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Gobernaba su grey en tiempo del Emperador Diocleciano, siendo su gobernador Daciano, quienes con sus mandatos obligaban a los cristianos a adorar a los falsos dioses.
Teopompo, -que se hallaba en Aragón para burlar dichas leyes-, cuando fue alcanzado, es martirizado en un horno encendido.
A Daciano se le aparece milagrosamente aquella noche el Santo que le recuerda sus crueldades. El gobernador decide ponerlo a salvo, al tiempo que intenta explicar la visión, atribuyéndola al poder de la magia.
Pasa el tiempo, y de nuevo es Teopompo encarcelado durante veintidós días, en los que fue sometido al más riguroso ayuno. Le sacaron en esta ocasión el ojo derecho, pero ni aún así consiguen la renuncia a la fe o la apostasía del Obispo cristiano.
Ante su fortaleza y constancia, deciden que el mago egipcio, Teónas, lo matase con hechizos, administrándole píldoras nocivas.
La intervención divina toca el corazón del mago, que se bautizó con el nombre de Sinesio y llegó a coronar también su vida con el martirio el mismo día que el Obispo Teopompo. Aunque años después, como lo señala el Martirologio Romano: «Eodem die sanctorum Martyrum Synesii et Theopompi», el 21 de Mayo.
La leyenda narra, resaltando la grandeza de Dios y la fidelidad del Obispo santo frente a la debilidad patente del grandioso y cruel mandatario Daciano, que prosiguió éste intentando vengar la fuerza pertinaz de la divinidad.
Mandó azotar y despeñar el cuerpo de Teopompo, rematándolo, -cuando ya no hacía falta-, con el degollamiento, separando de su cuerpo la cabeza con la espada.
Su entrada triunfal ocurrió el mismo día de su celebración, al ser para él el «dies natalis».
De este modo quiso Dios premiar a las dos Nertóbrigas romanas, a Fregenal, teniendo un insigne Prelado, y a Almuña o Ricla, como lugar de su martirio.
El Obispo Fray Francisco de Rois, previa consulta al Cabildo, se dirige a los primeros teólogos, maestros y catedráticos de la Universidad de Salamanca, para que dictaminaran sobre las Santas Reliquias de San Teopompo, los que respondieron afirmativamente, «nemine discrepante».
En efecto, el 6 de Julio de 1670 se concede, según las normas de San Pio V y Gregorio XIII, la celebración con Misa y Oficio del común, el 21 de Mayo.
La Vita Sanctorum adorna con descripción viva, una vez más y según el estilo que caracteriza a este género literario, el hecho de que alguien muriera por su fe, resistiendo la injusta violencia del poderoso.
Teopompo, Obispo y Mártir, es el modelo, y su amor a Jesucristo hasta la muerte, la lección.
Los modos importan menos; sólo intentan ayudarnos a ser fieles siempre, sobre todo al ponerse cuesta arriba nuestro caminar.
Porque, no es infrecuente contemplar, -teste historia-, el «cambio de chaqueta» cuando se mudan los aires, y vivir en cristiano se torna difícil.
Queridos hermanos: ¿Sufre alguno de vosotros? Rece. ¿Está alegre alguno? Cante cánticos. ¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, y que recen sobre él, después de ungirlo con óleo, en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo curará, y, si ha cometido pecado, lo perdonará. Así, pues, confesaos los pecados unos a otros, y rezad unos por otros, para que os curéis.
Mucho puede hacer la oración intensa del justo. Elías, que era un hombre de la misma condición que nosotros, oró fervorosamente para que no lloviese; y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. Luego volvió a orar, y el cielo derramó lluvia y la tierra produjo sus frutos.
Hermanos míos, si alguno de vosotros se desvía de la verdad y otro lo encamina, sabed que uno que convierte al pecador de su extravío se salvará de la muerte y sepultará un sinfín de pecados.
Señor, te estoy llamando, ven deprisa, / escucha mi voz cuando te llamo. / Suba mi oración como incienso en tu presencia, / el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde. R.
