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En la fecha de hoy, la Iglesia conmemora una vez más a la Santísima Virgen, bajo su advocación de María, Auxilio de los Cristianos.
La historia del establecimiento de la fiesta de María Auxiliadora se remonta a la Revolución Francesa, la cual había asestado un duro golpe a la Iglesia y desquiciado completamente a la religión cristiana.
Cuando Napoleón Bonaparte asume el poder, restable el catolicismo en Francia: anula las leyes revolucionarias de proscripción, permite a los sacerdotes regresar a sus iglesias, y devuelve catedrales, parroquias y seminarios a Obispos.
Sin embargo, embriagado por los triunfos y ambición desordenada, comenzó a exigir al Papa Pío VII algunas cosas que el Pontífice no podía conceder, dando lugar a nuevos conflictos con la Iglesia.
El Papa fue hecho prisionero en el Castillo de Fontainebleau por el emperador francés.
Durante los cinco años que estuvo preso, dedicaba especialmente una parte del tiempo de sus oraciones a María Santísima, Auxilio de los Cristianos, para que protegiese a la Iglesia perseguida, desgobernada y desamparada.
Los ruegos de Pío VII fueron escuchados. Y en 1814 Napoleón firma su abdicación.
En 1815, cuando la Iglesia había recuperado su posición y poder espiritual, el Papa, para manifestar el agradecimiento de todo el orbe católico a la Virgen María bajo su advocación de Auxilio de los Cristianos, instituyó la fiesta de María Auxiliadora, el día 24 de mayo.
Todo ello lo realizó el Sumo Pontífice como un expreso reconocimiento de la infalible protección de la Madre de Dios, y para perpetuar el recuerdo de su entrada triunfal a Roma al volver del cautiverio en Francia.
Esta solemnidad ha sido trasladada al domingo séptimo de Pascua desde su día originario, el jueves de la sexta semana de Pascua, cuando se cumplen los cuarenta días después de la Resurrección, conforme al relato de San Lucas en su Evangelio y en los Hechos de los Apóstoles.
Pero, sigue conservando el simbolismo de la cuarentena: como el Pueblo de Dios anduvo cuarenta días en su Éxodo del desierto hasta llegar a la tierra prometida, así Jesús cumple su Éxodo pascual en cuarenta días de apariciones y enseñanzas hasta ir al Padre.
La Ascensión es un momento más del único misterio pascual de la muerte y Resurrección de Jesucristo. Expresa, sobre todo, la dimensión de exaltación y glorificación de la naturaleza humana de Jesús como contrapunto a la humillación padecida en la Pasión, muerte y sepultura.
Al contemplar la Ascensión de su Señor a la gloria del Padre, los discípulos quedaron asombrados, porque no entendían las Escrituras antes del don del Espíritu, y miraban hacia lo alto.
Intervienen dos hombres vestidos de blanco, es una teofanía, la misma de los dos hombres que Lucas describe en el sepulcro.
En ellos, la Iglesia Madre judeo-cristiana veía acertadamente la forma simbólica de la divina presencia del Padre, que son Cristo y el Espíritu.
Las palabras de los dos hombres son fundamentales: "Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al Cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al Cielo, volverá como le habéis visto marcharse" (véase Hechos de los Apóstoles 1,11).
En un exceso de amor semejante al que le llevó al sacrificio, el Señor volverá para tomar a los suyos y para estar con ellos por siempre.
Se mostrará como imagen perfecta de Dios, como ícono transformante por obra del Espíritu, para volvernos semejantes a Él, para contemplarlo tal como Él es.
Contemplando en la Liturgia el ícono del Señor, - sobre todo en la Eucaristía -, intuimos el rostro de Dios tal como es y como lo veremos eternamente. Y lo invocamos para que venga ahora y siempre.
En el relato de este misterio según el Evangelio de San Mateo, el Señor envía a los discípulos a proclamar y realizar la salvación, según el triple ministerio de la Iglesia: pastoral, litúrgico y magisterial.
"Id y haced discípulos de todos los pueblos", -por el anuncio profético y el gobierno pastoral, formando y desarrollando la vida de la Iglesia-, "bautizándolos en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo"(véase San Mateo 28,19).
