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Considerado como uno de los predicadores más famosos que ha tenido la Iglesia Católica, San Juan nació en Capistrano, en la región montañosa de Italia en 1386.
Fue un estudiante sumamente consagrado a sus deberes, llegando a ser abogado, juez y gobernador de Perugia. Tras caer preso a causa de una guerra civil, el Santo reflexionó sobre su actitud en la vida.
Dándose cuenta de que en vez de dedicarse a conseguir dinero, honores y dignidades en el mundo, era mejor trabajar por alcanzar la santidad y la salvación en una comunidad de religiosos, decidió ingresar a la Orden Franciscana.
A los 33 años fue ordenado sacerdote y luego, durante 40 años, recorrió toda Europa predicando con enormes éxitos espirituales.
Tuvo por Maestro de predicación y por Guía espiritual, al gran San Bernardino de Siena. Formando grupos de seis y ocho religiosos, se distribuyeron primero por toda Italia, y luego por los demás países de Europa, predicando la conversión y la penitencia.
Después de su muerte, se reunieron los apuntes de los estudios que hizo para preparar sus sermones, sumando 17 volúmenes.
La Comunidad Franciscana lo eligió por dos veces como Vicario General. Aprovechó este altísimo cargo para tratar de reformar la vida religiosa de los franciscanos. Consiguió que en toda Europa esta Orden llegara a un gran fervor, no sin antes sortear una serie de dificultades y obstáculos.
San Juan tenía mucha habilidad para la diplomacia. Era sabio, prudente y medía muy bien los juicios y las palabras. Había sido juez y gobernador, sabiendo, por tanto, tratar de manera adecuada a las personas.
De ahí que cuatro Pontífices, Martín V, Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III, lo emplearan como embajador en muchas y delicadas misiones diplomáticas, con muy buenos resultados.
Tres veces le ofrecieron los Sumos Pontífices nombrarlo Obispo de importantes ciudades, pero prefirió seguir siendo un humilde predicador, pobre y sin títulos honoríficos.
En 1453, los turcos musulmanes se habían apoderado de Constantinopla y se propusieron invadir Europa para acabar con el cristianismo. Entonces, San Juan se fue a Hungría y recorrió toda la nación predicando al pueblo, incitándolo a salir entusiasta en defensa de su santa religión.
Las multitudes respondieron a su llamado, y pronto se formó un buen ejército de creyentes. Los musulmanes llegaron cerca de Belgrado con 200 cañones, una gran flota de barcos de guerra por el río Danubio y 50000 terribles jenízaros de a caballo, armados hasta los dientes.
Los jefes católicos pensaron en retirarse, porque eran muy inferiores en número. Mas fue aquí, cuando intervino Juan de Capistrano. Jamás empleó armas materiales. Por el contrario, sus armas eran la oración, la penitencia y la fuerza irresistible de su predicación.
Debido a un resfrío que se le agudizó, el Santo falleció el 23 de octubre de 1456.
Sabana de Torres, Colombia (2004) - Que Dios siga derramando bendiciones en nuestro Hogar. Y que la santìsima Virgen Marìa siga ayudandonos a acercarnos màs a Dios.
Ordenación Sacerdotal. San Sebastían de Mariquita, Colombia - Con todo mi amor en Cristo Jesús y con inmensa gratitud por su entrega y santidad, que Dios lo haga cada día más fiel y consagrado.
Hermanos: Ahora no pesa condena alguna sobre los que están unidos a Cristo Jesús, pues, por la unión con Cristo Jesús, la ley del Espíritu de vida me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Lo que no pudo hacer la Ley, reducida a la impotencia por la carne, lo ha hecho Dios: envió a su Hijo encarnado en una carne pecadora como la nuestra, haciéndolo víctima por el pecado, y en su carne condenó el pecado. Así, la justicia que proponía la Ley puede realizarse en nosotros, que ya no procedemos dirigidos por la carne, sino por el Espíritu. Porque los que se dejan dirigir por la carne tienden a lo carnal; en cambio, los que se dejan dirigir por el Espíritu tienden a lo espiritual.
Nuestra carne tiende a la muerte; el Espíritu, a la vida y a la paz. Porque la tendencia de la carne es rebelarse contra Dios; no sólo no se somete a la ley de Dios, ni siquiera lo puede. Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
El Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros (Romanos 8,1-11)
Salmo
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, / el orbe y todos sus habitantes: / él la fundó sobre los mares, / él la afianzó sobre los ríos. R.
