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Los padres del Santo fueron terratenientes sicilianos, que dedicaron a su pequeño hijo al servicio de Santa Lucía.
Lo colocaron, a la edad de siete años, en un Monasterio que llevaba el nombre de la Santa, cerca de su hogar. Allí, la principal ocupación fue la de cuidar sus reliquias.
Esta tarea no iba con la manera de ser del niño, acostumbrado a la vida de campo, por lo que llegó a escapar del convento. Fue devuelto con humillación.
Tras soñar con Santa Lucía, -quien tenía un semblante de enojo- , y ver a la Santísima Madre interceder por él, Zósimo prometió que nunca haría tales cosas de nuevo, adaptándose a la vida del claustro.
Durante 30 años vivió casi olvidado. Al morir el Abad de Santa Lucía, recayó en el Obispo de Siracusa designar al nuevo Abad. Eligió a Zósimo, a quien ordenaron unos días después como sacerdote.
El Santo gobernó el Monasterio con tal sabiduría, amor y prudencia, que superó a todos sus predecesores y antecesores.
Cuando la Sede de Siracusa quedó vacante, el Papa Teodoro designó a Zósimo y lo consagró.
Durante su episcopado, el Santo fue notable por el celo en la enseñanza del pueblo y la generosidad con los pobres.
San Zósimo murió alrededor del año 660, a la edad de 90 años.
Barranco-Lima, Perú (1986) - Que Dios nos bendiga, que ayude a que no se disuelva este vinculo, que nos asista y apoye este matrimonio para que transcurra dentro de sus preceptos y normas.
México, D.F. México (2010) - Invitamos a los jóvenes del 29 de marzo al 4 de abril, una experiencia diferente para descubrir tu vocación, comunicate con el padre elías al (0155) 5676 0567
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: "Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un novillo de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: "Éste es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto.""
Y el Señor añadió a Moisés: "Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo." Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios: "¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? ¿Tendrán que decir los egipcios: "Con mala intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra"? Aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: "Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre."" Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su semblante, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis.
Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése sí lo recibiréis. ¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no dais fe a sus escritos, ¿cómo daréis fe a mis palabras?"
Hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza (Juan 5,31-47)
El gran argumento de Moisés en su intercesión es la Gloria de Dios, y su petición equivale a una preocupación: ¿cómo va a quedar Dios en esto? Esa clase de amor es el que también le lleva a uno a entender y practicar el mensaje de Cristo. 4 min. 21 seg.
Frente a Cristo quedan al final sólo dos posibilidades: o le acoges como revelación definitiva del Dios verdadero, o lo tratas como un loco y un impostor. 4 min. 55 seg.
La ley bien entendida, el testimonio de conversión y las obras de Cristo nos acercan a su corazón. La vanidad, el resentimiento y la envidia nos ponen en riesgo de perder su amor. 5 min. 53 seg.
Recibo los regalos del amor de Dios al volverme sensible y agradecido al amor de Dios, buscando su gloria y haciendo que otros lo conozcan, lo amen y lo obedezcan. 5 min. 43 seg.
Cristo nos quiere llevar a la plena unión con el Padre, que logremos reconocernos como hijos de Dios. Pidamos el don del Espíritu Santo para no perdernos esta bendición. 7 min. 0 seg.
En Cuaresma se denuncian las obras malas, el antiguo ser, el hombre viejo. En Pascua Jesucristo hace obras nuevas, construye el nuevo ser, hace posible al hombre nuevo. 3 min. 40 seg.
En la verdadera religión está la salvación, la falsa religión recorta a Dios para quedarse con una espiritualidad falsa, que pretende un dios a nuestras proporciones. 5 min. 41 seg.
Aquí está nuestro pecado: No buscamos que Dios sea glorificado, sino que muchas veces le arrebatamos esa gloria queriendo ser tratados como dioses buscando reconocimiento, viviendo a nuestra manera o alejándonos de la oración. 5 min. 18 seg.
La oración de intercesión ha de ser una invocación a Dios que es fiel, compasivo y merece toda gloria y por ello vamos a Él porque hemos sido infieles e insensibles y porque Él merece toda alabanza y toda gloria. 7 min. 31 seg.
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1.1 Una de las cosas interesantes de la primera lectura de hoy es que cuando Dios le habla a Moisés le dice: "se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto"; y Moisés responde: "¿por qué se va a desahogar tu rabia contra tu pueblo, al que tú sacaste de Egipto?". Uno podría preguntarse de quién es ese pueblo: rebelde y a la vez amado; ingrato y a la vez agraciado.
1.2 Ese pueblo se llama Israel, pero lleva también el nombre de cada uno de nosotros. En nosotros ha brillado la gracia y ha aparecido la ingratitud; somos espejos de la misericordia y monumentos a la miseria; quien nos conozca puede ver cuánto nos ha amado Dios... y cuán poco le hemos amado nosotros.
2. La dureza de corazón
2.1 Lo que nosotros solemos llamar "terquedad" o "rebeldía" tiene un nombre expresivo en la Biblia: "dureza de corazón". El fruto de esa dureza es volverse impermeable a la Palabra de Dios. Y el desenlace de quedarse sin la palabra que da vida es la muerte.
2.2 Así podemos entender mejor la expresión "ira de Dios". Santo Tomás de Aquino nos explica que no se trata de un enojo emocional o de una cólera que obnubile al Altísimo, sino más bien es un modo de hablar de las consecuencias espantosas a que conducen nuestros pecados, en cuanto sucede que, privados de la vida, nada queda como resultado sino la muerte.
3. "El Señor se arrepintió..."
3.1 Hey!, ¿no nos habían dicho que Dios era inmutable? ¿Cómo así que Dios "se arrepintió del mal que pensaba hacer a su pueblo"?
3.2 A la luz de la explicación anterior sobre la ira divina comprendemos lo que aquí se nos quiere inculcar: si la "ira de Dios" expresa lo que nos va a suceder si nos mantenemos apartados de Dios; el "arrepentimiento" de esa ira indica que si cambiamos nuestra dureza en sincera apertura a la obra de Dios, en Él hallaremos las fuentes vitales y la paz que habíamos perdido.
3.3 Santa Catalina de Siena, que bien meditadas tenía estas cosas, expresa más de una vez su extraordinaria admiración por la piedad de Dios. El amor divino, cuando encuentra cerrada la puerta de alguien, no por ello se rinde sin más, sino que hace cosas fantásticas, como infundir sentimientos suyos de ternura en algún prójimo de aquel rebelde, y luego, por los méritos de una oración que Él mismo inspiró, derrumba con su gracia la muralla de rebeldía. ¿Hay cosa más bella?