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Perteneció a una familia rica e ilustre. Habiendo sido consagrada a Dios desde sus primeros años, triunfó sobre los muchos asaltos a su pureza.
Quinciano, un dignatario consular, pensó que podría llevar a cabo sus perversas intenciones hacia la Santa, a través del edicto del emperador contra los cristianos.
Así, él ordenó que la entregaran a una casa de mala fama, donde Águeda sufrió asaltos y asechanzas a su honra.
Después de transcurrido un mes, el cónsul trató de asustarla con sus amenazas, pero ella se mantuvo como una fiel sierva a Jesucristo. Molesto por la negativa, mandó que fuera azotada y llevada a prisión.
Al día siguiente, al ser interrogada de nuevo, su firme adhesión a Cristo resultó ser el motivo de otras torturas y sufrimientos para la Santa, quien expiró pronunciando alabanzas a Nuestro Señor.
Bogotá, Colombia - Hola Hermanita: Que Dios te bendiga hoy y el resto de tus días, que a partir de hoy cada dia sea mejor en compañía de ese hombre maravilloso que Dios te va a dar y esos hijos preciosos.
Un beso. Que Dios y la Virgen Santísima te guarden siempre. Te amamos muuucho Valentina y yo!
Saltillo-Coahuila, México (1996) - Deseo que Dios te bendiga y te permita ser una niña tan buena como hasta hoy, te amamos mucho mil felicidades en este hermoso día Atte. tus padres Dagoberto y Alicia también de tu hermano Gustavo
Hermanos: Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad; por ella algunos recibieron sin saberlo la visita de unos ángeles. Acordaos de los que están presos, como si estuvierais presos con ellos; de los que son maltratados, como si estuvierais en su carne. Que todos respeten el matrimonio, el lecho nupcial que nadie lo mancille, porque a los libertinos y adúlteros Dios los juzgará. Vivid sin ansia de dinero, contentándoos con lo que tengáis, pues él mismo dijo: "Nunca te dejaré ni te abandonaré"; así tendremos valor para decir: "El Señor es mi auxilio: nada temo; ¿qué podrá hacerme el hombre?" Acordaos de vuestros dirigentes, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían: "Juan Bautista ha resucitado, y por eso los poderes actúan en él." Otros decían: "Es Elías." Otros: "Es un profeta como los antiguos." Herodes, al oírlo, decía: "Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado." Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras, que te lo doy." Y le juró: "Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino." Ella salió a preguntarle a su madre: "¿Qué le pido?" La madre le contestó: "La cabeza de Juan, el Bautista." Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: "Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista." El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado (Marcos 6,14-29)
Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Es él quien nos sostiene, no nosotros a él, como en cambio sucede con los pensadores o líderes del pasado, que tienen que recibir vida de sus seguidores. 4 min. 18 seg.
El valor de Juan Bautista es la respuesta profética frente a las pretensiones solapadas de Herodías, que es imagen del poder que quiere arrogarse el derecho de declarar como bueno o como malo lo que le conviene o se le opone. 16 min. 25 seg.
Tres enseñanzas más de la Carta a los Hebreos, en su conclusión: caridad, victoria sobre la codicia y la lujuria, y docilidad a nuestros legítimos pastores. 4 min. 49 seg.
Pidamos al Señor llevar una vida que sea según su verdad para no caer en la superstición, el cinismo, ni en los engaños que abundan en la sociedad. 6 min. 27 seg.
La firmeza de nuestra fe, particularmente en el caso de los sacerdotes, proviene de la firmeza del SÍ de Jesucristo, que es el mismo ayer, hoy y siempre. 16 min. 15 seg.
Si por gracia de Dios empezamos a buscar dónde está la verdad y la presentamos, también quienes la odian nos van a odiar a nosotros. Pidamos al Señor la luz para perseverar. 5 min. 44 seg.
Recomendaciones prácticas de la Biblia: acogernos en comunidad, ser misericordiosos especialmente con los que sufren, respaldar y cuidar el matrimonio, cuidarnos de toda idolatría y aprender de quienes vivieron antes que nosotros. 5 min. 0 seg.
De Juan el Bautista aprendemos a no temer a los poderosos; ser coherentes hasta el final y tener esperanza en el don de la resurrección. De Herodes aprendemos a evitar vivir en la mentira; o tener el corazón dividido; o caer en la embriaguez del placer, que trastorna el juicio. 16 min. 26 seg.
