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Nació en Flandes hacia 1040. En su juventud, se distinguió en los ejércitos de Roberto y Enrique I de Francia.
Pero Dios le llamó a una batalla más noble, por lo que decidió responder al llamado, consagrando su vida al servicio de los hombres. Ingresó entonces al Monasterio de San Medardo de Soissons.
Después de ejercitarse en la virtud, con la ayuda de la vida comunitaria, se enclaustró en una estrecha celda dentro de la más estricta soledad, entregándose a la oración y a la penitencia.
Fue nombrado Abad del Monasterio y en 1081, un Concilio le eligió Obispo de Soissons. Más tarde, renunció a su cargo y fundó un Monasterio en Aldenburgo, en Flandes, donde murió en 1087.
En el Sínodo que tuvo lugar en Beauvais en 1120, el Obispo que ocupaba entonces la sede de Soissons, presentó una biografía de San Arnulfo a la asamblea y pidió que su cuerpo fuese trasladado a la iglesia. Finalmente, así se hizo.
El dogma de la Asunción se refiere a que la Madre de Dios, luego de su vida terrena, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial.
Este dogma fue proclamado por el Papa Pío XII, el primero de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus:
"Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la verdad para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte, para aumentar la gloria de la misma augusta Madre, para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado, que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del Cielo".
Ahora bien, ¿por qué es importante que los católicos recordemos y profundicemos en el Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo? El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica responde a este interrogante:
"La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos"
La importancia de la Asunción para nosotros, hombres y mujeres de comienzos del Tercer Milenio de la Era Cristiana, radica en la relación que hay entre la Resurrección de Cristo y la nuestra.
La presencia de María, mujer de nuestra raza, ser humano como nosotros, quien se halla en cuerpo y alma ya glorificada en el Cielo, es éso: una anticipación de nuestra propia resurrección.
Más aún, la Asunción de María en cuerpo y alma al Cielo, es un dogma de nuestra fe católica, expresamente definido por el Papa Pío XII hablando "ex-cathedra".
¿Y qué es un dogma? Puesto en los términos más sencillos, dogma es una verdad de fe, revelada por Dios en la Sagrada Escritura, o contenida en la tradición, que además es propuesta por la Iglesia como realmente revelada por Dios.
En este caso, se dice que el Papa habla "ex-cathedra", es decir, que habla y determina algo en virtud de la autoridad suprema que tiene como Vicario de Cristo y Cabeza Visible de la Iglesia, Maestro Supremo de la Fe, con intención de proponer un asunto como creencia obligatoria de los fieles católicos.
El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nos lo explica así, citando a Lumen Gentium 59, que a la vez cita la Bula de la Proclamación del Dogma:
"Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada a la gloria del Cielo y elevada al Trono del Señor, como Reina del Universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte".
El Papa Juan Pablo II, en una de sus Catequesis sobre la Asunción, explica esto mismo en los siguientes términos:
"El dogma de la Asunción afirma que el cuerpo de María fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar en el fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio" (JP II, 2-julio-97).
"Contemplando el misterio de la Asunción de la Virgen, es posible comprender el plan de la Providencia Divina con respecto a la humanidad: después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera criatura humana, que realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la felicidad prometida a los elegidos, mediante la resurrección de los cuerpos" (JP II , Audiencia General del 9-julio-97).
Continúa el Papa: "María Santísima nos muestra el destino final de quienes `oyen la Palabra de Dios y la cumplen' (véase San Lucas 11, 28). Nos estimula a elevar nuestra mirada a las alturas, donde se encuentra Cristo sentado a la derecha del Padre, y donde está también la humilde Esclava de Nazareth, ya en la gloria celestial" (JP II, 15-agosto-97)
Los hombres y mujeres de hoy vivimos pendientes del enigma de la muerte. Aunque lo enfoquemos de diversas formas según la cultura y las creencias que tengamos, aunque lo evadamos en nuestro pensamiento, aunque tratemos de prolongar por todos los medios a nuestro alcance nuestros días en la tierra, todos tenemos una necesidad grande de esa esperanza cierta de inmortalidad contenida en la promesa de Cristo sobre nuestra futura resurrección.
Mucho bien haría a los cristianos oír y leer más sobre este misterio de la Asunción de María, el cual nos atañe tan directamente. ¿Por qué se ha logrado colar la creencia en el mito pagano de la reencarnación entre nosotros?
