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San Jerónimo Emiliani, o Miani, nació en Venecia en el año 1486. Huérfano de padre en tierna edad, fue sabiamente educado en la fe cristiana por la madre, Dionora Morosini, mujer de sentimientos muy elevados.
En 1506 ingresó a la vida pública, dedicándose sobre todo al ejercicio de las armas. Pasó a ser soldado de la Serenísima República, y en 1511 lo enviaron a la fortaleza de Castelnuovo de Quero, situada a la orilla del Piave, con carácter de Gobernador regente.
En el Santuario de la 'Madonna Grande' en Treviso, Jerónimo prometió solemnemente entregarse en su totalidad al servicio de Dios y del prójimo.
Al volver a Venecia, repartió su patrimonio a los pobres y se asoció a la Compañía del Divino Amor, que se dedicaba, en particular, a la asistencia de los enfermos 'incurables'.
También él contrajo en este servicio una grave enfermedad, que superó gracias a su robusta fibra. Con nuevas energías, volvió a la labor de la caridad.
Su corazón, muy sensible a todas las miserias humanas, quedó profundamente impresionado al ver la deplorable condición de muchísimos niños, faltos de padres y abandonados al destino.
Empezó a dar asilo a unos de estos huérfanos en su propia casa. Y en seguida, como el número iba aumentando, abrió para ellos un hogar cerca de la Iglesia de San Basilio y otro, cerca de la Iglesia de San Roque, en Venecia.
A los huérfanos, el Santo enseñaba los primeros elementos del saber, y al mismo tiempo, las nociones fundamentales de la fe cristiana.
Además, procuraba que aprendieran un oficio, con el fin de que pudieran entrar a formar parte de la sociedad como elementos vivos y activos, aptos para desenvolver con dignidad su personalidad humana y cristiana.
Fundó y asistió muchos orfelinatos en toda Italia y también en algunas regiones fuera de ella.
Cuando el Santo se dio cuenta de que se iba debilitando físicamente y que tenía que dejar ya sus andanzas apostólicas de caridad, escogió como morada predilecta, el pequeño pueblo de Somasca, cerca de Lecco.
En este lugar, su ardiente fervor espiritual podía contar con soledad, oración y meditación. Murió santamente al amanecer del 8 de Febrero de 1537 a la edad de 51 años, víctima de su misma caridad.
Beatificado en 1747, lo proclamaron Santo en el año 1767. El Papa Pío XI lo declaró "Patrono Universal de los huérfanos y de la Juventud abandonada".
La Fiesta de San Jerónimo Emiliani se celebra cada año, el 8 de Febrero, día de su tránsito al Cielo.
Managua, Nicaragua (1991) - A mí bisabuela a quien me dio la energía de seguir en la vida por su esfuerzo y vitalidad para con toda la familia. Scarleth
Cuando el rey Salomón llegó a viejo, sus mujeres desviaron su corazón tras dioses extranjeros; su corazón ya no perteneció por entero al Señor como el corazón de David, su padre. Salomón siguió a Astarté, diosa de los fenicios, y a Malcón, ídolo de los amonitas. Hizo lo que el Señor reprueba; no siguió plenamente al Señor como su padre David. Entonces construyó una ermita a Camós, ídolo de Moab, en el monte que se alza frente a Jerusalén, y a Malcón, ídolo de los amonitas. Hizo otro tanto para sus mujeres extranjeras, que quemaban incienso y sacrificaban en honor de sus dioses.
El Señor se encolerizó contra Salomón, porque había desviado su corazón del Señor Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, y que precisamente le había prohibido seguir a dioses extranjeros; pero Salomón no cumplió esta orden. Entonces el Señor le dijo: "Por haberte portado así conmigo, siendo infiel al pacto y a los mandatos que te di, te voy a arrancar el reino de las manos para dárselo a un siervo tuyo. No lo haré mientras vivas, en consideración a tu padre David; se lo arrancaré de la mano a tu hijo. Y ni siquiera le arrancaré todo el reino; dejaré a tu hijo una tribu, en consideración a mi siervo David y a Jerusalén, mi ciudad elegida."
Por haber sido infiel al pacto, de voy a arrancar el reino de las manos; pero dejaré a tu hijo una tribu, en consideración a David (1 Reyes 11,4-13)
Salmo
Dichosos los que respetan el derecho / y practican siempre la justicia. / Acuérdate de mí por amor a tu pueblo, / visítame con tu salvación. R.
Emparentaron con los gentiles, / imitaron sus costumbres; / adoraron sus ídolos / y cayeron en sus lazos. R.
Inmolaron a los demonios / sus hijos y sus hijas. / La ira del Señor se encendió contra su pueblo, / y aborreció su heredad. R.
Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo. (Salmo 105)
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Se alojó en una casa, procurando pasar desapercibido, pero no lo consiguió; una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró en seguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era griega, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo: "Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos." Pero ella replicó: "Tienes razón, Señor; pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños." Él le contestó: "Anda, vete, que, por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija." Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.
