La evangelización, decía Pablo VI, es la razón de ser de la Iglesia misma (Encíclica 'Evangelii Nuntiandi', n. 17). Nacida de la noticia de la Pascua y de la efusión del Espíritu Santo, la Iglesia no tiene otra razón de ser sino anunciar con su ser y con su palabra que "Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre" (Flp 2,11). Las instituciones y obras de la Iglesia tienen esta meta última que se cumple de muy diversos modos, según los distintos carismas con que el Espíritu Santo enriquece y fortalece a la misma Iglesia. Por eso existe un sentido 'amplio' de la palabra evangelización, porque es un hecho que una obra de misericordia, una liturgia solemne, un monasterio en el desierto o tantas otras cosas en cierto momento pueden ser instrumentos de conversión y edificación en la fe, es decir, de 'evangelización'.
Sin embargo, hay también un sentido 'estricto' de evangelización que se refiere sobre todo al uso de la palabra como presentación expresa de la noticia de Jesucristo con el propósito explícito de llamar a toda creatura racional a su servicio. La Historia nos cuenta que fue éste el carisma propio de Santo Domingo, el Fundador de la Orden de Predicadores. Quería él una Orden que se llamase y fuese de "predicadores".
Con esta misma inspiración y a impulsos de una gracia semejante, hoy encontramos a muchos laicos que han sido ganados para Cristo a través de la predicación y que quieren servir a Dios con un ministerio parecido. A ellos especialmente les puede interesar la Asociación Kejaritomene.
I. Definición
III. Las Etapas de la Evangelización
IV. La Importancia y los límites de la Comunidad
V. Los cinco pilares de Kejaritomene
VII. Apéndice: Síntesis Histórica