Lección VIII:
En tiempos de prueba
Todas nuestras certezas tiemblan cuando nos visitan el dolor, la persecución o la tentación. La Biblia no podía dejarnos solos en esos momentos qe, si bien son duros, son también la escuela más preciosa para la purificación de la fe.
279. Así vosotros ahora estáis tristes; pero os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y nadie os quitará vuestra alegría. (Jn 16,22)
280. No os dejo huérfanos, volveré a visitaros. Dentro de poco el mundo ya no me verá; vosotros, en cambio, me veréis, porque yo vivo y vosotros viviréis. (Jn 14,18-19)
281. Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis mientras el mundo se divierte; estaréis tristes pero vuestra alegría se convertirá en gozo. (Jn 16,20)
282. Decía Sión: Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado. ¿Puede una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré. Mira, en mis palmas te llevo tatuada, tus muros están siempre ante mí. (Is 49,14-16)
283. Yo conozco mis designios sobre vosotros: designios de prosperidad, no de desgracia, de daros un porvenir y una esperanza. Me invocaréis, vendréis a rezarme y os escuchare; me buscaréis y me encontraréis, si me buscáis de todo corazón; me dejaré encontrar y cambiaré vuestra suerte. (Jr 29,11-14)
284. Hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión; antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad! (Lm 3,21-23)
285. La misericordia de Dios en tiempo de aflicción llega como nubes de lluvia en tiempo de sequía. (Sir 35,24)
286. No envidie tu corazón a los pecadores, más bien en el temor del Señor permanezca todo el día, porque hay un mañana, y tu esperanza no será aniquilada. (Pr 23,17-18)
Véase también: III-D, IX-B, IX-C
VIII-B. Conserva la confianza en tu Dios
287. Si Dios está de nuestra parte, ¿quién estará en contra? El que no reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros ¿cómo no nos va a regalar todo lo demás con el? (Rm 8,31-32)
288. Por consiguiente, quien crea estar firme, tenga cuidado, no caiga. Ninguna prueba os ha alcanzado que sea sobrehumana. Fiel es Dios y no permitirá que seáis probados por encima de vuestras fuerzas, con la prueba os abrirá una salida para que podáis soportarla. (1 Cor 10,12-13)
289. Tú eres mi siervo, te he elegido y no te he rechazado. No temas, que yo estoy contigo; no te angusties, que yo soy tu Dios: te fortalezco y te auxilio y te sostengo con mi diestra victoriosa. (Is 41,9-10)
290. No temas, que te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú eres mío. Porque te aprecio y eres valioso y yo te quiero. No temas, que contigo estoy yo. (Is 43,1.4)
291. No temáis la afrenta de los hombres, no desmayéis por sus oprobios: pues la polilla los roerá como a la ropa, como los gusanos roen la lana; pero mi victoria dura por siempre, mi salvación de edad en edad. (Is 51,7-8)
292. Así dice el Señor: ¡Maldito quien confía en el hombre y busca apoyo en la carne, apartando su corazón del Señor! Será cardo estepario que no llega a ver la lluvia. ¡Bendito quien confía en el Señor y busca en él su apoyo! Será un árbol plantado junto al agua, arraigado junto a la corriente; cuando llegue el bochorno no temerá, no deja de dar fruto. (Jer 17,7-8)
293. En el mundo pasaréis aflicción; pero tened ánimo, yo he vencido al mundo. (Jn 16,33)
294. El Señor es mi lote, me digo, y espero en el. El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor. (Lm 3,24-26)
295. Aquel día dirán a Jerusalén: No temas, Sión, no te acobardes; el Señor, tu Dios, es dentro de ti un soldado victorioso que goza y se alegra contigo renovando su amor. (Sof 3, 16-17)
296. Da su recompensa, Señor, a los que te aguardan, y que tus profetas queden acreditados. (Sir 36,15)
Véase también: I-E, V-F, VII-D, IX-C
297. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre compasivo y Dios de todo consuelo, que nos consuela en cualquier tribulación, para que nosotros, en virtud del consuelo que recibimos de Dios, podamos consolar a los que pasan cualquier tribulación. (2 Cor 1,3-4)
298. El da fuerza al cansado, acrecienta el vigor del inválido; aun los muchachos se cansan, se fatigan; los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse. (Is 40,29-31)
299. Todo lo puedo con el que me da fuerzas. (Flp 4, 13)
300. Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad. (2 Cor 12,9)
301. La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios se infunde en nuestro corazón por el don del Espíritu Santo. (Rm 5,5)
Véase también: II-I, VII-A, IX-A
VIII-D. La fidelidad se muestra en la prueba
302. Este dicho merece fe: Si morimos con él, viviremos con él: si aguantamos, reinaremos con él; si renegamos de él, renegará de nosotros; si le somos infieles, él se mantiene fiel, pues no puede negarse a sí mismo. (2 Tm 2,11-13)
303. ¡Ay del corazón caído, que no tiene confianza! Por eso no será protegido. (Sir 2,13)
304. El Señor no se retrasa en cumplir su promesa, como algunos piensan, sino que tiene paciencia con vosotros, pues no quiere que se pierda nadie, sino que todos se arrepientan. (2 P 3,9)
305. Hijo mío, cuando te acerques a servir al Señor, prepárate para la prueba, mantén el corazón firme, sé valiente, no te asustes cuando te sobrevenga una desgracia. (Sir 2,1-2)
306. Esforzaos por afianzar vuestra vocación y elección. Si obráis así, no tropezaréis; antes bien, os darán generosamente entrada en el reino perpetuo del Señor nuestro y salvador Jesucristo. (2 P 1,10-11)
307. Todavía no habéis resistido hasta la sangre en vuestra lucha contra el pecado. (Hb 12,4)
308. Someteos, pues, a Dios. Resistid al diablo y huirá de vosotros. (St 4,7-8)
309. Quien no ha pasado pruebas, poco sabe. (Sir 34,10)
310. Uno que hecha mano al arado y mira atrás, no es apto para el Reino de Dios. (Lc 9,62)
Véase también: III-D, III-L, VI-E, VII-C, IX-D, X-B
VIII-E. Ante la enfermedad física
311. Hijo, en tu enfermedad no pierdas la paciencia, reza al Señor y él te curará. Abandona tus malos pasos, conserva limpias tus manos, y de todo pecado purifica tu corazón. Ofrece a Dios sacrificios agradables y ofrendas generosas según tus recursos. Después acude al médico, porque también a él lo creó el Señor. (Sir 38,9-12)
Véase también: V-I.