Si pensamos bien, estas ideas extrañas a nuestra fe cristiana se han ido metiendo en la medida que hemos dejado de pensar, de predicar y de recordar los misterios, que como el de la Asunción, tienen que ver con la otra vida, con la escatología, con las realidades últimas del ser humano.
El misterio de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo, nos invita a hacer una pausa en la agitada vida que llevamos, para reflexionar sobre el sentido de ella aquí en la tierra, sobre nuestro fin último: la vida eterna junto con la Santísima Trinidad, la Santísima Virgen María, los Ángeles y Santos del Cielo.
El saber que María ya está en el Cielo, gloriosa en cuerpo y alma como se nos ha prometido a aquellos que hagamos la Voluntad de Dios, nos renueva la esperanza en nuestra futura inmortalidad y felicidad perfecta para siempre.
Bogotá, Colombia - Que el Señor Jesús te colme de bendiciones en compañía de toda tu familia y amigos y alegre tu corazón cada dia de tu vida. Felicidades.
Bogotá, Colombia (1985) - Fundada por Monseñor Alfonso Uribe Jaramillo en la diócesis de Sonson-Rionegro, Antióquia después de la muerte de pafer, Padre Luis María Fernández fundador de la central de juventudes.
Bogotá, Colombia - Feliz aniversario a mis papitos los amo mucho y que el Señor siempre bendiga esa linda unión que gracias a su amor y dedicación hoy podemos estar unidos en el amor familiar.
México (2008) - Porque su amor sea bendecido por Dios, sea cubierto por la Sangre preciosa de Cristo y el Espíritu Santo les de mucho amor y conversión y humildad para poder sobre llevar su matrimonio. Protégelos y protege los frutos de su amor, amén.
Lima, Perú (2004) - Párroco - Feliz Aniversario. Que Dios te colme de bendiciones y la Virgen te proteja en todo momento. Tus amigos de la Parroquia San Lucas.
Loja, Ecuador (2009) - Un aniversario de la partida a la casa del padre. Papito descansa en paz e intercede por tus esposa e hijos que lloramos tu ausencia. Gracias desde corea. Empera
Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el arca de la alianza. Después apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Apareció otra señal en el cielo: Un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas. Con la cola barrió del cielo un tercio de las estrellas, arrojándolas a la tierra. El dragón estaba enfrente de la mujer que iba a dar luz, dispuesto a tragarse el niño en cuanto naciera. Dio a luz un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios. La mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar reservado por Dios. Se oyó una gran voz en el cielo: "Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo."
Hijas de reyes salen a tu encuentro, / de pie a tu derecha está la reina, / enjoyada con oro de Ofir. R.
Escucha, hija, mira: inclina el oído, / olvida tu pueblo y la casa paterna; / prendado está el rey de tu belleza: / póstrate ante él, que él es tu Señor. R.
Las traen entre alegría y algazara, / van entrando en el palacio real. R.
De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir. (Salmo 44 )
2a.
Hermanos: Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.
Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todo bajo sus pies.
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludo a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá."
María dijo: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia para siempre." María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.
Ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Exaltó a los humildes (Lucas 1, 39-56)
En la fiesta de la Asunción celebramos la victoria de Dios sobre el pecado que nunca pudo tocar a María y por eso su cuerpo no fue corrupto por la muerte y ella ascendió en cuerpo y alma al Cielo 19 min. 55 seg.
El Misterio de la Asunción de María Santísima es verdadera participación en el Misterio de la Resurrección de Cristo y es promesa de felicidad y plenitud para nosotros. 4 min. 48 seg.
En la asunción de la Virgen María se expresa el triunfo de la gloria divina en su cuerpo y en su alma, triunfo que recibiremos también por misericordia y conversión al final de nuestra historia.
6 min. 40 seg.
Aquella que estuvo asociada de modo único al misterio de la Cruz, está de modo único asociada a la victoria de la resurrección, y así presente en el misterio de la Iglesia desde el puerto seguro en la gloria del Cielo, es modelo de fe, esperanza y caridad. 11 min. 6 seg.
El Misterio de la Asunción es la plena realidad de la pascua de Cristo en todo el ser de María, es señal que nos alienta y nos muestra hacia dónde nos dirigimos los cristianos. 4 min. 59 seg.
La Biblia presenta Los dones propios de la mujer, en su cuerpo y en su alma, a traves del ejemplo de persnas concretas como Esther, que con su fuerza de intercesión salvo a todo el pueblo. 36 min. 42 seg.