Esto, aplicándoles la salvación, introduciéndolos sacramentalmente en la Iglesia, y enseñándoles a guardar todo lo que Jesús ha mandado, mediante el magisterio apostólico y la vida en la caridad, el gran mandato.
Se está cumpliendo el plan de Dios. Y la salvación, anunciada primero a Israel, es proclamada a todos los pueblos.
En esta obra de conversión universal, por larga y laboriosa que pueda ser, el Resucitado estará vivo y operante en medio de los suyos: "Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (véase San Mateo 28,20).
La lectura apostólica que propone la Iglesia, interpreta perfectamente el acontecimiento de la Ascensión del Señor, adentrándonos en el misterio del ingreso del Resucitado en el Santuario Celeste.
Ahora podemos decir con el canto del Santo, que los Cielos y la tierra están llenos de la gloria de Dios.
En Isaías 6,3, sólo se nombraba a la tierra. Ahora, con la Ascensión de la humanidad del Hijo de Dios, conmemorada en el misterio litúrgico sobre la que reposa la gloria del Padre, adorada por los Ángeles, también nosotros somos unidos por la gracia a esta alabanza eterna, en el Cielo y en la tierra.
Estamos en el penúltimo momento del misterio pascual, antes de la donación del Espíritu Santo, al cumplirse los días de la cincuentena, el Pentecostés.
Las oraciones de esta Solemnidad, piden que permanezcamos fieles a la doble condición de la vida cristiana, orientada simultáneamente a las realidades temporales y a las eternas.
Esta es la vida en la Iglesia, comprometida en la acción y constante en la contemplación. Porque, Cristo, levantado en alto sobre la tierra, atrajo hacia sí a todos los hombres.
Resucitando de entre los muertos, envió a su Espíritu vivificador sobre sus discípulos, y por Él constituyó a su Cuerpo que es la Iglesia, como sacramento universal de salvación.
Estando sentado a la derecha del Padre, sin cesar actúa en el mundo para conducir a los hombres a su Iglesia y por ella unirlos a sí más estrechamente.
Alimentándolos con su propio Cuerpo y Sangre, los hace partícipes de su vida gloriosa.
Instruidos por la fe acerca del sentido de nuestra vida temporal, al mismo tiempo, con la esperanza de los bienes futuros, llevamos a cabo la obra que el Padre nos ha confiado en el mundo, y labramos nuestra salvación (Vaticano II, Lumen gentium 48).
Plainview, Texas (1998) - Felicidades por que eres uno de mis regalos más grandes que Dios ha dado. Te quiero mucho, el bautizmo es tiempo de celebración, gozo y alegría...
Santa Cruz, Bolivia (2004) - Feliz Aniversario Comunidad \"Jaire\", Que el Señor los bendiga y les de la fortaleza para seguir como servidores y evangelizadores. Un abrazo muy fuerte en este día tan especial. Rita Yenny
Corrientes, Argentina (2010) - Señor, que mi padre descanse en paz a tu lado y que siempre me guíe en mi corazón como un angel de la guarda. Señor que este gozando de tu presencia y que yo tenga la resignación ansiada.
Envigado, Colombia (2009) - Retiro de inducción para quienes deseen participar del Seminario de Restauración Integral para un Encuentro Personal con Jesucristo. Dirige la Psicóloga Lucy Niriel Arias Narváez
Queridos hermanos: ¿Sufre alguno de vosotros? Rece. ¿Está alegre alguno? Cante cánticos. ¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, y que recen sobre él, después de ungirlo con óleo, en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo curará, y, si ha cometido pecado, lo perdonará. Así, pues, confesaos los pecados unos a otros, y rezad unos por otros, para que os curéis.
Mucho puede hacer la oración intensa del justo. Elías, que era un hombre de la misma condición que nosotros, oró fervorosamente para que no lloviese; y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. Luego volvió a orar, y el cielo derramó lluvia y la tierra produjo sus frutos.
Hermanos míos, si alguno de vosotros se desvía de la verdad y otro lo encamina, sabed que uno que convierte al pecador de su extravío se salvará de la muerte y sepultará un sinfín de pecados.
Señor, te estoy llamando, ven deprisa, / escucha mi voz cuando te llamo. / Suba mi oración como incienso en tu presencia, / el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde. R.
Coloca, Señor, una guardia en mi boca, / un centinela a la puerta de mis labios. / Señor, mis ojos están vueltos a ti, / en ti me refugio, no me dejes indefenso. R.
