Hablemos de catecismos (2)

Hace poco llegó ante mis ojos (más que “a mis manos,” pues la cosa sucedió en Internet) un ejemplar del famoso Catecismo de Heidelberg, que es citado entre los protestantes como una referencia común y autorizada de su fe.

No todos los protestantes se ven representados en ese texto, contemporáneo con el Concilio de Trento (segunda mitad del siglo XVI) pero no es tanto lo que allí se enseña sino el orden de las preguntas y respuestas lo que me llama la atención.

De hecho, me gusta particularmente el comienzo, que tiene un tono solemne, profundo y devoto a la vez:

Pregunta: ¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte?

Respuesta: Que yo, con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo, que me libró del poder del diablo, satisfaciendo enteramente con preciosa sangre por todos mis pecados, y me guarda de tal manera que sin la voluntad de mi Padre celestial ni un solo cabello de mi cabeza puede caer antes es necesario que todas las cosas sirvan para mi salvación. Por eso también me asegura, por su Espíritu Santo, la vida eterna y me hace pronto y aparejado para vivir en adelante según su santa voluntad.

positivos en este enfoque, según destaca una página protestante:

Primero, el Catecismo es bíblico. Cada respuesta dada a sus preguntas tiene una amplia base en la palabra de Dios. Cada frase y, a veces, cada palabra, tiene su prueba bíblica. Segundo, el Catecismo es Cristo-céntrico. O sea, toda parte del Catecismo tiene como propósito dirigir al lector hacia Jesucristo. Tercero, el Catecismo es muy personal. No habla de una fe abstracta, sino habla de ti y de tu relación con el Señor Jesucristo.

Sin embargo, este modo personal, bíblico y existencial no es privativo de los no católicos. El bien recordado catecismo del P. Gaspar Astete, S.J. empezaba de modo plenamente comparable:

Pregunto: ¿Sois cristiano?

Respondo: Sí, por la gracia de Dios.

P.: Ese nombre de cristiano, ¿de quién le hubisteis?

R: De Cristo nuestro Señor.

P.: ¿Qué quiere decir cristiano?

R.: Hombre de Cristo.

P.: ¿Qué entendéis por hombre de Cristo?

R: Hombre que tiene la fe de Jesucristo, que profesó en el Bautismo, y está ofrecido a su santo servicio.

P.: ¿Cuál es la señal del cristiano?

R: La santa Cruz.

P.: ¿Por qué?

R: Porque es figura de Cristo crucificado, que en ella nos redimió.

tp://www.vatican.va/archive/ESL0022/_INDEX.HTM” target=”_blank”>Catecismo de Juan Pablo II comienza con tres citas bíblicas, una detrás de otra:

“PADRE, esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo” (Jn 17,3). “Dios, nuestro Salvador… quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1 Tim 2,3-4). “No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos” (Hch 4,12), sino el nombre de JESUS.

Luego el tono es expositivo, como en un tratado:

Dios, infinitamente Perfecto y Bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para que tenga parte en su vida bienaventurada. Por eso, en todo tiempo y en todo lugar, está cerca del hombre. Le llama y le ayuda a buscarlo, a conocerle y a amarle con todas sus fuerzas. Convoca a todos los hombres, que el pecado dispersó, a la unidad de su familia, la Iglesia. Lo hace mediante su Hijo que envió como Redentor y Salvador al llegar la plenitud de los tiempos. En él y por él, llama a los hombres a ser, en el Espíritu Santo, sus hijos de adopción, y por tanto los herederos de su vida bienaventurada.

El Papa Benedicto XVI quiere con el nuevo Compendio del Catecismo que la sustancia del gran Catecismo quede intacta pero que el tono más personal y existencial esté suficientemente de relieve.

Pero no quiero terminar hoy sin destacar un par de hechos interesantes del Catecismo de Heidelberg, escrito originalmente en alemán.

1. La primera pregunta, ya mencionada, decía en alemán: Was ist dein einziger Trost im Leben und im Sterben? La palabra Trost es comfort en inglés, y significa consuelo o alivio. Me llama la atención que el pastor César Rodríguez, de la Confederación Latinoamericana de Iglesias Reformadas traduce la primera pregunta con un enfoque que trata de superar el enfoque sombrío propio del texto original. Los brasileros tampoco gustaron mucho del estilo de penumbras de un ser humano que tiene un único “alivio.” Entonces tradujeron así: “Qual é o seu único fundamento, na vida e na morte?a que se relaciona con lo otro que quiero subrayar. Estas son las tres partes del Catecismo de Heidelberg, según lo explicita él mismo en su segunda pregunta: “¿Cuántas cosas debes saber para que, gozando de esta consolación, puedas vivir dichosamente? Respuesta: Tres: La primera, cuán grandes son mis pecados y miserias. La segunda, de qué manera puedo ser librado de ellos. Y la tercera, la gratitud que debo a Dios por su redención.” Creo que ahí está la antropología protestante: un ser humano miserable cuya única alegría y fuerza es ser redimido. Tiene mucha fuerza ese enfoque, y mucha raíz bíblica, pero lleva a afirmaciones como estas: “Mi tendencia natural es aborrecer a Dios y a mi prójimo” (Pregunta 5). Y en la pregunta 8: “¿Pero somos tan corruptos que seamos totalmente incapaces de hacer bien alguno y que estemos inclinados a todo mal? Respuesta: Sí, a menos que seamos regenerados por el Espíritu de Dios.”

Es decir: no hay bienes de naturaleza sino sólo de gracia.