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¿Puede dimitir un Papa? A esta pregunta con aires de sensacionalismo periodístico actual, ya contestaron en el siglo XIII los expertos en la Curia del Papa Celestino V.
Era tan desastroso el estado de la Iglesia y se sabía tan extremadamente incapaz para su gobierno aquel Papa, que pensó en conciencia dejar en mejores manos y más aptas, el timón de la Barca de Pedro.
Le dijeron los que sabían que sí, que el Papa no es más que el Obispo de Roma, que la aceptación y permanencia en su puesto depende de su voluntad, y que una grave necesidad de la Iglesia puede postular la decisión de la renuncia.
Y así lo hizo ante los Cardenales el día 13 de diciembre de 1294, proclamando una bula de renuncia a su puesto de gobierno.
Había nacido en el seno de una familia numerosa, en el año 1215, en Isernia, Italia. Angelérico y María eran sus progenitores. Al undécimo de sus retoños le pusieron por nombre Pedro.
Los principios cristianos de los padres eran buenos: «Ambos justos a los ojos de Dios y muy alabados por los hombres, daban limosna y acogían a los pobres de muy buena gana en su casa. Tuvieron doce hijos, a semejanza del Patriarca Jacob, y siempre pedían al Señor que alguno de ellos sirviese a Dios». Esos datos se leen en la autobiografía del Papa Celestino V.
Pedro se preparó con estudios para ser ese servidor de Dios en exclusiva, que pedían sus padres. Ya era benedictino con 17 años.
Luego, lo vemos por tres años eremita solitario en los montes cercanos a Castelsangro. Ya ordenado sacerdote, surgen unos escrúpulos que cada día se agigantan por la celebración de la Misa, que, -piensa él-, le traerá gente, perderá su soledad, le darán dinero y estropeará su vida de anacoreta.
Después serán los montes y cuevas de Monte Murrone, por cinco años, y Monte Maiella, muchos más, los que presenciarán su vida de penitencia y oración.
Lo de la soledad es otra cosa. Porque, no se sabe qué es lo que irradia aquel hombre, ni qué aliciente tiene aquella vida austera cuando se le acerca cada vez más y más gente para oírle, abrirle el alma y pedirle consejo.
Algunos hasta están dispuestos a aprender a vivir como él. Son «los celestinos», aprobados por Gregorio X en 1274, con dieciséis Monasterios.
Estando en Monte Murrone visitando sus Casas, sucedió el hecho insólito de llegar una comitiva, presidida por el Arzobispo de Lyon, con séquito de Cardenales y personajes del Cónclave, para comunicarle la noticia de haber sido elegido Papa, a sus ochenta años. Suplican su aceptación.
Y es que todos estaban más que hartos por la situación de la Iglesia desde que murió Nicolás IV el 4 de abril de 1292. Ya son dos años de interregno, y en el Sacro Colegio, tanto los Orsinis como los Colonnas, muestran posturas irreconciliables a la hora de elegir Sumo Pontífice.
Están enredados por las ingerencias de Francia en el Pontificado desde la ruptura con la Casa Hohenstaufen. Por eso, pensaron en la santidad del monje para salir del atolladero.
Pedro Celestino no quiere Roma. Se instala en el palacio real de Nápoles, donde está Carlos II, segundón de los Anjou. Manda construir una choza dentro de sus habitaciones, donde poder pasar sus largas horas de oración.
Se pone de manifiesto la ineptitud para desempeñar las funciones papales: insociable, excéntrico, extremadamente sencillo, basto en las cosas humanas y desconocedor de los asuntos de gobierno.
Las tareas de la Curia van de mal en peor. El Papa está supeditado al rey de Nápoles, y en el colmo de su imprudencia, nombra inmediatamente siete Cardenales franceses y tres napolitanos.
Cinco meses de Papa fueron suficientes. Dimitió por el convencimiento personal de que era un mal para la Iglesia su continuidad. Y como era humilde y desprendido, lo hizo con valentía y decisión.
Diez días más tarde había nuevo Papa. Bonifacio VIII, su sucesor, tomó las medidas que a él le parecieron prudentes en la coyuntura: ratificó la dimisión e incorporó al corpus jurídico canónico la bula con que Celestino V dimitió.