Suba mi oración como incienso en tu presencia, Señor. (Salmo 140)
Evangelio
En aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: "Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él." Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.
El que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él (Marcos 10,13-16)
En el mundo hay cada vez más impedimentos para que los niños se acerquen a Cristo, lo cual requiere de nosotros mayores esfuerzos y actividades que contrarresten este mal. 6 min. 49 seg.
No tengo que saber, entender y decidirlo todo porque sé en Quien he puesto mi fe. Dejar que Dios reine en mi vida muchas veces implica no saber exactamente a dónde me lleva. 5 min. 42 seg.
1.1 La expresión que más se repite en la primera lectura de hoy es: "¡Oren!" Estamos ante un texto que nos invita a orar, un texto que toma en serio el lugar de la oración en nuestra vida diaria, es decir, allí donde suceden las enfermedades, las alegrías, los pecados, las curaciones.
1.2 Tomar en serio la oración no es un asunto de gustos. No se trata de si eres una persona que le "gusta" orar, más o menos como uno suele pensar de la gente que es devota. Nosotros oramos porque nuestra vida llega a múltiples circunstancias en que la única puerta abierta es la que mira al cielo. Un cristiano es alguien que sabe dos cosas: que su vida es incompleta y que sólo puede completarse en Dios.
1.3 Pero el cristiano no está solo. Él no se predicó a sí mismo para convertirse a sí mismo. Por eso sabe que su fe ha brotado de la fe de otros. Sabe que su fe y su oración son un árbol de vida que hunde sus ramas en los que han llegado antes a la vida que no muere. Por eso el recurso a los presbíteros (literalmente: los ancianos, los mayores) es recurso a la fuente. El que recibe la unción de los enfermos de manos del sacerdote está simplemente reconociendo de un modo público y real que su fe nunca fue un invento suyo sino que siempre es un don que viene de la comunidad creyente.
2. "Dejad que vengan a mí"
2.1 Cuando miramos a los apóstoles en su improvisada tarea de niñeros exasperados la escena resulta cómica ante nuestros ojos. Menos gracioso es pensar todo lo que el mundo, nuestro mundo contemporáneo, hace para que los niños NO se acerquen a Jesús. Y por eso, como mensajeros de la santa indignación que sufrió Nuestro Señor en aquel momento, es deber nuestro hacer todo para que el deseo de su corazón se cumpla y los niños le puedan conocer, y recibir su abrazo y su bendición.
2.2 Para que los niños NO se acerquen a Jesús el mundo intenta borrar toda frontera entre el bien y el mal, de modo que la palabra "pecado" nunca aparezca, la noción de culpa no exista y el único motor de la vida sean los propios intereses, gustos o beneficios personales. Un niño así malformado en su alma jamás descubrirá su propia responsabilidad ante Dios y ante los hermanos, y por consiguiente jamás sentirá que necesita de la gracia divina para alcanzar su genuino y pleno ser. Como nos ha enseñado el Papa Juan Pablo II: desaparecida la noción de pecado, desaparece la noción de la gracia.
2.3 Para que los niños NO se acerquen a Jesús nuestro mundo los vuelve supersensibles a sus placeres y super insensibles al dolor del prójimo. Obsesionados por sus demandas de disfrute sin límites no tienen ojos para aquellos a quienes Jesucristo dedicó lo mejor de su tiempo, su amor y sus fuerzas.
2.4 Pero lo más importante de lo que venimos diciendo es que semejante estado de cosas NO es definitivo ni estamos condenados simplemente a ver desmoronarse primero la niñez y luego la juventud. El mismo Jesús que con su amor se abrió paso hasta abrazar y bendecir los niños, está vivo y actuante entre nosotros. Su mismo celo por la gloria de Dios y por la salvación de los hombres hará maravillas en todos los que nos pongamos a su servicio y nos dejemos cobijar en su corazón.
En aquellos días, hallándose Pablo en Mileto, mandó llamar a los presbíteros de la comunidad cristiana de Efeso. Cuando se presentaron, les dijo:
«Miren por ustedes mismos y por todo el rebaño, del que los constituyó pastores el Espíritu Santo, para apacentar a la Iglesia que Dios adquirió con la sangre de su Hijo.
