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En los Evangelios se habla de María Magdalena, la pecadora (San Lucas 7, 37-50), María Magdalena, una de las mujeres que seguían al Señor (San Juan 20, 10-18) y María de Betania, la hermana de Lázaro (San Lucas 10, 38-42).
La liturgia romana identifica a las tres mujeres con el nombre de María Magdalena, como lo hace la antigua tradición occidental desde la época de San Gregorio Magno.
El nombre de María Magdalena se deriva de Magdala, una población situada sobre la orilla occidental del mar de Galilea, cerca de Tiberíades, en la que el Señor encontró por primera vez a aquella mujer.
San Lucas hace notar que era una pecadora, aunque no afirma que haya sido una prostituta, como se supone comúnmente.
Cristo cenaba en casa de un fariseo, donde la pecadora se presentó. Al momento se arrojó al suelo frente al Señor, se echó a llorar y le enjugó los pies con sus cabellos.
Después le ungió el perfume que llevaba en un vaso de alabastro. El fariseo interpretó el silencio de Cristo como una especie de aprobación del pecado y murmuró en su corazón.
Jesús le recriminó por sus pensamientos. Le preguntó en forma de parábola, cuál de dos deudores debe mayor agradecimiento a su acreedor: aquel a quien se perdona una deuda mayor, o al que se perdona una suma menor.
En el capítulo siguiente, San Lucas habla de los viajes de Cristo por Galilea. Dice que le acompañaban los Apóstoles y que le servían varias mujeres.
Entre ellas figuraba María Magdalena, de la que había arrojado "siete demonios". También se recuerda a María Magdalena por otros episodios.
En la hora más oscura de la vida de Cristo, María Magdalena contemplaba la Cruz a cierta distancia. Acompañada por "la otra María", descubrió que alguien había apartado la pesada piedra del sepulcro del Señor.
Fue ella la primera persona que vio, saludó y reconoció a Cristo Resucitado. María Magdalena, la contemplativa, fue el primer testigo de la Resurrección del Señor, sin la cual, vana es nuestra esperanza.
El Hijo de Dios quiso manifestar la gloria de su Resurrección a aquella mujer manchada por el pecado y santificada por la penitencia.
La tradición oriental afirma, que después de Pentecostés, fue a vivir a Efeso con la Virgen María y San Juan, muriendo ahí.
Pero, según la tradición francesa adoptada por el Martirologio Romano y muy difundida en occidente, María Magdalena se fue con Lázaro y Marta a evangelizar la Provenza.
Pasó los treinta años de su vida en los Alpes Marítimos en la caverna de la Sainte Baume.
Poco antes de su muerte, fue trasladada milagrosamente a la Capilla de San Maximino, donde recibió los últimos sacramentos y fue enterrada por el Santo.
Bogotá, Colombia - Pedimos oración por ella y por nuestro hogar formado por su papá Cesar Eduardo Ramirez Nader y su mamá María Piedad Medina Calderon.
Bogotá, Colombia - Infintas gracias doy a Dios todopoderoso por la vida, los milagros y la misericordia que te acompañan cada día. La Santísima Virgen María te acerque más y más en cada día de tú peregrinar a su amadísimo hijo nuestro Señor Jesucristo. continua recibiendo todas las bendiciones del cielo y en especial las gracias que te ayudarán a alcanzar la gloria de la resurrección eterna. Amén. Jeannette
Buenos Aires, Argentina (2010) - Por el descanso eterno de mi papá, para que esté en la Gloria del Señor y por su familia, para que encuentre el consuelo.
Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño -oráculo del Señor-. Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel: "A los pastores que pastorean mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no las guardasteis; pues yo os tomaré cuentas, por la maldad de vuestras acciones -oráculo del Señor-. Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países adonde las expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las pastoreen; ya no temerán ni se espantarán, y ninguna se perderá -oráculo del Señor-.
Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y lo llamarán con este nombre: El-Señor-nuestra-justicia."
Reuniré el resto de mis ovejas y les pondré pastores (Jeremías 23,1-6)
Salmo
El Señor es mi pastor, nada me falta: / en verdes praderas me hace recostar; / me conduce hacia fuentes tranquilas / y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el sendero justo, / por el honor de su nombre. / Aunque camine por cañadas oscuras, / nada temo, porque tú vas conmigo: / tu vara y tu cayado me sosiegan. R.
Preparas una mesa ante mí, / enfrente de mis enemigos; / me unges la cabeza con perfume, / y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan / todos los días de mi vida, / y habitaré en la casa del Señor / por años sin término. R.
Hermanos: Ahora estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, derribando con su carne el muro que los separaba: el odio. Él ha abolido la Ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces, para crear con los dos, en él, un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él, al odio. Vino y trajo la noticia de la paz: paz a vosotros, los de lejos; paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu.
Él es nuestra paz, él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa (Efesios 2,13-18)
Evangelio
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: "Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco." Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.
La compasión de Cristo lo mueve a enseñarnos el amor de Dios de una manera viva, dándonos ejemplo en donde El mismo se deja impactar por nuestros dolores. Nosotros debemos dejarnos impactar por la palabra de Dios. 18 min. 16 seg.
Cristo, levantado en la Cruz, atrae a todos hacia sí. En su amor y en la revelación de nuestro pecado, nace la humildad que reconcilia a la humanidad. 44 min. 36 seg.