Coloca, Señor, una guardia en mi boca, / un centinela a la puerta de mis labios. / Señor, mis ojos están vueltos a ti, / en ti me refugio, no me dejes indefenso. R.
Suba mi oración como incienso en tu presencia, Señor. (Salmo 140)
Evangelio
En aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: "Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él." Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.
El que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él (Marcos 10,13-16)
En el mundo hay cada vez más impedimentos para que los niños se acerquen a Cristo, lo cual requiere de nosotros mayores esfuerzos y actividades que contrarresten este mal. 6 min. 49 seg.
No tengo que saber, entender y decidirlo todo porque sé en Quien he puesto mi fe. Dejar que Dios reine en mi vida muchas veces implica no saber exactamente a dónde me lleva. 5 min. 42 seg.
1.1 La expresión que más se repite en la primera lectura de hoy es: "¡Oren!" Estamos ante un texto que nos invita a orar, un texto que toma en serio el lugar de la oración en nuestra vida diaria, es decir, allí donde suceden las enfermedades, las alegrías, los pecados, las curaciones.
1.2 Tomar en serio la oración no es un asunto de gustos. No se trata de si eres una persona que le "gusta" orar, más o menos como uno suele pensar de la gente que es devota. Nosotros oramos porque nuestra vida llega a múltiples circunstancias en que la única puerta abierta es la que mira al cielo. Un cristiano es alguien que sabe dos cosas: que su vida es incompleta y que sólo puede completarse en Dios.
1.3 Pero el cristiano no está solo. Él no se predicó a sí mismo para convertirse a sí mismo. Por eso sabe que su fe ha brotado de la fe de otros. Sabe que su fe y su oración son un árbol de vida que hunde sus ramas en los que han llegado antes a la vida que no muere. Por eso el recurso a los presbíteros (literalmente: los ancianos, los mayores) es recurso a la fuente. El que recibe la unción de los enfermos de manos del sacerdote está simplemente reconociendo de un modo público y real que su fe nunca fue un invento suyo sino que siempre es un don que viene de la comunidad creyente.
2. "Dejad que vengan a mí"
2.1 Cuando miramos a los apóstoles en su improvisada tarea de niñeros exasperados la escena resulta cómica ante nuestros ojos. Menos gracioso es pensar todo lo que el mundo, nuestro mundo contemporáneo, hace para que los niños NO se acerquen a Jesús. Y por eso, como mensajeros de la santa indignación que sufrió Nuestro Señor en aquel momento, es deber nuestro hacer todo para que el deseo de su corazón se cumpla y los niños le puedan conocer, y recibir su abrazo y su bendición.
2.2 Para que los niños NO se acerquen a Jesús el mundo intenta borrar toda frontera entre el bien y el mal, de modo que la palabra "pecado" nunca aparezca, la noción de culpa no exista y el único motor de la vida sean los propios intereses, gustos o beneficios personales. Un niño así malformado en su alma jamás descubrirá su propia responsabilidad ante Dios y ante los hermanos, y por consiguiente jamás sentirá que necesita de la gracia divina para alcanzar su genuino y pleno ser. Como nos ha enseñado el Papa Juan Pablo II: desaparecida la noción de pecado, desaparece la noción de la gracia.
2.3 Para que los niños NO se acerquen a Jesús nuestro mundo los vuelve supersensibles a sus placeres y super insensibles al dolor del prójimo. Obsesionados por sus demandas de disfrute sin límites no tienen ojos para aquellos a quienes Jesucristo dedicó lo mejor de su tiempo, su amor y sus fuerzas.
2.4 Pero lo más importante de lo que venimos diciendo es que semejante estado de cosas NO es definitivo ni estamos condenados simplemente a ver desmoronarse primero la niñez y luego la juventud. El mismo Jesús que con su amor se abrió paso hasta abrazar y bendecir los niños, está vivo y actuante entre nosotros. Su mismo celo por la gloria de Dios y por la salvación de los hombres hará maravillas en todos los que nos pongamos a su servicio y nos dejemos cobijar en su corazón.