La reproduccion de estos textos y archivos de audio, para uso privado o publico, esta permitida, aunque solamente sin fines de lucro y citando la fuente: http://fraynelson.com/homilias.html.
Sobre las fechas y horas de publicación de estas oraciones mira aquí
Ten presente en tus intenciones de este día:
Haz click en los nombres para ver más información:
Hija de un pariente del emperador Teodosio I, al morir su padre, Eufrasia se crió bajo la protección del emperador. Al cumplir los cinco años de edad, éste la comprometió en matrimonio con el hijo de un rico senador.
La madre de Eufrasia comenzó a ser solicitada en matrimonio con tanta asiduidad, que decidió partir a Egipto y refugiarse en un Convento.
Eufrasia, de siete años, se sintió atraída fuertemente hacia la vida religiosa, y rogó a las monjas que le permitieran permanecer con ellas, tomando los hábitos como novicia a la edad de ocho años.
Pronto su madre falleció, y la Santa permaneció en la soledad del Convento, creciendo en gracia y hermosura.
Cuando la muchacha cumplió los doce años, Arcadio recordó la promesa que había hecho al sucesor de Teodosio I, y envió un mensaje al Convento de Egipto rogando a Eufrasia que regresara a casarse con el senador a quien había prometido.
La Santa se negó a abandonar el Convento, y escribió una carta al emperador suplicando que la dejara en libertad. Quería vender todos los bienes heredados de sus padres, para que fueran distribuidos entre los pobres, así como dejar libres a los esclavos de su casa.
El emperador accedió a los deseos de Eufrasia, quien prosiguió su vida habitual en el Convento. Sin embargo, ella empezó a sufrir tentaciones, para lo cual la Abadesa le confió duras y humillantes tareas con el fin de distraer su atención.
Ya en el lecho de muerte, tanto Julia, su compañera de celda, y la Abadesa, le imploraron a la Santa que le obtuviera la gracia de estar con ella en el Cielo.
Tres días después de la muerte de Eufrasia, Julia falleció. Poco tiempo más tarde, lo hizo la Abadesa.
Bogotá, Colombia (1958) - Que el Señor me conceda mi salud, sabiduría, inteligencia, discernimiento y liberación financiera, mejor cargo y mejor remuneración donde trabajo, obtener mi casa o apto.
Cúcuta, Colombia (1980) - Gracias, Señor por un nuevo año en nuestro matrimonio. Gracias por habernos enseñado que los segundos vinos, como en Caná, son más sabrosos. Gracias por el perdón, la sencillez y gozo alcanzados en nuestra vivencia familiar. Sagrada Familia, bendice nuestro hogar, y custodia nuestros intereses patrimoniales. Bendícenos a todas las familias del mundo.
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: "¡Abrahán!" Él respondió: "Aquí me tienes." Dios le dijo: "Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré."
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: "¡Abrahán, Abrahán!" Él contestó: "Aquí me tienes." El ángel le ordenó: "No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo."
Abrahán levanto los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: "Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado a tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido."
Tenía fe, aun cuando dije: / "¡Qué desgraciado soy!" / Mucho le cuesta al Señor / la muerte de sus fieles. R.
Señor, yo soy tu siervo, / siervo tuyo, hijo de tu esclava: / rompiste mis cadenas. / Te ofreceré un sacrificio de alabanza, / invocando tu nombre, Señor. R.
Cumpliré al Señor mis votos / en presencia de todo el pueblo, / en el atrio de la casa del Señor, / en medio de ti, Jerusalén. R.
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida (Salmo 115)
2a.
Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: "Éste es mi Hijo amado; escuchadlo." De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: "No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos." Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de "resucitar de entre los muertos".
El sufrimiento del Hijo parece extraño ante el amor del Padre; pero en ese sufrimiento se revela la verdad del Hijo y aparece su gloria. 5 min. 58 seg.
Catequesis sobre el extraño mandato de Dios a Abraham sobre el sacrificio de Isaac; y luego el hecho aún más extraño del sacrificio del Hijo de Dios. 35 min. 5 seg.
Todo el propósito de nuestro camino cuaresmal se orienta hacia la plena victoria de Dios en nosotros y a través de nosotros, es decir, hacia la Resurrección. 14 min. 45 seg.
