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Cuando el Emperador Teodosio, el Grande, buscaba un buen profesor para sus dos hijos, el Papa San Dámaso le recomendó a Arsenio, un senador sumamente sabio y muy práctico en sus consejos.
Durante diez años, San Arsenio vivió en el palacio del Emperador, educando a sus dos hijos, Arcadio y Honorio.
Estando un día orando en medio de una gran crisis espiritual, mientras le pedía a Dios que le iluminara lo que debía hacer para santificarse, oyó una voz que le decía: "Apártate del trato con la gente, y vete a la soledad".
Entonces, dispuso irse al desierto a orar y a hacer penitencia con los monjes.
Cuando llegó al Monasterio del desierto, los monjes, sabiendo que había estado viviendo tanto tiempo como senador y como alto empleado del palacio imperial, dispusieron ponerle algunas pruebas, con el objetivo de saber si en verdad era apto para esa vida de humillación y mortificación.
Fue ahí donde San Arsenio se hizo muy conocido por todos, a causa de sus penitencias extraordinarias.
Por muchos siglos han sido enormemente estimados los dichos o frases breves, que San Arsenio acostumbraba expresar a la gente.
Desde remotas tierras iban viajeros ansiosos de escuchar sus enseñanzas, que eran cortas pero bastante provechosas.
Entre varias de sus enseñanzas o frases que el Santo pronunciaba, están: "Muchas veces he tenido que arrepentirme de haber hablado. Pero, nunca me he arrepentido de haber guardado silencio".
O: "Siempre he sentido temor a presentarme al juicio de Dios, porque soy un pecador".
Atlanta-Marietta, Usa - Agradecemos primero a Dios por el regalo de este sacerdote en nuestra comunidad y el apoyo que él esta dando al grupo nuevo que estamos iniciando: Apostoles Eucaristicos de la Divina Misericordia.
En aquellos días, un hombre de la tribu de Leví se casó con una mujer de la misma tribu; ella concibió y dio a luz un niño. Viendo qué hermoso era, lo tuvo escondido tres meses. No pudiendo tenerlo escondido por más tiempo, tomó una cesta de mimbre, la embadurnó de barro y pez, colocó en ella a la criatura, y la depositó entre los juncos, junto a la orilla del Nilo. Una hermana del niño observaba a distancia para ver en qué paraba. La hija del Faraón bajó a bañarse en el Nilo, mientras sus criadas la seguían por la orilla. Al descubrir la cesta entre los juncos, mandó a la criada a recogerla. La abrió, miró dentro, y encontró un niño llorando. Conmovida, comentó: "Es un niño de los hebreos." Entonces, la hermana del niño dijo a la hija del Faraón: "¿Quieres que vaya a buscarle una nodriza hebrea que críe al niño?" Respondió la hija del Faraón: "Anda." La muchacha fue y llamó a la madre del niño. La hija del Faraón le dijo: "Llévate al niño y críamelo, y yo te lo pagaré." La mujer tomó al niño y lo crió. Cuando creció el muchacho, se lo llevó a la hija del Faraón, que lo adoptó como hijo y lo llamó Moisés, diciendo: "Lo he sacado del agua."
Pasaron los años, Moisés creció, fue a donde estaban sus hermanos, y los encontró transportando cargas. Y vio cómo un egipcio maltrataba a un hebreo, uno de sus hermanos. Miró a un lado y a otro, y, viendo que no había nadie, mató al egipcio y lo enterró en la arena. Al día siguiente, salió y encontró a dos hebreos riñendo, y dijo al culpable: "¿Por qué golpeas a tu compañero?" Él le contestó: "¿Quién te ha nombrado jefe y juez nuestro? ¿Es que pretendes matarme como mataste al egipcio?" Moisés se asustó pensando: "La cosa se ha sabido." Cuando el Faraón se enteró del hecho, buscó a Moisés para darle muerte; pero Moisés huyó del Faraón y se refugió en el país de Madián.
Lo llamó Moisés, porque lo había sacado del agua; cuando creció, fue a donde estaban sus hermanos (Éxodo 2,1-15a)
Salmo
Me estoy hundiendo en un cieno profundo / y no puedo hacer pie; / he entrado en la hondura del agua, / me arrastra la corriente. R.
Pero mi oración se dirige a ti, / Dios mío, el día de tu favor; / que me escuche tu gran bondad, / que tu fidelidad me ayude. R.
Yo soy un pobre malherido; / Dios mío, tu salvación me levante. / Alabaré el nombre de Dios con cantos, / proclamaré su grandeza con acción de gracias. R.
Miradlo, los humildes y alegraos, / buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. / Que el señor escucha a sus pobres, / no desprecia a sus cautivos. R.
