas por la nieve, enormes montañas, y en todas ellas había dejado caer una semilla de esperanza. Abrió sus brazos de par en par y soltó aquella carga tan preciada, dejándola posar suavemente sobre la grieta abierta en la tierra llana y, sentado, esperó a ver si brotaba…

La semilla asustada se acurrucó en la grieta, temerosa de sacar sus raíces al alba. Pero poco a poco las tinieblas se tornaron blancas y estirándose inició su ascendente marcha. En su mente evocaba la adusta visión de la tierra y pensó que no sobreviviría en aquella hostil explanada. Mas de pronto en su boca cayeron gotas de agua, preciosas, sanadoras, que le dieron esperanza, y continuó subiendo por la grieta que la encerraba. Su piel comenzó a sentir el calor de los rayos del sol que con brazos amorosos la cobijaban, dándole cariño como si de un niño se tratara.

Ya veía la luz, ¿qué hacer? …. Y en un último esfuerzo se asomó a la ventana, abrió los ojos y ….. ¿Qué vió?…

La tierra no estaba muerta, negra y hastiada, sino llena de alegría, verde y azulada. Las flores con sus colores invitaban a mirarlas y los pájaros con sus cantos alegraban la mañana.

De pronto se sintió avergonzada ante tanta belleza. Ella era pequeña y fea; no tenía nada… Volvió la vista a lo alto y vio, asombrada, que lenta y cálidamente el Sembrador la esperaba. La cogió entre sus manos dulcemente y posó sobre ella su mirada. Lo que vió la semilla le alegró su apenada alma… A los ojos de Él era hermosa, llena de flores blancas, con abundante fruto que esperaba brotar. No importaba lo que hubiera sido, ni la tierra en la que había sido plantada. Lo importante es que Él la esperaba. Así como el Sembrador planta la semilla y la cuida, Jesús planta su amor en nuestro corazón y, esperando que crezca, lo riega con su sangre y lo cuida con pasión hasta que crecemos y nos miramos en sus ojos, para vernos convertidos en parte de Él como cristianos.

El Sabio y el Rey

La forma de decir las cosas puede cambiar el ánimo y disposición de quienes te escuchan.

Un Rey soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un Sabio para que interpretase su sueño.

– ¡Qué desgracia mi señor! – exclamó el Sabio – Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra majestad.

– ¡Qué insolencia! – gritó el Rey enfurecido – ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!

Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos.

Más tarde ordenó que le trajesen a otro Sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Rey con atención, le dijo:

– ¡Excelso señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes.

Se iluminó el semblante del Rey con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro.

Cuando éste salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:

– ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer Sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro.

– Recuerda bien amigo mío – respondió el segundo Sabio – que todo depende de la forma en el decir… uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse.

De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, mas la forma con que debe ser comunicada es lo que provoca en algunos casos, grandes problemas.

La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado.