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Santiago de la Marca, cuyo nombre de pila era Domingo Gangali, nació en Monteprandone, Ascoli Piceno, en 1394. Quedó huérfano de padre siendo todavía muy niño y se trasladó a Offida donde un sacerdote familiar suyo.
Siguió los estudios de derecho civil en Perusia, llegando a ser notario. Después, se estableció en Florencia, lugar en el que fue elegido alcalde.
Regresó a las Marcas por asuntos familiares, se detuvo en Asís y aquí, luego de un coloquio con el Prior de Santa María de los Ángeles, resolvió entrar a formar parte de la familia franciscana.
Realizó su profesión religiosa el primero de agosto de 1416. Seis años más tarde, ya sacerdote, fue encargado de la predicación: "1422, in festo sancti Antonii de Padua incepi predicare Florentiae in sancto Miniato". Y ésta será la ocupación principal de toda su vida hasta la muerte, el 28 de noviembre de 1476 en Nápoles.
Durante más de medio siglo recorrió Europa Oriental y Centro Septentrional, no sólo para predicar el Nombre de Jesús, -tema constante de sus homilías, siguiendo el ejemplo de su maestro San Bernardino-, sino también para cumplir delicadas misiones encomendadas por los Papas Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III.
Este gran peregrino parecía detenerse sólo el tiempo necesario para fundar un nuevo Convento, o para restablecer la observancia de la genuina regla franciscana en los ya existentes.
Los últimos 18 años de su vida los pasó casi todos predicando en las regiones de Italia. Se encontraba en Aquila cuando murió San Bernardino de Siena en 1444, y a los seis años pudo presenciar en Roma su solemne canonización.
Lo seguía devotamente Fray Venancio, quien cuenta que durante una misión predicada en Lombardía, le propusieron a Fray Santiago ser Obispo de Milán. Pero, el humilde fraile no aceptó.
Fray Venancio, tras la muerte del maestro, escribió una biografía de San Santiago de la Marca, en la que narra los milagros que hizo en vida y después de la muerte.
Bogota, Colombia (1989) - Un feliz cumpleaños, eres muy importante para Dios y tu familia. Que el Señor te conceda todos los anhelos de tu corazón, ten fe en El, siempre esta a tu lado y la Santísima Virgen Maria. Muchas bendiciones.
Bogotá, Colombia (1992) - Señor te doy gracias por la vida de mi difunto esposo, por haberme permitido compartir con él, te suplico que le perdones todos sus pecados y equivocaciones y le des el descanso eterno. Amén
En aquellos días, unos hombres espiaron a Daniel y lo sorprendieron orando y suplicando a su Dios. Entonces fueron a decirle al rey: "Majestad, ¿no has firmado tú un decreto que prohíbe hacer oración, durante treinta días, a cualquier dios o cualquier hombre fuera de ti, bajo pena de ser arrojado al foso de los leones?" El rey contestó: "El decreto está en vigor, como ley irrevocable de medos y persas." Ellos le replicaron: "Pues Daniel, uno de los deportados de Judea, no te obedece a ti, majestad, ni al decreto que has firmado, sino que tres veces al día hace oración a su Dios."
Al oírlo, el rey, todo sofocado, se puso a pensar la manera de salvar a Daniel, y hasta la puesta del sol hizo lo imposible por librarlo. Pero aquellos hombres le urgían, diciéndole: "Majestad, sabes que, según la ley de medos y persas, un decreto o edicto real es válido e irrevocable." Entonces el rey mandó traer a Daniel y echarlo al foso de los leones. El rey dijo a Daniel: "¡Que te salve ese Dios a quien tú veneras tan fielmente!" Trajeron una piedra, taparon con ella la boca del foso, y el rey la selló con su sello y con el de sus nobles, para que nadie pudiese modificar la sentencia dada contra Daniel. Luego el rey volvió a palacio, pasó la noche en ayunas, sin mujeres y sin poder dormir. Madrugó y fue corriendo al foso de los leones. Se acercó al foso y gritó afligido: "¡Daniel, siervo del Dios vivo! ¿Ha podido salvarte de los leones ese Dios a quien veneras tan fielmente?" Daniel le contestó: "¡Viva siempre el rey! Mi Dios envió su ángel a cerrar las fauces de los leones, y no me han hecho nada, porque ante él soy inocente, como tampoco he hecho nada contra ti."
