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La Iglesia venera a Santa Mónica, santa esposa y viuda, no sólo por darle vida corporal a uno de los más importantes Doctores de la Iglesia, San Agustín, sino también porque fue el principal instrumento del que Dios se valió para darle a éste el don de la fe.
Agustín tenía 17 años y estudiaba retórica. Dos años más tarde, Mónica tuvo la pena de saber que su hijo llevaba una vida disoluta y había abrazado la herejía maniquea.
Por esta razón y como manera de motivarlo al arrepentimiento, Mónica le cerró las puertas de su casa durante algún tiempo. Una visión hizo a la Santa tratar menos severamente a Agustín.
Soñó que se hallaba en el bosque llorando la caída de Agustín, cuando se le acercó un personaje resplandeciente que le preguntó la causa de su pena. Èste, después de escucharla y secarle las lágrimas, le dijo: "Tu hijo está contigo".
Cuando Mónica contó a Agustín el sueño, el joven respondió que ella no tenía más que renunciar al cristianismo para estar con él. Pero la Santa contestó: "No se me dijo que yo estaba contigo, sino que tú estabas conmigo".
El gran Obispo San Ambrosio, quien se había hecho muy amigo de Agustín y su madre, tuvo también un papel muy importante en la conversión del futuro Santo.
Finalmente, en agosto del año 386, Agustín anunció su completa conversión al catolicismo. El Santo ha dejado en sus "Confesiones" algunas de las conversaciones espirituales y filosóficas en que pasó el tiempo de preparación para el bautismo. San Ambrosio bautizó a Agustín en la Pascua del año 387.
Los fieles se encomiendan desde hace muchos siglos a las oraciones de Santa Mónica, ya que ésta es Patrona de las mujeres casadas y modelo de las madres cristianas.
San Jose, Costa Rica (1966) - A pesar que mi amado esposo me dejo y se caso denuevo despues de 41 años de casados,lo sigo amando y deseo el Señor se derrame en el con toda su misericordia,espero su regreso en la voluntad de Dios
Dallas, Estados Unidos (1988) -
Doy gracias a Dios por estos 20 años de felíz Matrimonio, y le pido que derrame gracias abundantes sobre nuestro hogar para que podamos ser esa luz y sal para este mundo en el que vivimos y que nuestro testimonio anime a mas parejas a casarse y a formar hogares santos a imitación de la Sagrada Familia de Nazareth.
En aquellos días, Josué reunió a las tribus de Israel en Siquién. Convocó a los ancianos de Israel, a los cabezas de familia, jueces y alguaciles, y se presentaron ante el Señor. Josué habló al pueblo: "Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor." El pueblo respondió: "¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!"
Bendigo al Señor en todo momento, / su alabanza está siempre en mi boca; / mi alma se gloría en el Señor; / que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
Los ojos del Señor miran a los justos, / sus oídos escuchan sus gritos; / pero el Señor se enfrenta con los malhechores, / para borrar de la tierra su memoria. R.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha / y lo libra de sus angustias; / el Señor está cerca de los atribulados, / salva a los abatidos. R.
Aunque el justo sufra muchos males, / de todos lo libra el Señor; / él cuida de todos sus huesos, / y ni uno solo se quebrará. R.
La maldad da muerte al malvado, / y los que odian al justo serán castigados. / El Señor redime a sus siervos, / no será castigado quien se acoge a él. R.
Hermanos: Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne." Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. (Efesios 5, 21 32)
Evangelio
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: "Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?" Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: "¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. "Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: "Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede." Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: "¿También vosotros queréis marcharos?" Simón Pedro le contestó: "Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios."
¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. (Juan 6, 60-69)
Josué vio que la única manera de sobrevivir en la tierra donde todo vale es obedeciendo el límite de la propia conciencia en fidelidad a Dios. 13 min. 32 seg.
Por verlo como una lotería; por querer comprender todo de él; por no admitir que sin él nada somos: las tres razones por las que solemos rechazar a Cristo. 22 min. 7 seg.
Reconocer que Dios nos libera, que hace maravillas y que camina con nosotros, afianza nuestra fe y lo hace Amigo entrañable de nuestra alma. 4 min. 58 seg.
En algún momento de la vida hay que escoger entre los dioses falsos, que se alimentan de nosotros, o el Dios verdadero, que se nos da como alimento. 22 min. 3 seg.
El Evangelio nos muestra que MUCHOS de los discípulos de Cristo en cierto momento le dieron la espalda; es bueno comprender que la fe no se apoya en mayorías. 15 min. 47 seg.
En el momento en que tengo claro que Jesús es incomparable, y que mi fe católica es incomparable, me mantengo atento en cuidar y cultivar mi fidelidad al Señor. 7 min. 33 seg.
Hay un paralelo entre la pregunta de Josué a los israelitas y la de Jesús a sus apóstoles. En el fondo se trata de quién es tu verdadero Dios, el que manda en tu vida. 23 min. 15 seg.