Los líderes humanos son sostenidos por nuestros recuerdos y esfuerzos por dar vida a lo que fue importante para ellos; Cristo, en cambio, es el que nos sostiene y por eso no estamos nunca solos en nuestros combates. 26 min. 58 seg.
Frente a nuestra inestabilidad Jesús permanece estable, Él es firme. A las nuevas generaciones debemos entregarle un Cristo íntegro, completo, sin deformidades.
5 min. 15 seg.
1. Recomendaciones para la buena salud de la Iglesia
1.1 Como todo organismo vivo, la Iglesia debe velar por su salud. Esto lo consigue la Iglesia a través de los medios de defensa que Dios le ha dado, a saber, la oración, y la predicación. Por eso hay que cuidar que la oración esté viva y la palabra permanezca libre, luminosa y eficaz, como es la Palabra de Dios. Es lo que ha hecho el autor de esta Carta cuando nos ha exhortado a que no abandonemos nuestras asambleas (Heb 10,25).
1.2 Otro modo de ver esta misma realidad es pensar en lo que es un cuerpo vivo. No se guarda la salud sin cuidar de las células. Eso es lo que indica aquella amonestación que quiere salvaguardar a la familia, célula de todo el tejido social y eclesial: "que todos tengan gran respeto al matrimonio...".
1.3 Otro modo de ver esto es: para cuidar un cuerpo hay que dar especial atención a los tejidos más vulnerables y a las heridas o infecciones que apenas empiezan. Es lo que hace el autor inspirado cuando nos previene de las infecciones que suelen hacernos más daño: la codicia y la lujuria.
1.4 Y aun hay otro modo de ver la salud de este organismo que es la Iglesia: un cuerpo necesita gozar de gran unidad y cohesión interior porque no es sólo el cuidado de los miembros, aparatos y sistemas, sino la relación que haya entre ellos lo que determina ese estado general que se llama "salud". Es lo que encontramos en esa invitación a cuidar de los que se pueden sentir más aislados, como son los encarcelados, y también la exhortación a recordar la labor de los pastores, que son principio visible de unidad.
2. Jesucristo es el mismo
2.1 Este enunciado, resumen de todo lo que puede darnos fuerza como creyentes, es una de las joyas de la Carta a los Hebreos.
2.2 Estamos en Misa. Jesús se hace presente en el altar. Él es el mismo: Aquel que alimento con su fortaleza a los mártires antes de su espantosa muerte. Él es el mismo: Aquel que inspiró con su luz la sabiduría de los doctores y maestros grandes que la Iglesia ha tenido siempre en su historia. Él es el mismo: Aquel que alentó con su gracia el vigor de los misioneros. Él es el mismo, y está ahí, frente a mí, frente a ti. Es el mismo y puede hacer contigo y conmigo cosas grandes como ya las ha hecho en tantos hombres y mujeres a lo largo de los siglos.
3. La muerte de un gran hombre
3.1 Hoy el evangelio nos presenta el martirio de Juan Bautista. Un hombre notable. No lo digo yo, lo dice Jesucristo: " En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista" (Mt 11,11). Una vida grande y memorable, tronchada en circunstancias estúpidas y rodeado de gente indigna y cruel. Aprendamos de aquí que la muerte es grande por lo que en ella se entrega no por lo que en su furor nos arrebata.
3.2 Como hay una memoria litúrgica de la muerte del Bautista meditemos en esta ocasión sólo un punto: Herodes apreciaba a Juan, pero lo mandó decapitar, por guardar un juramento inicuo y quedar bien frente a unos invitados innobles. Hasta dónde puede llegar un hombre por tratar de complacer a otros y de cuidar su imagen.
3.3 Toda espiritualidad cristiana necesita un punto de partida sólido, y ese punto sólo lo encontramos en el querer de Dios. Las opiniones humanas son, como decía Fray Luis de Granada, un monstruo de mil cabezas, y quien pretende orientarse por ese monstruo pronto traicionará sus más íntimas convicciones y hará decapitar sus mejores esperanzas.
Hermanos: Consideren que entre ustedes, los que han sido llamados por Dios, no hay muchos sabios, ni muchos poderosos, ni muchos nobles, según los criterios humanos. Pues Dios ha elegido a los ignorantes de este mundo, para humillar a los sabios; a los débiles del mundo, para avergonzar a los fuertes; a los insignificantes y despreciados del mundo, es decir, a los que no valen nada, para reducir a la nada a los que valen; de manera que nadie pueda presumir delante de Dios.
