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San Carlos, cuyo nombre significa "hombre prudente", ha sido uno de los Santos extraordinariamente activos a favor de la Iglesia y del pueblo, que sobresale admirablemente.
San Carlos Borromeo, un Santo que tomó muy en serio aquella frase de Jesús: "Quien ahorra su vida, la pierde, pero el que gasta su vida por Mí, la ganará", murió relativamente joven, porque desgastó totalmente su vida y sus energías en hacer progresar la religión y ayudar a los más necesitados.
Decía que un Obispo demasiado cuidadoso de su salud, no consigue llegar a ser santo. Además, que a todo sacerdote y apóstol deben sobrarle trabajos por realizar, en vez de tener tiempo de sobra para perder.
Nació en Arjona, Italia, en 1538. Desde joven dio señales de ser muy consagrado a los estudios y exacto cumplidor de los deberes de cada día. A los 21 años obtuvo el doctorado en derecho de la Universidad de Milán.
Un hermano de su madre, el Cardenal Médicis, fue nombrado Papa con el nombre de Pío IV, y éste, admirado de sus cualidades, nombró a Carlos como secretario de Estado.
Más tarde, renunció a sus riquezas, se ordenó de sacerdote, luego de obispo y se dedicó por completo a la labor de salvar almas.
San Carlos fundó 740 escuelas de catecismo con 3000 catequistas y 40 000 alumnos. Creó, también, seis seminarios para formar sacerdotes bien preparados, y redactó para esos institutos unos reglamentos tan sabios, que muchos obispos los copiaron con el fin de organizar, según ellos, sus propios seminarios.
Fue amigo de San Pío V, San Francisco de Borja, San Felipe Neri, San Félix de Cantalicio, San Andrés Avelino y de varios Santos más.
Murió cuando tenía apenas 46 años, el 4 de noviembre de 1584. En Arona, su pueblo natal, le fue levantada una inmensa estatua que todavía existe.
Medellín, Colombia (1975) - El Señor te colme de bendiciones todos los días, el mejor regalo que te puedo dar son mis oraciones y deseos que la paz llegue a tu corazón. Un felìz día en Cristo Jesús. Te quiero mucho.
Bogotá, Colombia (1994) - Papito hermoso hoy hace 17 años partiste de nuestro lado, pero sabemos que desde el cielo nos estas acompañando y protegiendo siempre. Gracias por todo lo que nos diste. Descansa en paz viejito hermoso.
Hermanos: Nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros. Los dones que poseemos son diferentes, según la gracia que se nos ha dado, y se han de ejercer así: si es la profecía, teniendo en cuenta a los creyentes; si es el servicio, dedicándose a servir; el que enseña, aplicándose a enseñar; el que exhorta, a exhortar; el que se encarga de la distribución, hágalo con generosidad; el que preside, con empeño; el que reparte la limosna, con agrado.
Que vuestra caridad no sea una farsa; aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo. En la actividad, no seáis descuidados; en el espíritu, manteneos ardientes. Servid constantemente al Señor. Que la esperanza os tenga alegres: estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración. Contribuid en las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis. Con los que ríen, estad alegres; con los que lloran, llorad. Tened igualdad de trato unos con otros: no tengáis grandes pretensiones, sino poneos al nivel de la gente humilde.
Señor, mi corazón no es ambicioso, / ni mis ojos altaneros; / no pretendo grandezas / que superan mi capacidad. R.
Sino que acallo y modero mis deseos, / como un niño en brazos de su madre. R.
Espere Israel en el Señor / ahora y por siempre. R
Guarda mi alma en la paz junto a ti, Señor. (Salmo130)
Evangelio
En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: "¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!" Jesús le contestó: "Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados: "Venid, que ya está preparado." Pero ellos se excusaron uno tras otro. El primero dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir." El criado volvió a contárselo al amo. Entonces el dueño de la casa, indignado, le dijo al criado: "Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos." El criado dijo: "Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio." Entones el amo le dijo: "Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa." Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete."
Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa (Lucas 14,15-24)
A pesar de la diversidad de dones dentro de la comunidad cristiana lo que nos hace verdaderamente uno en Cristo es el servicio desde el amor, la generosidad y la entrega. 5 min. 21 seg.
¿Somos buenos para las excusas? Nos estamos perdiendo grandes cosas porque somos tardos para responderle al Señor. ¡No más excusas, dile a Dios que lo amas! 5 min. 5 seg.
El cristiano que se descubre capacitado podrá y querrá servir a otros, sentirá el impulso y la urgencia por servir que viene de dentro, de la vida del Espíritu, de la vida en Cristo. 5 min. 18 seg.
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1.1 La enseñanza de san Pablo sobre nuestra unidad como cuerpo tiene dos dimensiones, según aprendemos en la primera lectura de hoy. Por una parte, estamos "unidos a Cristo"; por otra, "somos miembros los unos de los otros". Estas dos dimensiones son a la vez distintas e inconfundibles, pero también inseparables, aunque está claro que la segunda deriva de la primera.
1.2 Hoy, sin embargo, quisiera insistir en el segundo aspecto, porque quizá es menos comentado: somos miembros los unos de los otros. Esta convicción y sentimiento profundo es indispensable para la vida de la Iglesia. Mientras no sintamos que cada vez que se pierde algo en un hermano, o se pierde un hermano, algo de nosotros mismos es mutilado, difícilmente comprenderemos qué significan las palabras básicas del Evangelio: gracia, compasión, redención, vida nueva.
1.3 Por otra parte, reconocer que soy parte de mi hermano es reconocer que él tiene algún derecho sobre mí, sobre mis dones y posibilidades, sobre mi tiempo y mis bienes, sobre mis oraciones y preocupaciones. O con otras palabras: no me está "invadiendo" ni "agrediendo" si pide alguna de estas cosas de mí, o incluso, si las necesita aunque no sepa cómo pedirlas.
1.4 Y reconocer que mi hermano es parte de mí es saber que me interesa lo que le pase, aunque eventualmente él piense que lo estoy "invadiendo" o "agrediendo" simplemente porque me intereso por sus cosas. En tales circunstancias, el ejercicio del amor fraterno entraña ir más allá de su aprobación o desaprobación; supone ir más allá de lo que él alcanza a ver, no como un ejercicio de poder sino como una obra de la misericordia.
2. Los Invitados que se Disculpan
2.1 A veces es un ejercicio interesante, al escuchar una parábola, transportarnos de tal manera a la escena que se nos describe, que lleguemos incluso a meternos en los personajes, hasta casi descubrir sus propias intenciones... que a veces no son otras sino las mismas nuestras.
2.2 Hoy por ejemplo, en el evangelio, tenemos el tema de las disculpas. Dios hace una invitación y nadie se la recibe. Es un tema que encontramos con alguna frecuencia en los profetas: un banquete que nadie quiere (Is 55,1-2; cf. Pro 9,5-6), una propuesta que a nadie le interesa (Is 30,9-11), una ley que nadie obedece (Is 65,2), una fuente que ha sido olvidada por cavarse cisternas agrietadas (Jer 2,13).
2.3 Lo interesante de las disculpas que leemos hoy es que todas parecen muy "razonables". Se trata de unos invitados que están genuinamente ocupados en cosas muy grandes y graves; tanto, que junto a ellas la invitación divina no parece pesar lo suficiente. Eso da escalofrío: que lo mío resulte tan importante que yo mismo ya no importe. Porque despreciar el llamado de Dios es perderme yo.