Los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños (Marcos 7,24-30)
Es necesario evangelizar a los que no tienen fe, hablándoles no sólo a sus oídos, sino también a su alma, a su corazón y a su conciencia. 13 min. 56 seg.
Cristo no viene simplemente a aliviar dolores, viene a cambiar vidas; más que curar Él quiere que haya un encuentro con el Dios vivo mostrándonos su plan de salvación. 6 min. 54 seg.
Cuidado con el amor a la prosperidad puramente mundana y material que nos lleva a la idolatría; por lo que debemos cultivar: la sobriedad que pone a raya nuestros apetitos y la solidaridad para mirar hacia quienes sufren. 6 min. 51 seg.
Hay un contraste en las lecturas de hoy: en la primera lectura encontramos mujeres extranjeras que llegan a Jerusalén imponiendo sus costumbres y sus ídolos; en el Evangelio, una extranjera logra que su hija sea liberada del demonio a través de la fe y la humildad. 6 min. 17 seg.
La Biblia nos enseña que hay grandeza pero también hay miseria, nos trae el criterio para reconocer y agradecer en nosotros un tesoro pero también a darnos cuenta que somos vasos de barro con pecados y errores. 6 min. 41 seg.
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1.1 Ayer oíamos del sublime esplendor del reinado de Salomón. ¡Lo vimos tan alto y encumbrado! De esa altura le vemos caer hoy aparatosamente. "Así pasa la gloria del mundo," como dice el adagio, y es el hecho que a veces subir tan alto sólo sirve para golpearse más en la caída.
1.2 ¿Por qué cayó Salomón? Porque se enamoró de ese estado de paz y bienestar tan parecido al paraíso. Olvidó un hecho fundamental: Dios echó de aquel jardín maravilloso a Adán y a Eva pero no a la serpiente; ella sigue en el paraíso. Y cada vez que la vida humana se vuelve demasiado "paraíso" está cerca Satanás con su estribillo pegajoso y sugestivo: "No necesitas de Dios para tener lo que tienes..."
1.3 Salomón descuidó su relación con Dios, demasiado ocupado de las relaciones internacionales para acrecentar el futuro político de su pueblo, y demasiado entretenido en las relaciones con mujeres, fuera por la misma política o para sentir que era grande sobre toda medida.
1.4 El efecto fue desastroso: la idolatría acampó en el pueblo de Dios. Y una vez perdida la referencia a Dios lo que queda a la vista, o sea: poder, dinero y placer, se adueña de los corazones. Poseídos por tales codicias ya no pueden sino dividirse y luchar unos contra otros. Así acabó el esplendor de uno de los reyes más famosos del mundo.
1.5 No sobra repetir: a nosotros nos puede pasar lo mismo. Como civilización occidental es un hecho que nos está pasando. La civilización que nació sobre la base del pensamiento cristiano ahora tomo como bienes mostrencos los mismos principios que le dieron vida, y cree que haciendo afirmaciones intelectualmente valiosas y alianzas políticas extensas todo está asegurado. Pero la historia se repite: la codicia asoma y las divisiones dolorosas no auguran paz sino agria disputa de poderes y prebendas. Kyrie, eleison.
2. Jesús nos desconcierta
2.1 En el evangelio de hoy una mujer se acerca pidiendo un favor y Jesús no parece hacerle caso. Es desconcertante. La mujer insiste y Jesús le recuerda la distancia que los separa: el pan es para los hijos, o sea, los judíos, y no para los perritos, o sea, los extranjeros. Desconcierto mayor.
2.2 Podemos empezar a salir de nuestra perplejidad en cuanto recordamos a qué vino Cristo. Su primer objetivo es el cumplimiento de las promesas que Dios hizo por boca de los profetas. En esas promesas Dios revela su fidelidad y muestra la calidad de su amor. Desatender esa palabra, desatender al pueblo elegido sería negar la naturaleza misma del amor de Dios, que es fiel más allá de nuestra infidelidad.
2.3 De modo que lo más importante para Jesús no son las obras maravillosas, las que impresionan a la gente y las que la gente siempre pedirá: milagros, exorcismos, prodigios. Hágalos quien los haga, siempre habrá demanda y público para cosas así. Jesús no se fía del poder de esos prodigios, que a veces llevan a Dios y a veces hacia la magia. ¿Cuánta gente se ha alejado de Dios por buscar un "milagrito" en ídolos y brujos? Por eso Jesús no se fía de esas cosas por sí mismas, así parezcan tan interesantes o poderosas para la conversión.
2.4 La verdadera conversión: esa es la grande y genuina maravilla. Y es maravilla brota más de la humildad que de otra cosa. Jesús, trayéndole humildad a esta mujer y apartándola de la premura agobiante de su urgencia inmediata, en realidad la estaba atrayendo hacia la fe verdadera, como hija adoptiva del pueblo de la alianza.