El ascenso con Cristo a la montaña santa es la imagen exacta de nuestra vida cristiana. Y el milagro no fue que este día Cristo mostrara su gloria sino que todos los otros días la escondiera, por amorosa consideración a nuestros ojos débiles y pecadores. 29 min. 6 seg.
Haz una donación
para que esta obra continúe, y llegue a más personas! ¡La gloria sea para Dios!
1.1 Las lecturas de hoy nos hacen meditar en la entrañable relación que une a un hijo con su padre.
1.2 Era costumbre, ciertamente salvaje, de los pueblos de la antigua Palestina sacrificar a sus hijos como un medio de congraciarse con sus dioses. Los métodos de sacrificio eran horripilantes en grado sumo, e incluían, por ejemplo, quemarlos vivos. El "escogido" para esta bárbara práctica solía ser el primogénito, porque en él se reunía no sólo el amor paterno sino la victoria sobre la esterilidad. Al parecer lo que subyace aquí es que un acto supremo de dolor al ofrecer algo debía "comprometer" al dios o los dioses para que también ellos cumplieran "su parte" en proteger o bendecir a los que hacían tales cosas.
1.3 Ello explica por qué en la Biblia aparece tantas veces la prohibición, para nosotros obvia, de sacrificar a los hijos. Uno puede leer por ejemplo Dt 18,10-11: "No sea hallado en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni hechicería, o sea agorero, o hechicero, o encantador, o médium, o espiritista, ni quien consulte a los muertos". Aquí se condenan juntamente dos prácticas que eran comunes en Canaán. Otro caso es el de Jefté que sacrificó a su hija (Jue 11,30-40) o el de Acaz que quemó a su hijo (2 Re 16,3), lo mismo que el espantoso Manasés (2 Re 21,6)
1.4 En ese contexto y rodeado de ese mundo Abrahán siente una exigencia de llegar, de una manera brutal, a su propio límite, y siente asimismo que está dispuesto a obedecer hasta el extremo. Y obedece. Abrahán obedece hasta el extremo.
1.5 Por otra parte: es fácil escandalizarnos y murmurar de las bárbaras prácticas de otras sociedades. "¡Qué salvajes! ¡Sacrificar a un niño inocente para asegurar el éxito de un proyecto de su padre!". Pero es lo mismo que hoy se hace en muchas partes, todos los días. Una mujer adelanta estudios universitarios. Queda embarazada. ¿Solución? Que aborte. Ese niño no puede dañarle la carrera a ella. El niño es sacrificado atrozmente para que el proyecto personal de la madre, o del que embarazó a la madre, no se dañe. Seguimos en Canaán.
2. Un hijo y un papá
2.1 En el evangelio de hoy aparece en otra clave el tema de papás e hijos. Esta vez se trata del Papá por excelencia y del Hijo por excelencia. La transfiguración nos deja entrever el misterio de este Hijo en quien brilla la donación de amor que le ha hecho su Padre, y el misterio de este Padre en la donación de amor que le hace su Hijo. Este precioso misterio, que ha sido llamado "luminoso" por el Papa Juan Pablo II, nos introduce en la dinámica de la donación de vida y donación de amor propias del ser de la Trinidad.
2.2 Y en ese misterio se gesta nuestra propia salvación. La palabra "Padre" es la palabra que sella la obra de la redención. Cuando Dios es mi Padre, mi Papá, mi Papito, mi Abbá, ¡se acabaron las distancias! Ya Dios no es mi rival ni mi estorbo; ya no es una idea lejana ni una energía sin nombre, ya no es un recuerdo de otra cultura ni una ideología para dominarme. Cuando Jesús me introduce en su modo de amar al Padre y en el modo de amar de Dios mi Padre ha quedado rota la mentira de suspicacia con que la serpiente satánica pretendía que yo desconfiara de mi Creador.
2.3 Por eso nos dice también san Pablo: "Si Dios está a nuestro favor, ¿quién estará en contra nuestra? El que no nos escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no va a estar dispuesto a dárnoslo todo, junto con su Hijo?" (Rom 8,31-32). Con esta certeza bien sembrada en el alma ya no caben los engaños del demonio, ya no tienen encanto las mieles del mundo, ya pierden su fuerza las seducciones de la carne.
2.4 ¡Oh, gloria a Dios, que es Padre, y nos envió a su Hijo para mostrarnos su rostro, de modo que en Él se rehiciera la imagen perdida por el pecado!