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Cuando Clara tenía 18 años, San Francisco predicó en Asís los sermones cuaresmales en la Iglesia de San Jorge. Las palabras del "poverello" encendieron el corazón de la joven, quien fue a pedirle en secreto, que la ayudase a vivir según el Evangelio.
San Francisco la alentó en su deseo de dejarlo todo por Cristo. El día de Ramos de 1212, Clara asistió a la bendición de las palmas en la Catedral.
Todos los fieles se acercaban a recibir una rama de olivo, pero Clara se quedó en su sitio, presa de la timidez. Al ver esto, el Obispo llevó la rama hasta el lugar en que se hallaba.
Esa noche, Clara huyó de su casa y se dirigió al pueblo de Porciúncula, que distaba dos kilómetros de donde vivía San Francisco con su Comunidad.
Ahí cambió Clara sus finos vestidos por un hábito de penitente, que consistía en una túnica de tela burda y una cuerda de cinturón. San Francisco le cortó el cabello.
Como éste no había fundado un Convento para religiosas, consiguió alojamiento provisional para Clara en el Claustro de las benedictinas de San Pablo, cerca de Bastia.
Los parientes de Clara ya habían planeado para ella un matrimonio, y en cuanto supieron lo que había pasado, decidieron sacarla del Convento. Se cuenta que Clara se aferró con tal fuerza al altar, que desgarró los manteles cuando la arrancaron de ahí.
La joven se descubrió la cabeza para que viesen sus cabellos cortados, y dijo a sus amigos que Dios la había llamado a su servicio y que ella estaba dispuesta a responder.
Al poco tiempo fue a reunirse con Clara su hermana Inés, lo cual desencadenó una nueva persecución familiar. Más tarde, San Francisco trasladó a Clara e Inés a una casa contigua a la Iglesia de San Damián en las afueras de Asís, y nombró Superiora a Clara.
Al cabo de algunos años, había ya varios Conventos de las clarisas en Italia, Francia y Alemania. La Beata Inés fundó una Orden en Praga, donde tomó el hábito.
Santa Clara y sus religiosas practicaban austeridades hasta entonces desconocidas en los Conventos femeninos. No usaban calzado y dormian en el suelo. No comían carne nunca y sólo hablaban cuando era necesario o por caridad.
La Santa imitó a la perfección el espíritu de pobreza de San Francisco. Gregorio IX acabó por conceder a las clarisas en 1228, el "Privilegium Paupertatis", para que nadie pudiese obligarlas a tener posesiones.
Además, Santa Clara, como verdadera intérprete del espíritu y tradición franciscanos, redactó por su cuenta una Regla que los refleja con fidelidad y que prohibe toda forma de propiedad individual o común. Inocencio IV no aprobó esta Regla sino dos días antes de la muerte de la Santa.
Ella murió el día de la fiesta de San Lorenzo, a los 60 años de edad, de los cuales 40 los consagró a la vida religiosa.
Fue sepultada el 12 de agosto. El Papa Alejandro IV la canonizó en Agnani en 1255.
Santo Domingo, Republica Dominicana (1953) - Es mi madre y la amo con toda el alma y el corazón. Le doy gracias a Dios por la madre que me ha dado ya que en momentos de alegría y tristeza en todos los momentos esta presente como buen soldado de Jesús y María Santísima. Deseo su conversión de corazón para que en momentos difíciles pueda ver la gran misericordia. Muchas felicidades mamita querida y que Dios permita que algún día yo pueda devolverte al 100 x 1 todo lo que desinteresadamente me has dado a mi y a mis hermanos Raquel y Lionel asi como a los demás, que mi padre Dios te lo pague con mucha salud y una lluvia de bendiciones. Nosotros tus hijos te amamos y queremos que vivas para la eternidad te valoramos aunque te hagamos pasar ratos amargos pero como dicen hijo fuiste padre seras y entonces hablaremos. Recibe de igual manera un amoroso saludo de papi Leonel
Ibagué, Colombia (1998) - Estudiante Colegio Tolimense, Acolito de la Parroquia del perpetuo Socorro, de grandes dones dados por Dios como la responsabilidad, piedad, inteligencia y gran amor y ganas de servir y llevar a Cristo. Le gusta mucho la Arquitectura, en sus ratos libres le gusta jugar a armar edificios, jugar sabe lo todo y ajedrez, su equipo favorito el Barcelona, su deportista es Mesi.
En aquellos días, Elías continuó por el desierto una jornada de camino, y, al final, se sentó bajo una retama y se deseó la muerte: "¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres!" Se echó bajo la remata y se durmió. De pronto un ángel lo tocó y le dijo: "¡Levántate, come!" Miró Elías, y vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a echar. Pero el ángel del Señor le volvió a tocar y le dijo: "¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas." Elías se levantó, comió y bebió, y, con la fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.
Con la fuerza de aquel alimento, caminó hasta el monte de Dios (1 Reyes 19,4-8)
Salmo
Bendigo al Señor en todo momento, / su alabanza está siempre en mi boca; / mi alma se gloría en el Señor: / que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, / ensalcemos juntos su nombre. / Yo consulté al Señor, y me respondió, / me libró de todas mis ansias. R.