Le pareció correcto recoger a Celestino, presto a pasar a Dalmacia por la costa adriática, y recluirlo en el Castillo de Monte Fumone, en Anagni, donde estuvo hasta su muerte en el 1296.
Con esta medida pensó que conseguía prevenir cualquier intento desestabilizador, y darle al monje que fue Papa, la ocasión de dedicarse a sus rezos, soledad tan amada y penitencia.
Clemente V elevó a Celestino a los altares en el año 1313. Había empezado el cautiverio de Avignon, triunfando la sumisión del Papado a Francia, terminada la heroica oposición de Bonifacio VIII.
Sólo queda hacer un acto de fe. A pesar de las ineptitudes, torpezas, intrigas e intereses de los hombres, la Iglesia tiene una promesa indefectible del amor.
Bogotá, Colombia - El Señor le conceda muchos años de vida y santidad, para que siga guiando a sus ovejas, como el buen pastor con la fuerza del Espíritu Santo. Dios lo bendiga y le conceda la gracia de su Voluntad. Feliz Cumpleaños
Ordenación Sacerdotal. Milwaukee, Wisconsin, Estado Unidos (2012) - Que Dios le muestre el camino con fidelidad a tu tí y a tú iglesia, fortaleza, alegria, salud, persevrancia y concentre toda su voluntad en la adhesión a tu nombre. Salmo 86:11. Envíale tu Espirítu Santo que le llene de amor su corazón y luz su entendimiento. Amén.
En aquellos días, Pablo fue a Derbe y luego a Listra. Había allí un discípulo que se llamaba Timoteo, hijo de un griego y de una judía creyente. Los hermanos de Listra y de Iconio daban buenos informes de él. Pablo quiso llevárselo y lo circuncidó, por consideración a los judíos de la región, pues todos sabían que su padre era griego.
Al pasar por las ciudades, comunicaban las decisiones de los apóstoles y presbíteros de Jerusalén, para que las observasen. Las Iglesias se robustecían en la fe y crecían en numero de día en día. Como el Espíritu Santo les impidió anunciar la palabra en la provincia de Asia, atravesaron Frigia y Galacia. Al llegar a la frontera de Misia, intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo consintió. Entonces dejaron Misia a un lado y bajaron a Troas. Aquella noche Pablo tuvo una visión: se le apareció un macedonio, de pie, que le rogaba: "Ven a Macedonia y ayúdanos." Apenas tuvo la visión, inmediatamente tratamos de salir para Macedonia, seguros de que Dios nos llamaba a predicarles el Evangelio.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. Recordad lo que os dije: "No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra." Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió."
No sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo (Juan 15,18-21)
El Espíritu Santo, que es "Señor y dador de vida," es el verdadero líder y director de la misión. Pablo, dócil a su voz, descubre que el siguiente paso en la propagación del Evangelio se llama Europa. 4 min. 26 seg.
Tres enseñanzas: (1) Aprende a limitar tu libertad para bien de otros; (2) Sé dócil al Espíritu porque es Él quien lleva el timón y motor de la misión; (3) Predica desde la misericordia; sólo quien desea servir sirve de algo. 6 min. 58 seg.
En contra de lo que dicen los que propagan el evangelio de la prosperidad, Cristo anuncia que la fidelidad a menudo lleva a ser perseguido. 4 min. 50 seg.
Dios a pesar de nuestra indignidad, nos guía a través de los fracasos para que el Evangelio se expanda y florezca la Palabra en todos los corazones. 5 min. 40 seg.
Pidamos a Dios que renueve el espíritu profético en su pueblo, que seamos dóciles para percibir su querer y que en la vida obedezcamos en todo a Él. 5 min. 54 seg.
La arrogancia agresiva y la complicidad cobarde no agradan a Dios. Permanezcamos en la coherencia de la fe que profesamos y en el testimonio que anuncia el poder de la gracia. 5 min. 10 seg.
Donde hay los peores dolores suelen venir los mayores frutos. Al llegar grandes dificultades no nos auto victimicemos, tomemos el camino de la oración, el discernimiento y un nuevo comienzo. 5 min. 17 seg.