En efecto, por obra de Dios, ustedes están injertados en Cristo Jesús, a quien Dios hizo nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación y nuestra redención. Por lo tanto, como dice la Escritura: El que se gloría, que se gloríe en el Señor.
Dios mío, en ti confío, / no quede yo defraudado, / que no triunfen de mí mis enemigos; / pues los que esperan en ti no quedan defraudados, / mientras que el fracaso malogra a los traidores. R.
Señor, enséñame tus caminos, / instrúyeme en tus sendas: / haz que camine con lealtad; / enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.
Recuerda, Señor, que tu ternura / y tu misericordia son eternas; / acuérdate de mí con misericordia, / por tu bondad, Señor. R.
El Señor es bueno y es recto, / y enseña el camino a los pecadores; / hace caminar a los humildes con rectitud, / enseña su camino a los humildes. R.
«Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará. En efecto, ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo o se destruye?
Por otra parte, si alguien se avergüenza de mí y de mi doctrina, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga revestido de su gloria y de la del Padre y de la gloria de los santos ángeles».
El que pierda su vida por mi causa, ése la encontrará (Lucas 9, 23-26)
Bondad, pureza y fortaleza; estas tres cosas encontramos en Santa Águeda y fueron las tres grandes armas con las que el cristianismo se abrió paso en el mundo antiguo. 5 min. 47 seg.
Lo que el mundo exige de la Iglesia, lo que la Iglesia espera de las comunidades religiosas y lo que cada comunidad desea de sus miembros es aquello que vemos brillar en esta santa: bondad, pureza y fortaleza. 21 min. 23 seg.
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1.1 Según antiguas tradiciones, Santa Águeda poseía todo lo que una joven suele desear: Una familia distinguida y belleza extraordinaria. Pero atesoraba mucho mas que todo su fe en Jesucristo. Así lo demostró cuando el Senador Quintianus se aprovechó de la persecución del emperador Decio (250-253) contra los cristianos para intentar poseerla. Las propuestas del senador fueron resueltamente rechazadas por la joven virgen, que ya se había comprometido con otro esposo: Jesucristo.
1.2 Quintianus no se dio por vencido y la entregó en manos de Afrodisia, una mujer malvada, con la idea de que esta la sedujera con las tentaciones del mundo. Pero sus malas artes se vieron fustigadas por la virtud y la fidelidad a Cristo que demostró Santa Águeda.
1.3 Quintianus entonces, poseído por la ira, torturó a la joven virgen cruelmente, hasta llegar a ordenar que se le corten los senos. Es famosa la respuesta de Santa Águeda: "Cruel tirano, ¿no te da vergüenza torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?". La santa fue consolada con una visión de San Pedro quién, milagrosamente, la sanó. Pero las torturas continuaron y al fin fue meritoria de la palma del martirio, siendo echada sobre carbones encendidos en Catania, Sicilia (Italia).
2. Martirio y Virginidad
2.1 Mucha gente tiene la idea de que los milagros fueron un gran atractivo en la difusión del Evangelio, en los primeros tiempos. Esto no es cierto, hablando con propiedad. No porque los prodigios y milagros carecieran de atractivo en aquella época. De hecho, siempre es interesante ver cosas raras. Mas en aquellos tiempos lo "raro" era casi "frecuente" porque no faltaban, como tampoco faltan ahora, legiones de curanderos, brujos, invocadores de espíritus, predicadores de cultos extraños, vendedores de sueños, o... simples embaucadores.
2.2 En una época en que la ciencia, como la conocemos, no existía, todo se consideraba mediado por fuerzas extrañas o espíritus misteriosos, y es evidente que un ambiente así hace crédula a la gente, en un sentido, pero, en otro sentido, la hace menos propensa a sobrevalorar que alguien haga cosas "raras".
2.3 Es por eso notable que en los breves datos que tenemos de la vida y martirio de Águeda no aparece un solo milagro de ella. Su milagro fue su fortaleza; su milagro fue su pureza. Ser fuerte en un ideal hasta entregar la vida por él; ser puro en medio de una sociedad que considera normal y obligado un comportamiento sexual desmesurado: ¡eso sí que habla de un Espíritu con E mayúscula! ¡Eso sí que canta la gracia del Cielo! Y eso es lo que vemos hoy en Águeda, virgen y mártir.