Contempladlo, y quedaréis radiantes, / vuestro rostro no se avergonzará. / Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha / y lo salva de sus angustias. R.
El ángel del Señor acampa / en torno a sus fieles y los protege. / Gustad y ved qué bueno es el Señor, / dichoso el que se acoge a él. R.
Hermanos: No pongáis triste al Espíritu Santo de Dios con que él os ha marcado para el día de la liberación final. Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.
En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: "Yo soy el pan bajado del cielo", y decían: "No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?" Jesús tomó la palabra y les dijo: "No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan de vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo (Juan 6,41-51)
Cuando llegamos al límite de las fuerzas de nuestra Fe y sentimos que no hay nada que hacer, llega Cristo en nuestro auxilio, dándonos la gracia de enfrentar los problemas. 18 min. 28 seg.
Jesús el Pan del cielo que recibimos en cada Eucaristía es capaz de transformar lo que para ti es un final en un nuevo comienzo en su Nombre y para su gloria. 6 min. 2 seg.
Una vida eucarística es aquella en que Cristo despliega su amor y poder, es decir, la fuerza de su propia vida en nosotros. por eso la vida eucarística implica: recibir, vivir y entregar a Jesucristo. La Virgen Santa es referencia perfecta de lo que esto significa y cómo se vive a plenitud. 45 min. 23 seg.
Nuestros solos razonamientos no nos permiten entender de verdad quién es Cristo, ni siquiera si pretendemos ayudarnos hablando unos con otros. La fe es puro don de Dios, que no lo niega a quienes se disponen para recibirlo. 6 min. 53 seg.
Para afrontar como Jesús el abandono de los amigos y la persecución de los enemigos debemos estar en comunión con el Padre alimentándonos de la oración, de su Palabra, de los sacramentos y contar con una buena formación cristiana. 7 min. 51 seg.
1.1 La primera lectura nos deja ver el espantoso desaliento que padece uno de los hombres más grandes del Antiguo Testamento.
1.2 Se trata de Elías, el campeón de la fe, el gigante de la profecía, que abrumado por la soledad y las persecuciones se deja caer en el sueño de la depresión, no sin antes anunciar su absoluta amargura: "¡Basta, Señor! Quítame la vida, que no soy mejor que mis antepasados".
1.3 Elías había dado lo que podía dar. Se ha agotado tratando de sostener en sí mismo y en los demás la fe verdadera, en tiempos en que todo parecía ser engullido por la religión cómoda, prometedora y libertina de Baal. El fruto de su predicación es inmenso, si pensamos en lo que logró y en los testimonios que leemos en la Biblia, pero el costo es muy alto en términos de soledad y de zozobra. Finalmente, el peso doblega a nuestro héroe, que se derrumba en silencio, en una caverna sin nombre. Allí envía Dios a su ángel, para que lo consuele y levante, pero sobre todo para darle pan y nuevas fuerzas.
1.4 La frase del ángel es fundamental: "el camino es largo... es superior a tus fuerzas". Necesitamos el pan de Dios para recorrer el camino de Dios. Uno puede "vivir" sin la fuerza que Dios da, pero no para recorrer el camino que Dios ofrece. Porque es cierto que el mundo da su propio pan, que sirve para hundirse en su jungla de engaños y placeres. Y el demonio da su pan de orgullo, que sirve para perderse en las sendas del odio y la locura. Y la carne da su pan sabroso de pecado, que sirve para acabar ahogándose en el vacío y en la nada.
1.5 Pero para avanzar por el camino de Dios, que es el camino de la vida, se necesita el pan de Dios, el Dios de la vida.
2. Pan del Cielo
2.1 Los últimos domingos hemos venido siguiendo el capítulo sexto del evangelio de Juan; se trata del discurso del Pan de Vida, que tiene su comienzo en un hecho --la multiplicación de los panes-- pero que se convierte en un mensaje trascendente.
2.2 Del pan que sacia un día, Jesús pasa a revelarnos el pan que sacia para siempre. Del pan preparado en nuestros hornos, pasa a revelarnos el Pan que viene del cielo. Del pan hecho con nuestro trigo, al Pan que es Él mismo.
2.3 De esta manera, el pan mismo se convierte en una inmensa parábola que habla del hambre humana y de la providencia divina, de nuestra indigencia y de su largueza, de su vida que sostiene y de la muerte que nos acecha, de nuestra necesidad de permanecer y de su gracia, que nos hace perdurar y ser fecundos.
2.4 Estas verdades sobre el pan de la vida se cumplen en todo lo que tiene que ver con Jesucristo: creer en él alimenta; leer su Palabra alimenta; adorarle alimenta; practicar sus enseñanzas, servirle en sus hermanos pobres, invocarle con fe... todo esto es alimento y vida del alma humana. Mas nunca es tan claro el mensaje del Pan de Vida como ante el misterio eucarístico. En la sencillez de la hostia y en aquellas palabras que escuchamos al comulgar está todo: "El Cuerpo de Cristo... Amén".