El rey se alegró mucho y mandó que sacaran a Daniel del foso. Al sacarlo, no tenía ni un rasguño, porque había confiado en su Dios. Luego mandó el rey traer a los que habían calumniado a Daniel y arrojarlos al foso de los leones con sus hijos y esposas. No habían llegado al suelo, y ya los leones los habían atrapado y despedazado. Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas de la tierra: "¡Paz y bienestar! Ordeno y mando que en mi imperio todos respeten y teman al Dios de Daniel. Él es el Dios vivo que permanece siempre. Su reino no será destruido, su imperio dura hasta el fin. Él salva y libra, hace signos y prodigios en el cielo y en la tierra. Él salvó a Daniel de los leones."
Dios envió su ángel a cerrar las fauces de los leones (Daniel 6,12-28)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora.
Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación."
Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora (Lucas 21,20-28)
Hay un paralelo entre el sufrimiento de Cristo, que condujo a su resurrección, y el sufrimiento de los cristianos, que habrá de llevar a que sea plenamente visible la victoria del Señor. 4 min. 47 seg.
Cada cristiano está en liberación permanente del pecado, esa liberación se completará y llegará en el momento en que Dios sea Todo en todos. 6 min. 42 seg.
Debemos ser conscientes que vienen cosas terribles para la humanidad, que la peor parte las llevaran las ciudades pero no hay que entrar en pánico sino permanecer alegres y confiados en el Señor. 6 min. 35 seg.
1.1 ¡Nos impacta tanto en la primera lectura la imagen de Daniel, honesto y perseguido, rodeado de peligros y sin embargo a salvo! Todo se reúne para hacer de este uno de esos relatos que, una vez escuchados, sencillamente no podemos olvidar: la tensión de una noche de pesadilla que se convierte en una alborada de gozo; la dulce sensación de ver triunfar el bien y de descubrir que hay un límite para la iniquidad de los malvados; la actitud serena pero tan digna de este hombre condenado en su inocencia, que sin embargo no se rinde a los poderes de la tierra sino que se abandona en las manos del rey de los Cielos...
1.2 Yo quisiera destacar hoy, sin embargo, un rasgo aparentemente menor de este relato magnífico. Hay en él una denuncia sutil pero muy aguda del poder de aquellos reyes que se endiosan a sí mismos. Es el caso que este gran rey, Darío, supuestamente el más poderoso hombre de aquella época, resulta obligado a condenar a alguien de cuya inocencia está convencido. Es casi cómica después la imagen de este poderoso señor incapaz de conciliar el sueño, porque ha obrado en contra de sí mismo. Y luego su júbilo por la victoria de Daniel no es sino el reconocimiento de su descanso al ver que hubo uno más grande, Dios, que sí fue capaz de salvar a sus amigos.
2. Hora de Combate, Hora de Liberación
2.1 El cuadro abigarrado y dramático del evangelio de hoy puede confundirnos. Podríamos sentir que la crueldad de aquellas horas últimas hace incierto el desenlace de nuestra propia historia. Mas la intención de Cristo es claramente opuesta a esa incertidumbre: él pretende, por el contrario, mostrar cómo, aunque se agiten y convulsionen cielos y tierra, esas horas finales de combate son también las horas iniciales de nuestra verdadera liberación. El texto, pues, nos habla de un final pero también de un comienzo. Y la idea es: "aunque todo parezca acabar, no será así para ti, si tienes puesta tu fe en el que nunca termina."
2.2 En otro sentido, es claro que hay aquí una enseñanza con respecto a Jerusalén. La consigna es: "¡apártate del epicentro de la catástrofe!" A Jerusalén le ha llegado su hora, y hay un momento en el que no tiene más sentido pretender sostener lo que se derrumba; es preciso saber dejar atrás un pasado que no volverá, una gloria que tuvo su época pero que renegó de su propia vocación.
2.3 ¿Se ha cumplido ya todo esto por el hecho de que Jerusalén cayó en el año 70 de nuestra era y fue pisoteada? Hay quienes entienden que sí; otros piensan que hay un significado permanente en este texto, un algo que va más allá del siglo I de nuestra era. Lo cierto es que, aunque nosotros no estemos exactamente en esa situación, porque desde luego la mayoría de los cristianos estarán o estaremos muy lejos de una Jerusalén física cuando esto suceda en su consumación última, todos tenemos un algo que dejar, un algo que abandonar y por eso necesitamos una conciencia ágil y un corazón libre y dispuesto a partir. Si Cristo dice que se acerca nuestra liberación y nos aferramos a lo que ya no será, querría decir que preferimos nuestras esclavitudes a su libertad.