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Era ya muy anciano cuando fue elegido Obispo de Jerusalén. Eusebio cuenta que en su tiempo los cristianos de este lugar recordaban todavía algunos de los milagros del santo Obispo.
Por ejemplo, como los diáconos no tuviesen aceite para las lámparas la víspera de la Pascua, San Narciso pidió que trajesen agua y poniéndose en oración, mandó después que la echaran en las lámparas. Así lo hicieron, y el agua se transformó en aceite.
Algunos, molestos por la severidad del Santo y por la disciplina que exigía en su Diócesis, le acusaron de haber cometido un crimen. Para no ser causa de conflicto, decidió retirarse a la soledad.
No se supo más de él hasta que durante el gobierno de Gordio apareció nuevamente. Como ya se sentía muy anciano para retomar el Obispado, nombró a San Alejandro por coadjutor.
Mar del Plata, Argentina (1934) - Suplico oraciones. Gracias Señor por todo lo que me has acompañado a lo largo de mi vida ayudándome a superar todas las piedras puestas en el camino, no fácil de superar, y que en estos años de mi vida especiamente este último en que mi marido tuvo un gravísimo ACV sin encontrar explicación los médicos, se encuentra con vida desde el comienzo a la fecha que tiene todo el cerebro destruido, pero esta con una eselente memoria, razonamiento etc, salvo momentos, la fé y oración !! se da cuenta que no ha estado sola, todo es obra de la fe puesta en el Señor. Amén
Bogotá, Colombia (1983) - El Matrimonio Católico vale la pena, porque es permitir la presencia del Amor Divino de Dios en el amor humano de nosotros. Gracias a Dios por nuestros hijos.
Ordenación Sacerdotal. Bogotá, Colombia (1955) - Señor Dios, gracias por el sacerdocio del padre Tito Peña. Oro por él para que lo sigas bendiciendo. Amén
Santa Cruz, Bolivia (2010) - Querida mamá y adorada abuelita que Dios te tenga en su gloria y te perdone por errores que hayas cometido, pero en esta vida pesa mas tu amor por nosotros, te amamos y recordamos siempre.
De la manera que sea, con segundas intenciones o con sinceridad, se anuncia a Cristo, y yo me alegro; y me seguiré alegrando, porque sé que esto será para mi bien, gracias a vuestras oraciones y al Espíritu de Jesucristo que me socorre. Lo espero con impaciencia, porque en ningún caso saldré derrotado; al contrario, ahora, como siempre, Cristo será glorificado abiertamente en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte.
Para mi la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger.
Me encuentro en este dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Convencido de esto, siento que me quedaré y estaré a vuestro lado, para que avancéis alegres en la fe, de modo que el orgullo que sentís por mi en Jesucristo rebose cuando me encuentre de nuevo entre vosotros.
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola:
-«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá:
"Cédele el puesto a éste."
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:
"Amigo, sube más arriba."
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
El que se engrandece a sí mismo será humillado, y el que se humilla será engrandecido (Lucas 14, 1. 7-11)
El verdadero poder nuestro está en dejar que Dios (quien es Todopoderoso) haga Su voluntad en nuestras vidas, pues nadie toma por sorpresa a Dios, nada se sale de Su designio. 18 min. 47 seg.
Nuestro camino de discipulado es el mismo de Cristo, que escogiendo el último puesto es el primero en acoger la miseria de la humanidad, sirviendo y padeciendo por nosotros. 5 min. 55 seg.
El dilema santo se da en los corazones más elevados en el amor a Dios que nos llama a la eternidad y el amor al prójimo que nos llama al servicio. 6 min. 2 seg.
1.1 "¡Mi amor!" "¡Mi vida!" son expresiones frecuentes entre los enamorados. Con estas dulces palabras expresan la alegría irreemplazable de contar con alguien que ha traído grandes bienes a su historia personal.
1.2 ¿Qué dirá entonces aquel que se ha encontrado con Cristo? ¿No son por ventura mayores, infinitamente mayores, los bienes que de Él hemos recibido? El perdón, la paz, la reconciliación, el sentido verdadero de la vida y las promesas más hermosas que puedan imaginarse para la eternidad. ¿Cómo no decirle a Él con infinita gratitud: "Tú eres mi vida"?
1.3 Y es que además, de Él hemos recibido lo que nadie más podría darnos. A Él nos debemos por ser creaturas, puesto que por Él y para Él han sido creadas todas las cosas. A Él nos debemos por ser redimidos, puesto que hemos sido adquiridos a precio de su Sangre. A Él nos debemos, en fin, por ser templos de su Espíritu, que Él imploró y ereció para nosotros con su sacrificio en la Cruz
2. ¿La muerte, una ganancia?
2.1 Dice San Pablo que la muerte es "una ganancia" para él. ¿Cómo puede ser esto? Para comprenderlo hay que tener presente que en el conjunto de la vida humana, lo que llamamos "muerte" es la única puerta y posibilidad de acceso a nuestra realidad más profunda y permanente, que es la eternidad.
2.2 La muerte estará ahí, lo queramos o no. Para quien tiene todos sus tesoros solamente en esta vida, la muerte implica la pérdida inevitable y completa de todo lo que quiso lograr y poseer. Una persona en tal condición dirá: "para mí la muerte es la peor de las desgracias." Muy distinto es el caso del que conoce la proporción de la victoria de Cristo, la fidelidad de sus palabras y el alcance de su poder y sus promesas.
2.3 Nos damos cuenta entonces que no es opcional para el cristiano el modo de ver la muerte. El que niega que la muerte nos acerca a los bienes plenos, estables y verdaderos está negando la eficacia del amor redentor de Cristo. Lo que sucede es que hay gente maravillosa, como san Pablo, que se atreve a decir las cosas de un modo tan claro y brillante, que su claridad nos ilumina a todos.