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San Marino pertenecía a una noble familia de Cesarea de Palestina y se había distinguido en el ejército.
Iba a ser condecorado con el emblema de centurión, cuando uno de sus rivales objetó que no tenía derecho a aspirar a esa dignidad, porque era cristiano y no podía ofrecer sacrificios al Emperdor.
Al ser interrogado por el gobernador Aqueo, Marino se confesó servidor de Cristo, y ante su negativa de adorar a las divinidades paganas, fue ejecutado inmediatamente.
San Astirio, un senador romano que gozaba del favor del emperador, asistió al martirio de Marino, envolvió el cadáver en su propia capa, se lo echó sobre los hombros y le dio cristiana sepultura.
Cuando el gobernador se enteró de lo sucedido, interrogó a Astirio, y al confesarse cristiano, fue condenado a muerte.
Bellavista-Callao, Perú (1956) - Que Dios otorgue sabiduría y fortaleza para seguir luchando en esta vida y crecer espiritualmente. Muchas Bendiciones en Cristo Jesús y la Virgen María.
Kariya, Japón (1990) - Dios Padre Todopoderoso, nos ilumine y guie, aumente nuestra fé y nuestro compromiso matrimonial, para que siempre podamos confiar plenamente en el otro y amarnos hasta que la muerte nos separe. Amén
Las Flores (Pcia.Bs.As.), Argentina (1990) - Querido Padre Celestial, gracias por bendecirnos día a día durante tantos años. Te pedimos humildemente que nos sigas regalando salud, amor y armonía en nuestras vidas. Y que sea como te prometimos: Hasta que la muerte nos separe. Amén.
Hermanos: Cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: "La muerte ha sido absorbida en la victoria.
¿Dónde está, muerte, tu victoria?
¿Dónde está, muerte, tu aguijón?"
El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la Ley.
¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!
Así, pues, hermanos míos queridos, manteneos firmes y constantes.
Trabajad siempre por el Señor, sin reservas, convencidos de que el Señor no dejará sin recompensa vuestra fatiga
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: "¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?
Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.
¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Hermano, déjame que te saque la mota del ojo", sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.
No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano.
Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca."
Jesús nos llama a conocer nuestras limitaciones, sesgos y prejuicios para poder corregirnos; y luego empezar a conocer a los demás para servirles y evangelizarlos. 4 min. 2 seg.
Cristo nos propone el auténtico camino de conversión: en primer lugar revísate, vuelve sobre ti, descubre lo que hay en ti; luego limpia y llena de luz tu corazón para que finalmente lo que hay dentro de ti florezca y fructifique. 6 min. 14 seg.
El Reino de Dios no empezará por lo que hacemos afuera de nosotros, tratando de cambiar o dirigir a otras personas, sino por la transformación de nuestro interior, de nuestro corazón, para que podamos dar frutos nuevos y buenos. 21 min. 4 seg.
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1.1 La insistencia frecuente en la necesidad de ACTUAR más que HABLAR puede llevarnos a la falsa idea de que las palabras poco importan. Es un pensamiento trágicamente erróneo porque en efecto nuestras palabras pueden sanar pero también herir; pueden guiar o también desorientar.
1.2 Las palabras tienen esa capacidad de impacto porque también brotan de muy adentro de nosotros. La primera lectura de hoy nos recuerda que en la manera de razonar cada uno revela lo que lleva por dentro. Y es muy cierto: al presentar nuestros argumentos estamos también revelando dos cosas claves: ¿qué tanto importa la verdad? ¿Cuáles son las propias prioridades en este caso?
2. Conocerse para superar prejuicios
2.1 Un buen autoexamen es un modo honesto de buscar la verdad. Aquella famosa comparación de Cristo entre la paja y la viga hace ver de modo casi gracioso cómo lo que más nos perturba no es la información exterior sino los prejuicios y sesgos que interiormente llevamos a todas partes. Tomar conciencia de ello es un comienzo de libertad y una buena apuesta hacia la verdad.
2.2 Una persona honesta de corazón modera sus palabras precisamente porque sabe que su percepción de las cosas todavía puede ser incompleta. La necedad en cambio es temeraria y arrogante. Dicho de otro modo: cuando escuchamos que alguien es consciente de sus "vigas" podemos esperar muchas más luz de esa persona.
3. Un llamado a la prudencia
3.1 La observación que hace Cristo en el Evangelio, en cuanto a los "frutos" como criterio de discernimiento, va en la misma línea de lo que venimos diciendo: ¿qué sale de cada persona? De seguro ello nos puede contar algo de lo que lleva por dentro. Pero esta observación conviene tomarla con una precaución especial.
3.2 En efecto, en un cultura agraria, "los frutos" son un sinónimo de "la cosecha" es decir: todo lo que la tierra dio en aquella temporada. Fijarse en los frutos implica entonces ampliar la mirada y buscar un arco de comprensión suficientemente amplio. Una persona puede parecer agria el día que la tratamos pero era solo un día; o puede parecer muy bondadosa, y luego se demostró que era aduladora. Ver "los frutos" implica entonces fijarse en toda una cosecha y no solo en unas cuantas muestras. Así se avanza hacia la sabiduría!