Pidamos a Dios en esta solemnidad que renueve en nosotros el don de la esperanza para llegar a donde ya está la amada Virgen María Santísima, hermana nuestra. 4 min. 46 seg.
Recordemos que nuestro cuerpo está llamado a la santidad, que el pecado retrasa la obra de Dios en nosotros y que nuestra casa es es cielo. 4 min. 52 seg.
En la medida que el corazón de la Virgen María estaba libre de las cosas del mundo, ella estaba siendo asunta; igual nosotros también hemos de liberarnos de las cosas terrenales para ir experimentando la vida que nos espera. 6 min. 5 seg.
Cuando miramos a María Santísima encontramos en ella la realización del Evangelio, su asunción es la culminación de una vida que ha proclamado la gracia de Dios. 4 min. 47 seg.
El demonio ha pretendido, desde el comienzo de la creación, arruinar la obra cumbre de Dios en el universo visible, esto es, en el ser humano, y para ello ha querido envenenar el corazón de la mujer, que es ministra de la vida. La perfecta victoria de la gracia en la Virgen María tiene su culminación en su Asunción a los cielos. 16 min. 44 seg.
Hoy celebramos que el Misterio de la Resurrección ya se realizó en plenitud en María Santísima ya que donde no hay pecado, no hay tampoco consecuencia negativa que pueda aparecer en el futuro, por lo que no hay ningún retraso para vivir en la gloria divina. 9 min. 54 seg.
En la declaración del dogma de la Asunción de la Virgen María, el Papa Pío XII se refirió a una expresión común entre los Padres de la Iglesia: María es "Arca" de la Nueva Alianza. En esta predicación exploramos un poco esa hermosa alegoría. 27 min. 25 seg.
La Asunción de María es la plenitud de una vida sin pecado, en donde el Evangelio ha tenido su expresión plena, una vida donde la victoria de Dios ha sido completa. 4 min. 43 seg.
En la Fiesta de la Asunción conviene que volvamos la mirada a Nuestra Madre y junto con ella volvamos la mirada al Dador de todo bien, a Dios nuestro Padre; así como Él la recibió a ella con júbilo, así nos aguarda a nosotros en su gloria. 5 min. 46 seg.
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1. La Asunción de María en la Tradición de la Iglesia
Predicaba Juan Pablo II el 9 de julio de 1997:
1. La perenne y concorde tradición de la Iglesia muestra cómo la Asunción de María forma parte del designio divino y se fundamenta en la singular participación de María en la misión de su Hijo. Ya durante el primer milenio los autores sagrados se expresaban en este sentido.
Algunos testimonios, en verdad apenas esbozados, se encuentran en san Ambrosio, san Epifanio y Timoteo de Jerusalén. San Germán de Constantinopla (+ 733) pone en labios de Jesús, que se prepara para llevar a su Madre al cielo, estas palabras: "Es necesario que donde yo esté, estés también tú, madre inseparable de tu Hijo..." (Hom. 3 in Dormitionem: PG 98, 360).
Además, la misma tradición eclesial ve en la maternidad divina la razón fundamental de la Asunción.
Encontramos un indicio interesante de esta convicción en un relato apócrifo del siglo V, atribuido al pseudo Melitón. El autor imagina que Cristo pregunta a Pedro y a los Apóstoles qué destino merece María, y ellos le dan esta respuesta: "Señor, elegiste a tu esclava, para que se convierta en tu morada inmaculada (...). Por tanto, dado que, después de haber vencido a la muerte, reinas en la gloria, a tus siervos nos ha parecido justo que resucites el cuerpo de tu madre y la lleves contigo, dichosa, al cielo" (De transitu V. Mariae, 16: PG 5, 1.238). Por consiguiente, se puede afirmar que la maternidad divina, que hizo del cuerpo de María la morada inmaculada del Señor, funda su destino glorioso.
2. San Germán, en un texto lleno de poesía, sostiene que el afecto de Jesús a su Madre exige que María se vuelva a unir con su Hijo divino en el cielo: "Como un niño busca y desea la presencia de su madre, y como una madre quiere vivir en compañía de su hijo, así también era conveniente que tú, de cuyo amor materno a tu Hijo y Dios no cabe duda alguna, volvieras a él. ¿Y no era conveniente que, de cualquier modo, este Dios que sentía por ti un amor verdaderamente filial, te tomara consigo?" (Hom. 1 in Dormitionem: PG 98, 347). En otro texto, el venerable autor integró el aspecto privado de la relación entre Cristo y María con la dimensión salvífica de la maternidad, sosteniendo que: "Era necesario que la madre de la Vida compartiera la morada de la Vida" (ib.: PG 98, 348).
