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Fileas pertenecía a una de las familias más nobles y antiguas del bajo Egipto. Era originario de Thmuis, ocupó altos cargos, desempeñó funciones públicas y tuvo amplios conocimientos filosóficos.
Probablemente, se convirtió al cristianismo a edad madura, siendo luego elegido Obispo de su ciudad natal.
Paralelamente, Filoromo ocupaba un alto puesto administrativo en Alejandría, y también se convirtió al cristianismo tardíamente.
Ambos fueron hechos prisioneros al mismo tiempo. Sin duda, estuvieron en la mazmorra los últimos meses del año 306.
En este lapso, Fileas dirigió una carta a los fieles de su Diócesis, exhortándolos a seguir firmes en la fe a Cristo, aún después de su inminente muerte.
Posteriormente, los dos Mártires resultaron interrogados por Culciano, prefecto de Egipto. Al mantenerse inmutables en su adhesión a Jesús, los condenaron a ser decapitados. Murieron el 18 de mayo del año 307.
Hermanos: Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad; por ella algunos recibieron sin saberlo la visita de unos ángeles. Acordaos de los que están presos, como si estuvierais presos con ellos; de los que son maltratados, como si estuvierais en su carne. Que todos respeten el matrimonio, el lecho nupcial que nadie lo mancille, porque a los libertinos y adúlteros Dios los juzgará. Vivid sin ansia de dinero, contentándoos con lo que tengáis, pues él mismo dijo: "Nunca te dejaré ni te abandonaré"; así tendremos valor para decir: "El Señor es mi auxilio: nada temo; ¿qué podrá hacerme el hombre?" Acordaos de vuestros dirigentes, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían: "Juan Bautista ha resucitado, y por eso los poderes actúan en él." Otros decían: "Es Elías." Otros: "Es un profeta como los antiguos." Herodes, al oírlo, decía: "Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado." Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras, que te lo doy." Y le juró: "Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino." Ella salió a preguntarle a su madre: "¿Qué le pido?" La madre le contestó: "La cabeza de Juan, el Bautista." Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: "Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista." El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado (Marcos 6,14-29)
Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Es él quien nos sostiene, no nosotros a él, como en cambio sucede con los pensadores o líderes del pasado, que tienen que recibir vida de sus seguidores. 4 min. 18 seg.
El valor de Juan Bautista es la respuesta profética frente a las pretensiones solapadas de Herodías, que es imagen del poder que quiere arrogarse el derecho de declarar como bueno o como malo lo que le conviene o se le opone. 16 min. 25 seg.
Tres enseñanzas más de la Carta a los Hebreos, en su conclusión: caridad, victoria sobre la codicia y la lujuria, y docilidad a nuestros legítimos pastores. 4 min. 49 seg.
Pidamos al Señor llevar una vida que sea según su verdad para no caer en la superstición, el cinismo, ni en los engaños que abundan en la sociedad. 6 min. 27 seg.
La firmeza de nuestra fe, particularmente en el caso de los sacerdotes, proviene de la firmeza del SÍ de Jesucristo, que es el mismo ayer, hoy y siempre. 16 min. 15 seg.
Si por gracia de Dios empezamos a buscar dónde está la verdad y la presentamos, también quienes la odian nos van a odiar a nosotros. Pidamos al Señor la luz para perseverar. 5 min. 44 seg.
Recomendaciones prácticas de la Biblia: acogernos en comunidad, ser misericordiosos especialmente con los que sufren, respaldar y cuidar el matrimonio, cuidarnos de toda idolatría y aprender de quienes vivieron antes que nosotros. 5 min. 0 seg.
De Juan el Bautista aprendemos a no temer a los poderosos; ser coherentes hasta el final y tener esperanza en el don de la resurrección. De Herodes aprendemos a evitar vivir en la mentira; o tener el corazón dividido; o caer en la embriaguez del placer, que trastorna el juicio. 16 min. 26 seg.