Cristo en su corazón tiene en primer lugar a aquellos que pueden sufrir más, quienes seguramente no van a resistir, los que son presa fácil de lobos. 5 min. 37 seg.
El Evangelio de hoy nos invita a asomarnos al tesoro de misericordia que hay en el corazón de Cristo, y por eso nos invita también a rifar por nuestros pastores para que sientan compasión por el rebaño que se les ha encomendado. 13 min. 25 seg.
Hay personas desorientadas que no encuentran el camino y puede ser por el descuido de los pastores, por su propia rebeldía o porque al no escuchar a Jesús sus corazones se dejan seducir por otras propuestas. 7 min. 59 seg.
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1.1 Hoy damos la palabra a san Agustín de Hipona, llamado con razón el "Doctor de la Gracia", por su admirable y extensa exposición del amor divino y su obra redentora en nosotros.
1.2 En efecto, tanto la primera lectura como el evangelio de este domingo traen a nuestra mente la imagen del pastor y de pastorear. Y hay un texto clásico en san Agustín, sobre este tema vital; es su sermón 46 "sobre los pastores". De él tomamos lo que sigue. La numeración es nuestra.
2. El nombre y la realidad
2.1 Ya que hay pastores a quienes les gusta que les llamen pastores, pero que no quieren cumplir con su oficio, tratemos de examinar lo que se les dice por medio del profeta. Vosotros escuchad con atención, y nosotros escuchemos con temor.
2.2 Me vino esta palabra del Señor: "Hijo de Adán, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza diciéndoles." Acabamos de escuchar esta lectura; ahora podemos comentarla con vosotros. El Señor nos ayudará a decir cosas que sean verdaderas, en vez de decir cosas que sólo sean nuestras. Pues, si sólo dijésemos las nuestras, seríamos pastores que nos estaríamos apacentando a nosotros mismos, y no a las ovejas; en cambio, si lo que decimos es suyo, él es quien os apacienta, sea por medio de quien sea. Esto dice el Señor: "¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores?" Es decir, que no tienen que apacentarse a sí mismos, sino a las ovejas. Ésta es la primera acusación dirigida contra estos pastores, la de que se apacientan a sí mismos en vez de apacentar a las ovejas. ¿Y quiénes son ésos que se apacientan a sí mismos? Los mismos de los que dice el Apóstol: Todos sin excepción buscan su interés, no el de Jesucristo.
2.3 Por nuestra parte, nosotros que nos encontramos en este ministerio, del que tendremos que rendir una peligrosa cuenta, y en el que nos puso el Señor según su dignación y no según nuestros méritos, hemos de distinguir claramente dos cosas completamente distintas: la primera, que somos cristianos, y, la segunda, que somos obispos. Lo de ser cristianos es por nuestro propio bien; lo de ser obispos, por el vuestro. En el hecho de ser cristianos, se ha de mirar a nuestra utilidad; en el hecho de ser obispos, la vuestra únicamente.
2.4 Son muchos los cristianos que no son obispos y llegan a Dios quizás por un camino más fácil y moviéndose con tanta mayor agilidad, cuanto que llevan a la espalda un peso menor. Nosotros, en cambio, además de ser cristianos, por lo que habremos de rendir a Dios cuentas de nuestra vida, somos también obispos, por lo que habremos de dar cuenta a Dios del cumplimiento de nuestro ministerio.
3. Cuidar de los débiles y pequeños
3.1 "No fortalecéis a las ovejas débiles", dice el Señor. Se lo dice a los malos pastores, a los pastores falsos, a los pastores que buscan su interés y no el de Jesucristo, que se aprovechan de la leche y la lana de las ovejas, mientras que no se preocupan de ellas ni piensan en fortalecer su mala salud. Pues me parece que hay alguna diferencia entre estar débil, o sea, no firme -ya que son débiles los que padecen alguna enfermedad-, y estar propiamente enfermo, o sea con mala salud.
3.2 Desde luego que estas ideas que nos estamos esforzando por distinguir las podríamos precisar, por nuestra parte, con mayor diligencia, y por supuesto que lo haría mejor cualquier otro que supiera más o fuera más fervoroso; pero, de momento, y para que no os sintáis defraudados, voy a deciros lo que siento, como comentario a las palabras de la Escritura. Es muy de temer que al que se encuentra débil no le sobrevenga una tentación y le desmorone. Por su parte, el que está enfermo es ya esclavo de algún deseo que le está impidiendo entrar por el camino de Dios y someterse al yugo de Cristo.
3.3 Pensad en esos hombres que quieren vivir bien, que han determinado ya vivir bien, pero que no se hallan tan dispuestos a sufrir males, como están preparados a obrar el bien. Sin embargo, la buena salud de un cristiano le debe llevar no sólo a realizar el bien, sino también a soportar el mal. De manera que aquellos que dan la impresión de fervor en las buenas obras, pero que no se hallan dispuestos o no son capaces de sufrir los males que se les echan encima, son en realidad débiles. Y aquellos que aman el mundo y que por algún mal deseo se alejan de las buenas obras, éstos están delicados y enfermos, puesto que, por obra de su misma enfermedad, y como si se hallaran sin fuerza alguna, son incapaces de ninguna obra buena.