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1.1 Juan nos ha venido presentando en estos últimos domingos ese largo y hermoso desarrollo de la enseñanza sobre el Pan de Vida. Partiendo de la multiplicación de los panes de una tarde, nuestra atención ha sido progresivamente conducida hacia el pan de eternidad. De la abundancia de pan para esta tierra a la abundancia de amor y vida que trae el pan de los cielos. De Cristo como multiplicador de pan a Cristo como pan que se multiplica.
1.2 En ese proceso pedagógico hemos llegado a oír palabras de tanto amor y de tan inaudita grandeza que simplemente no existen en ninguna otra religión. ¿Dónde se ha oído que un dios se vuelva alimento de sus creyentes? ¿Dicen los budistas que Buda les da su sangre en bebida o creen los musulmanes que la carne de Mahoma es vida para ellos en la eternidad? Es algo tan grande, es una exageración tan voluminosa de ternura, que en realidad no resulta difícil comprender el reparo de aquellos que dijeron: "Esta doctrina es inadmisible, ¿Quién puede aceptarla?", según hemos escuchado en el evangelio de hoy.
1.3 La declaración que nos ha hecho Cristo indicando que su propia carne es alimento tiene todas las características de un amor imposible. Que Dios me ame, pase; que me ame tanto y hasta tal extremo, parece imposible, excesivo, desmesurado. Así pensaron aquellos que, uniendo las palabras a las obras, dijeron: "Esta doctrina es inadmisible" y se fueron. Ya no anduvieron más con Jesús. Quizá temieron que les consideraran discípulos de un loco.
2. Creer y entender
2.1 Los que se apartaron de Cristo en algo se parecían con aquellos que se quedaron con Cristo: ni unos ni otros entendían completamente qué podía ser aquello de que él podía alimentarnos con su carne y con su sangre.
2.2 O dicho de otro modo: no es que los que se quedaron lo hicieron porque entendían. Nadie le entendía y probablemente nadie todavía, en toda la tierra, entiende de veras qué es eso de ser alimentados con la vida misma que Dios tiene y es.
2.3 Permanecer con Jesús, entonces, no es un asunto de entenderle completamente. Nosotros no "optamos" por Jesús porque su discurso resulte convincente a nuestra razón, deleitable a nuestros oídos o cómodo a nuestras costumbres. Uno estaría tentado a decir que nos quedamos con Jesús porque hemos experimentado vida, o porque nos hemos sentido sanados, o porque él nos ha liberado de nuestros males. Pero la primera lectura nos pone en guardia contra ese modo tan simplista de ver las cosas.
3. No se puede vivir del pasado
3.1 En efecto, analicemos hermanos las razones que dan los israelitas para quedarse en alianza con Yahvé. Es cosa de lo más razonable en el mundo entero. Ellos dicen: nos quedamos con él porque "el Señor es nuestro Dios; él fue quien nos sacó de la esclavitud de Egipto a nosotros y a nuestros padres. El ha hecho ante nuestros ojos grandes prodigios y nos ha protegido durante el largo camino que hemos recorrido y en todas las naciones que hemos atravesado. Nosotros daremos culto al Señor, porque él es nuestro Dios".
3.2 Acaso no se hayan pronunciado palabras más sensatas en esta tierra, y sin embargo, resultaron falaces al paso de la vida, porque esos mismos que juraron fidelidad pronto negaron con sus obras todo el bello discurso que les pudimos oír hoy en la lectura del libro de Josué. ¿Cuál fue el error? Algo muy explicable: el ser humano acontece sólo de manera temporal. Cada vez está más distante de sí mismo, en la medida en que su pasado le abandona. ¡No podemos vivir del Dios que OBRÓ! La alianza sólo puede subsistir como realidad en presente.
3.3 Por esto cabe decir que nadie "opta" por Dios. Incluso quienes han recibido grandes beneficios del Señor pueden llegar a una coyuntura de desconcierto, a un momento de cobardía, a un paraje abstruso y duro, o a una declaración de amor que parece simplemente imposible. Y en esos cruces de caminos el pasado se nos antoja pálido, inútil, chaparro, insípido, insuficiente. Lo que antes brillaba tanto y nos enardecía en amor divino ya no habla al corazón; antes fascinaba por su aspecto de promesa, ahora nos asfixia con su cara de exigencia. ¿Solución? No la hay. Hay algo que no es respuesta: dar la espalda. Huir. Fue lo que hicieron aquellos que abandonaron a Cristo.
3.4 Es por eso por lo que necesitamos que haya un "toque" de lo alto, una gracia, que en este caso Cristo describe diciendo: "Por eso les dije que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede". No es cosa de nuestras opciones, no es asunto de nuestra perspicacia, no es en razón de nuestra voluntad: todo tiene su raíz en un misterio de amor que se llama "gracia"; algo que es puro regalo y puro llamado.
3.5 Notemos, en este mismo sentido, qué pregunta Jesús a los Doce. Su interrogante no es un reproche a los que se van ni un aplauso a los que se quedan. El que permanece no ha de gloriarse; el que se fue ha de preguntarse.