Las formas más usuales de expresión del odio del mundo a la Iglesia: la persecución, la traición, la burla, la calumnia, la ingratitud, la indiferencia y la humillación. 8 min. 3 seg.
Aquel que toma en serio el Evangelio estorba, fastidia porque quien esta con Cristo no pertenece a los acuerdos de complicidad del mundo. 5 min. 29 seg.
El mundo odia El Evangelio al verlo: con indiferencia al decir que es inútil, con irrelevancia al negar lo bueno que ha traído, como imposición porque restringe la libertad, con infelicidad porque no nos deja ser felices y con ilegalidad al presentar la predicación como ilegal. 9 min. 58 seg.
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1.1 Aparentemente Pablo había logrado una gran victoria en el Concilio de Jerusalén, según hemos escuchado en la primera lectura de estos pasados días: de hecho, fue su punto de vista el que triunfó y la decisión tomada con respecto al papel de la ley en lo que atañe a la predicación a los pueblos no judíos. Lo acordado fue que no había que exigir el cumplimiento de la ley judía, la ley de Moisés, a los no judíos, y esto era precisamente lo que quería Pablo que se dijese.
1.2 Pues bien, ahora es el mismo Pablo quien introduce a Timoteo en las prácticas judías a través del antiguo rito de la circuncisión. Algo aparentemente contradictorio con lo que tanto enseñaba el mismo Pablo: que hemos sido liberados de la ley judía. La contradicción, sin embargo, es sólo aparente, porque, si bien no estamos obligados a practicar la ley judía, no es cierto que los judíos por nacimiento estén prohibidos de practicarla. No estar obligado a hacer algo no significa estar obligado a no hacerlo.
1.3 Pablo tenía fama de inflexible o autoritario en algunos círculos cristianos de la época. Mas hoy nos está dando una buena lección, no sólo de apertura, sino sobre todo de la primacía de las razones del amor.
2. Un caso similar
2.1 Es la misma idea que vemos desarrollada en el capítulo octavo de la Primera Carta a los Corintios, allí donde el apóstol se refiere a la diferencia entre el conocimiento que yo tengo de mi libertad en Cristo y el efecto que pueda tener en otros el ejercicio de esa libertad.
2.2 El tema ahí era la cuestión de los alimentos que habían sido ofrecidos a los ídolos, una práctica común en el ambiente pagano de la época. Los comerciantes, buscando una ayuda sobrenatural, ofrecían a los ídolos una parte de su venta. Los cristianos se preguntaban qué actitud tomar, sobre todo en el caso en que alguien viera a un cristiano comiendo carne u otro alimento ofrecido a un ídolo. La postura de Pablo es que, en sí misma, esta práctica no tiene nada de dañino para quien come, si come sabiendo que nada ni nadie es dios, aparte del Dios verdadero.
2.3 El problema está en que una persona puede saber que lo que está haciendo es correcto, y sin embargo hacerlo delante de alguien que se siente escandalizado o confundido por el comportamiento del cristiano maduro y seguro de su conocimiento.
2.4 Y la respuesta de Pablo a ese problema es que en esto debe primar la caridad por encima de los propios derechos: si tú, que sabes estas cosas, te sientas a comer en un lugar dedicado a los ídolos, y algún hermano débil te ve, puede suceder que él se anime a comer de esa ofrenda hecha a un ídolo. Y así tú, por tu conocimiento, haces que se pierda tu hermano débil, por quien Cristo también murió. Al ofender la conciencia de los hermanos débiles en la fe, ofenden ustedes a Cristo mismo. Por eso, si por causa de mi comida hago caer en pecado a mi hermano, no debo comer carne nunca, para no ponerlo en peligro de pecar (1 Cor 8,10-13).
2.5 Eso es lo que ha hecho también Pablo en el caso de la primera lectura de hoy: aunque en rigor de derechos no es indispensable que Timoteo sea circuncidado, es un hecho que esa circuncisión puede aliviar o aligerar el camino de los judíos que conocían del pasado pagano de este hombre. Y por eso Pablo, poniendo por encima la caridad, más allá de los propios derechos, renuncia a sus derechos en favor de las bendiciones que pueden llegar a sus hermanos.