Humildes, buscad al Señor, y vivirá vuestro corazón. (Salmo 68)
Evangelio
En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todos sus milagros, porque no se habían convertido: "¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy. Os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti."
El día del juicio le será más llevadero a Tiro y Sidón y a Sodoma que a vosotras (Mateo 11,20-24)
Todos somos como Moises, y con frecuencia en nuestra vida somos débiles y necesitamos de la Iglesia para no ahogarnos en las dificultades. 17 min. 56 seg.
Según la orden del Faraón todos los varones debían morir; pero la hija del Faraón felizmente desobedece a su padre. Su rebeldía abre una puerta muy necesaria para la acción de Dios. 4 min. 23 seg.
Faraón representa la ley puesta como instrumento de manipulación y dominación. Su hija, en cambio, representa lo que sucede cuando se oye la conciencia y la ley natural. 12 min. 6 seg.
La resistencia a la conversión por parte de los primeros oyentes de Cristo nos invita a revisar cuál ha sido realmente nuestra respuesta a su Evangelio. 12 min. 53 seg.
A Cristo le interesa el verdadero triunfo del Evangelio en mi vida que hace que tome un rumbo diferente y le responda a su iniciativa de amor con fe y obediencia. 5 min. 37 seg.
Nuestro Señor no es simplemente un solucionador de problemas, Él es la oferta de Dios Padre para que tu vida se renueve, te conviertas, para salir de tu zona de confort. 4 min. 46 seg.
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1.1 La figura de Moisés llena una porción impresionante del Antiguo Testamento. No sólo por los libros que se relacionan directamente con él, a saber, los del Pentateuco, cinco primeros de la Biblia, sino porque en esos libros se promulgan las "reglas de juego" que debían gobernar la alianza entre Dios y el hombre. Y lo cierto es que la palabra de los profetas o la meditación de los sabios en el Antiguo Testamento tendrá siempre como referencia la alianza: si se ha cumplido o no, si se puede conservar o no, si es definitiva o es el preludio o anuncio de una nueva alianza (como a la postre vino a resultar).
1.2 Por eso interesa conocer cuanto sea posible sobre este Moisés, que no fue menos que el mediador de esa alianza, la que marcó el rumbo y evaluó los pasos de Israel por centenares de años, y que en algunos de sus aspectos conserva un valor fundamental y permanente.
1.3 La primera lectura de hoy nos enseña ante todo que Moisés es un "salvado." La opresión del faraón le rodea, le acosa, le anega, pero no logra destruirlo. De niño, es salvado de las aguas; de adulto, se salva huyendo al desierto y haciendo vida de pastor.
1.4 Lleno de amor y sensibilidad por el destino de su pueblo, Moisés es el hombre que no se deja atrapar tampoco por las delicias o ventajas de la corte egipcia, a la que de algún modo tenía pleno acceso, como hijo adoptivo de la hija del Faraón. Y también esto es ser salvado, en este caso, del egoísmo y de la comodidad.
1.5 Así salvado tantas veces, Moisés será luego salvador. Será el testigo creíble de que Dios es capaz de vencer con el poder de su sabiduría y de su amor a todas las artimañas del enemigo. Lleno de amor por el Dios que lo rescató de tantas maneras, Moisés se atreverá un día a anunciar lo impensable: que la palabra y la voluntad del faraón no son soberanas sobre los hijos de Dios.
2. Los que se Resistieron
2.1 Uno tiende a pensar que una buena tanda de milagros será suficiente para convertir a cualquiera. El evangelio de hoy muestra que no es así.
2.2 Las ciudades que nombra Jesucristo en este breve texto, Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm, tienen probablemente el mayor índice de milagros por kilómetro cuadrado del mundo entero. Y sin embargo, ya hemos oído el reproche del Señor: no se convirtieron. La primera conclusión es que la conversión no sucede a fuerza de cosas extraordinarias.
2.3 Los milagros no son "pruebas," en el sentido de una demostración de geometría, que te obliga a aceptar lo que se te está diciendo. Los milagros son señales, y en cuanto tales, pueden ser aceptados o no.
2.4 De donde sacamos otra enseñanza: si los milagros son señales, es evidente que no son las únicas. El mundo entero está lleno de señales, sólo que las consideramos poco interesantes o significativas por la única razón de que nos hemos acostumbrado a ellas. Un atardecer, la paz de un arroyo, el parpadear de las estrellas o la inmensidad del océano son señales y también a su modo están proclamando a su Hacedor. Lo importante, en últimas, no es el tamaño de la señal sino la docilidad de la mirada que las lee, reconoce y agradece.