Los líderes humanos son sostenidos por nuestros recuerdos y esfuerzos por dar vida a lo que fue importante para ellos; Cristo, en cambio, es el que nos sostiene y por eso no estamos nunca solos en nuestros combates. 26 min. 58 seg.
Frente a nuestra inestabilidad Jesús permanece estable, Él es firme. A las nuevas generaciones debemos entregarle un Cristo íntegro, completo, sin deformidades.
5 min. 15 seg.
1. Recomendaciones para la buena salud de la Iglesia
1.1 Como todo organismo vivo, la Iglesia debe velar por su salud. Esto lo consigue la Iglesia a través de los medios de defensa que Dios le ha dado, a saber, la oración, y la predicación. Por eso hay que cuidar que la oración esté viva y la palabra permanezca libre, luminosa y eficaz, como es la Palabra de Dios. Es lo que ha hecho el autor de esta Carta cuando nos ha exhortado a que no abandonemos nuestras asambleas (Heb 10,25).
1.2 Otro modo de ver esta misma realidad es pensar en lo que es un cuerpo vivo. No se guarda la salud sin cuidar de las células. Eso es lo que indica aquella amonestación que quiere salvaguardar a la familia, célula de todo el tejido social y eclesial: "que todos tengan gran respeto al matrimonio...".
1.3 Otro modo de ver esto es: para cuidar un cuerpo hay que dar especial atención a los tejidos más vulnerables y a las heridas o infecciones que apenas empiezan. Es lo que hace el autor inspirado cuando nos previene de las infecciones que suelen hacernos más daño: la codicia y la lujuria.
1.4 Y aun hay otro modo de ver la salud de este organismo que es la Iglesia: un cuerpo necesita gozar de gran unidad y cohesión interior porque no es sólo el cuidado de los miembros, aparatos y sistemas, sino la relación que haya entre ellos lo que determina ese estado general que se llama "salud". Es lo que encontramos en esa invitación a cuidar de los que se pueden sentir más aislados, como son los encarcelados, y también la exhortación a recordar la labor de los pastores, que son principio visible de unidad.
2. Jesucristo es el mismo
2.1 Este enunciado, resumen de todo lo que puede darnos fuerza como creyentes, es una de las joyas de la Carta a los Hebreos.
2.2 Estamos en Misa. Jesús se hace presente en el altar. Él es el mismo: Aquel que alimento con su fortaleza a los mártires antes de su espantosa muerte. Él es el mismo: Aquel que inspiró con su luz la sabiduría de los doctores y maestros grandes que la Iglesia ha tenido siempre en su historia. Él es el mismo: Aquel que alentó con su gracia el vigor de los misioneros. Él es el mismo, y está ahí, frente a mí, frente a ti. Es el mismo y puede hacer contigo y conmigo cosas grandes como ya las ha hecho en tantos hombres y mujeres a lo largo de los siglos.
3. La muerte de un gran hombre
3.1 Hoy el evangelio nos presenta el martirio de Juan Bautista. Un hombre notable. No lo digo yo, lo dice Jesucristo: " En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista" (Mt 11,11). Una vida grande y memorable, tronchada en circunstancias estúpidas y rodeado de gente indigna y cruel. Aprendamos de aquí que la muerte es grande por lo que en ella se entrega no por lo que en su furor nos arrebata.
3.2 Como hay una memoria litúrgica de la muerte del Bautista meditemos en esta ocasión sólo un punto: Herodes apreciaba a Juan, pero lo mandó decapitar, por guardar un juramento inicuo y quedar bien frente a unos invitados innobles. Hasta dónde puede llegar un hombre por tratar de complacer a otros y de cuidar su imagen.
3.3 Toda espiritualidad cristiana necesita un punto de partida sólido, y ese punto sólo lo encontramos en el querer de Dios. Las opiniones humanas son, como decía Fray Luis de Granada, un monstruo de mil cabezas, y quien pretende orientarse por ese monstruo pronto traicionará sus más íntimas convicciones y hará decapitar sus mejores esperanzas.