3. Según algunos Padres de la Iglesia, otro argumento en que se funda el privilegio de la Asunción se deduce de la participación de María en la obra de la redención. San Juan Damasceno subraya la relación entre la participación en la Pasión y el destino glorioso: "Era necesario que aquella que había visto a su Hijo en la cruz y recibido en pleno corazón la espada del dolor (...) contemplara a ese Hijo suyo sentado a la diestra del Padre" (Hom. 2: PG 96, 741). A la luz del misterio pascual, de modo particularmente claro se ve la oportunidad de que, junto con el Hijo, también la Madre fuera glorificada después de la muerte.
El concilio Vaticano II, recordando en la constitución dogmática sobre la Iglesia el misterio de la Asunción, atrae la atención hacia el privilegio de la Inmaculada Concepción: precisamente porque fue "preservada libre de toda mancha de pecado original" (Lumen gentium, 59), María no podía permanecer como los demás hombres en el estado de muerte hasta el fin del mundo. La ausencia del pecado original y la santidad, perfecta ya desde el primer instante de su existencia, exigían para la Madre de Dios la plena glorificación de su alma y de su cuerpo.
4. Contemplando el misterio de la Asunción de la Virgen, es posible comprender el plan de la Providencia divina con respecto a la humanidad: después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera criatura humana que realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la felicidad, prometida a los elegidos mediante la resurrección de los cuerpos.
En la Asunción de la Virgen podemos ver también la voluntad divina de promover a la mujer.
Como había sucedido en el origen del género humano y de la historia de la salvación, en el proyecto de Dios el ideal escatológico no debía revelarse en una persona, sino en una pareja. Por eso, en la gloria celestial, al lado de Cristo resucitado hay una mujer resucitada, María: el nuevo Adán y la nueva Eva, primicias de la resurrección general de los cuerpos de toda la humanidad.
Ciertamente, la condición escatológica de Cristo y la de María no se han de poner en el mismo nivel. María, nueva Eva, recibió de Cristo, nuevo Adán, la plenitud de gracia y de gloria celestial, habiendo sido resucitada mediante el Espíritu Santo por el poder soberano del Hijo.
5. Estas reflexiones, aunque sean breves, nos permiten poner de relieve que la Asunción de María manifiesta la nobleza y la dignidad del cuerpo humano.
Frente a la profanación y al envilecimiento a los que la sociedad moderna somete frecuentemente, en particular, el cuerpo femenino, el misterio de la Asunción proclama el destino sobrenatural y la dignidad de todo cuerpo humano, llamado por el Señor a transformarse en instrumento de santidad y a participar en su gloria.
María entró en la gloria, porque acogió al Hijo de Dios en su seno virginal y en su corazón. Contemplándola, el cristiano aprende a descubrir el valor de su cuerpo y a custodiarlo como templo de Dios, en espera de la resurrección.
La Asunción, privilegio concedido a la Madre de Dios, representa así un inmenso valor para la vida y el destino de la humanidad.
2. ¿Murió María?
Así se pregunta Juan Pablo II, y en predicación del 25 de junio de 1999 nos ofrece esta meditación:
1. Sobre la conclusión de la vida terrena de María, el Concilio cita las palabras de la bula de definición del dogma de la Asunción y afirma: "La Virgen inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo" (Lumen gentium, 59). Con esta fórmula, la constitución dogmática Lumen gentium, siguiendo a mi venerado predecesor Pío XII, no se pronuncia sobre la cuestión de la muerte de María. Sin embargo, Pío XII no pretendió negar el hecho de la muerte; solamente no juzgó oportuno afirmar solemnemente, como verdad que todos los creyentes debían admitir, la muerte de la Madre de Dios.
En realidad, algunos teólogos han sostenido que la Virgen fue liberada de la muerte y pasó directamente de la vida terrena a la gloria celeste. Sin embargo esta opinión era desconocida hasta el siglo XVII, mientras que, en realidad existe una tradición común que ve en la muerte de María su introducción en la gloria celeste.
2. ¿Es posible que María de Nazaret haya experimentado en su carne el drama de la muerte? Reflexionando en el destino de María y en su relación con su Hijo divino, parece legítimo responder afirmativamente: dado que Cristo murió, sería difícil sostener lo contrario por lo que se refiere a su Madre.