¿Quién puede subir al monte del Señor? / ¿Quién puede estar en el recinto sacro? / El hombre de manos inocentes / y puro corazón, / que no confía en los ídolos. R.
Ése recibirá la bendición del Señor, / le hará justicia el Dios de salvación. / Éste es el grupo que busca al Señor, / que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R.
Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor. (Salmo 23)
Evangelio
En aquella ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó: "¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera."
Y les dijo esta parábola: "Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas.""
Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera (Lucas 13,1-9)
Frente a todos los que gustan de dar malas noticias y causar escándalo con su sobresalto, Jesús inculca una escala de valores que nos remite al plan de Dios. 4 min. 24 seg.
La oposición entre carne y espíritu no es oposición entre material e inmaterial. Comprender esto ayuda a enfocar bien la enseñanza de san Pablo. 5 min. 21 seg.
Cristo es severo y tierno a la vez, nos dice: si no hay conversión lo que te espera es la muerte eterna; pero a la vez nos da nuevas oportunidades con su infinita misericordia y paciencia. 5 min. 21 seg.
El Espíritu Santo es quien crea y mantiene en nosotros la unión con Cristo Resucitado, por el Espíritu de Dios tenemos la vida de Cristo en nosotros de modo que vivimos como Él. 6 min. 7 seg.
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1.1 En la primera lectura de hoy Pablo proclama la maravillosa condición del creyente: "ya no hay condenación". Y hay que decirlo así abiertamente porque la vida sin fe no tiene otro desenlace que el absurdo y el silencio cínico de la muerte, cuando no la crueldad contra el prójimo o la explotación del inocente. Mas para el creyente un horizonte nuevo se abre: "ya no hay condenación". Y la razón por la que no hay condenación es porque hay una nueva inocencia, propia de un nuevo comienzo: el que da el Espíritu Santo.
1.2 Pablo habla del Espíritu Santo como una "nueva ley", término que entre otras cosas resultó siglos después para la moral que Santo Tomás ofrece en la Suma Teológica, y que de algún modo subyace en todo el discurso de la moral católica.
1.3 El Espíritu Santo trae vida, pero no una vida como pura fuerza o posibilidad, sino una vida que ya tiene su forma propia, su estilo característico, por eso le llama "ley". No es lo mismo recibir un montón de dinero que un presupuesto, por dar un ejemplo. El Espíritu Santo no obra en nosotros como un montón de dinero que cada quien pudiera gastar a su arbitrio, sino como un presupuesto infinito que, siendo infinito en sus recursos y poder, sin embargo no toma su dirección última de nosotros ni de nuestros caprichos sino de Dios.
1.4 Dicho con otras palabras: el Espíritu Santo no es una energía sin nombre sino un Don Personal que, viniendo a nosotros, permanece en nosotros como Señor. Por eso nos enseña Pablo: "los que viven de acuerdo con el Espíritu, piensan y actúan conforme a él".
2. Ante las tragedias
2.1 Pasemos al evangelio. Según vemos, ya en tiempo de Jesús existía el "deporte" de dar pésimas noticias con la turbia esperanza de impactar al oyente. No se imaginaban, sin embargo, los que hoy quisieron hacerlo con Cristo, qué clase de respuesta les iba a dar él.
2.2 Y es que en efecto, hay algo de morboso y mucho de estéril en ese ejercicio de hacer alabanzas al poder del mal. Hay gente que disfruta contando lo espantoso, lo cruel, lo doloroso, y tal vez no son del todo conscientes de que están alabando al poder de las tinieblas. "Mira que han torturado a unos pobres niños y les han hecho esto y lo otro, y luego...". En esas noticias, ya sean de boca o por televisión, ya estén en los diarios o en páginas de Internet, hay siempre la malsana tendencia a revolcarle las entrañas al oyente o lector, con la consecuencia lateral de cantar lisonjas al mal y al Malo.
2.3 Cristo frena de un tope esa enfermedad. En primer lugar porque no se deja "impactar" ni se escandaliza. A él no lo extraña el mal, porque conoce bien que donde no reina la luz hay oscuridad. Eso no es ninguna sorpresa. En segundo, lugar, su comentario, "¿piensan que aquellos eran más pecadores?", separa un hecho trágico, que puede llegarle a cualquiera, de sus antecedentes y consecuentes. Como quien dice, no juzguemos por un hecho el pasado ni el futuro. Y en tercer lugar, muestra en dónde está el verdadero peligro: no en los accidentes, de los que no tenemos culpa, sino en el desenlace de nuestras vidas, en donde ciertamente sí que tenemos plena responsabilidad.