Yo sé que después de mi partida, se introducirán entre ustedes lobos rapaces, que no tendrán piedad del rebaño y sé que, de entre ustedes mismos, surgirán hombres que predicarán doctrinas perversas y arrastrarán a los fieles detrás de sí. Por eso, estén alerta. Acuérdense que durante tres años, ni de día ni de noche he dejado de aconsejar, con lágrimas en los ojos, a cada uno de ustedes.
Ahora los encomiendo a Dios y a su palabra salvadora, la cual tiene fuerza para que todos los consagrados a Dios crezcan en el espíritu».
Dicho esto, se arrodilló para orar con todos ellos.
Miren por ustedes mismos y por todo el rebaño, del que los constituyó pastores el Espíritu Santo, para apacentar a la Iglesia de Dios (Hechos 20, 17-18. 28-32. 36)
Salmo
Dichoso el hombre que ha puesto / su confianza en el Señor, / y no acude a los idólatras, / que se extravían con engaños. R.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, / y, en cambio, me abriste el oído; / no pides sacrificio expiatorio, / entonces yo digo: "Aquí estoy." R.
-Como está escrito en mi libro- / "para hacer tu voluntad." / Dios mío, lo quiero, / y llevo tu ley en las entrañas. R.
He proclamado tu salvación / ante la gran asamblea; / no he cerrado los labios: / Señor, tú lo sabes. R.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. (Salmo 39 )
Evangelio
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban.
Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo:
«Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo».
1.1 La fiesta de la traslación de los restos de Santo Domingo Guzmán tiene un origen tan humilde como humildes pueden ser los huesos y restos humanos después de unos años de haber sido enterrados. De hecho, la palabra "humilde" viene de "humus" que , en latín, significa "tierra," como cuando una persona es en-terrada.
1.2 Domingo fue enterrado primero en un lugar al aire libre, no lejos de donde había muerto en Bolonia. Cuando los frailes quisieron hacer un mausoleo más concorde con la creciente y merecida fama de santidad del gran predicador y maestro de predicadores. Una ceremonia se preparó para abrir el sepulcro. Los frailes temían que el espectáculo de un cuerpo mal descompuesto dejaría pésima impresión en la numerosa multitud. Recordemos que estamos en plena Edad Media cuando todo esto sucede y asuntos tan externos como este pueden tener un efecto notable en la fama de un santo.
1.3 Si uno lo piensa bien, el milagro sucedido, es decir, ese perfume delicioso e inexplicable que brotó de los huesos de Domingo no era un milagro "necesario." De hecho, este acontecimiento tan lateral y casi anecdótico nos ayuda a preguntarnos si los milagros son en realidad necesarios, pues el mismo Señor elogió a los que creen sin haber visto (Juan 20,29). Lo que parece claro es que los milagros son actos libres de la Providencia que despiertan y afianzan la fe al hacer patente el Señorío y la cercanía de Dios.
2. El "buen olor" de Cristo
2.1 Cuando sucedió el milagro del aroma delicioso, aquella vez que trasladaron los huesos de Santo Domingo, los frailes relacionaron de modo muy natural lo sucedido con aquel pasaje de san Pablo: "Pues nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden: para los unos, olor que de la muerte lleva a la muerte; para los otros, olor que de la vida lleva a la vida. Y ¿quién es capaz para esto? (2 Corintios 2,15-16)
2.2 El olor tiene una capacidad de significado que ha sido subestimada, o que apenas se valora en el mundo de la moda o del erotismo. En realidad, nuestra Iglesia ha valorado otro tipo de olores, sintetizados especialmente en el incienso. Lo irónico es que mientras el incienso sale de nuestras celebraciones la gente ahora lo compra en tiendas de corte esotérico o "Nueva Era" para quemarlo en sus casas. En esto se cumple lo de siempre: todo lo que la Iglesia descuida, otro lo aprovecha.
2.3 El olor también está vinculado al recuerdo. Cuando una persona pasa a nuestro lado su olor permanece, a veces unos instantes, a veces por más tiempo. Dios no tendrá que repetir con nuestros restos el milagro que al parecer se dio con los restos de Domingo, pero sí quiere que nuestro "resto," o sea, lo que nosotros dejemos sobre esta tierra, lleve la impronta de su amor, su verdad y su poder.