En este sentido razonaron los Padres de la Iglesia, que no tuvieron dudas al respecto. Basta citar a Santiago de Sarug (+ 521), según el cual "el coro de los doce Apóstoles", cuando a María le llegó "el tiempo de caminar por la senda de todas las generaciones", es decir, la senda de la muerte, se reunió para enterrar "el cuerpo virginal de la Bienaventurada" (Discurso sobre el entierro de la santa Madre de Dios, 87-99 en C. Vona, Lateranum 19 [1953], 188). San Modesto de Jerusalén (+ 634), después de hablar largamente de la "santísima dormición de la gloriosísima Madre de Dios", concluye su "encomio", exaltando la intervención prodigiosa de Cristo que "la resucitó de la tumba" para tomarla consigo en la gloria (Enc. in dormitionem Deiparae semperque Virginis Mariae, nn. 7 y 14: PG 86 bis, 3.293 3.311). San Juan Damasceno (+ 704), por su parte, se pregunta: "¿Cómo es posible que aquella que en el parto superó todos los límites de la naturaleza, se pliegue ahora a sus leyes y su cuerpo inmaculado se someta a la muerte?". Y responde: "Ciertamente, era necesario que se despojara de la parte mortal para revestirse de inmortalidad, puesto que el Señor de la naturaleza tampoco evitó la experiencia de la muerte. En efecto, él muere según la carne y con su muerte destruye la muerte, transforma la corrupción en incorruptibilidad y la muerte en fuente de resurrección" (Panegírico sobre la dormición de la Madre de Dios, 10: SC 80, 107).
3. Es verdad que en la Revelación la muerte se presenta como castigo del pecado. Sin embargo, el hecho de que la Iglesia proclame a María liberada del pecado original por singular privilegio divino no lleva a concluir que recibió también la inmortalidad corporal. La Madre no es superior al Hijo, que aceptó la muerte, dándole nuevo significado y transformándola en instrumento de salvación.
María, implicada en la obra redentora y asociada a la ofrenda salvadora de Cristo, pudo compartir el sufrimiento y la muerte con vistas a la redención de la humanidad. También para ella vale lo que Severo de Antioquía afirma a propósito de Cristo: "Si no se ha producido antes la muerte, ¿cómo podría tener lugar la resurrección?" (Antijuliánica, Beirut 1931, 194 s.). Para participar en la resurrección de Cristo, María debía compartir, ante todo, la muerte.
4. El Nuevo Testamento no da ninguna información sobre las circunstancias de la muerte de María. Este silencio induce a suponer que se produjo normalmente, sin ningún hecho digno de mención. Si no hubiera sido así, ¿cómo habría podido pasar desapercibida esa noticia a sus contemporáneos, sin que llegara, de alguna manera, hasta nosotros?
Por lo que respecta a las causas de la muerte de María, no parecen fundadas las opiniones que quieren excluir las causas naturales. Más importante es investigar la actitud espiritual de la Virgen en el momento de dejar este mundo. A este propósito, san Francisco de Sales considera que la muerte de María se produjo como efecto de un ímpetu de amor. Habla de una muerte "en el amor, a causa del amor y por amor" y por eso llega a afirmar que la Madre de Dios murió de amor por su hijo Jesús (Traité de l'Amour de Dieu, Lib. 7, cc. XIII-XIV).
Cualquiera que haya sido el hecho orgánico y biológico que, desde el punto de vista físico, le haya producido la muerte, puede decirse que el tránsito de esta vida a la otra fue para María una maduración de la gracia en la gloria, de modo que nunca mejor que en ese caso la muerte pudo concebirse como una "dormición".
5. Algunos Padres de la Iglesia describen a Jesús mismo que va a recibir a su Madre en el momento de la muerte, para introducirla en la gloria celeste. Así, presentan la muerte de María como un acontecimiento de amor que la llevó a reunirse con su Hijo divino, para compartir con él la vida inmortal. Al final de su existencia terrena habrá experimentado, como san Pablo y más que él, el deseo de liberarse del cuerpo para estar con Cristo para siempre (cf. Flp 1, 23).
La experiencia de la muerte enriqueció a la Virgen: habiendo pasado por el destino común a todos los hombres, es capaz de ejercer con más eficacia su maternidad espiritual con respecto a quienes llegan a la hora suprema de la vida.