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Homilías de Fr. Nelson Medina, O.P.

Derechos Reservados © 1997-2024

La reproduccion de estos textos y archivos de audio, para uso privado o publico,
esta permitida, aunque solamente sin fines de lucro y citando la fuente:
http://fraynelson.com/homilias.html.

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* El tiempo es de Dios *
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Viernes, Junio 28 de 2030

[Lectio Divina] [Laudes] [Vísperas] [Completas]

Sobre las fechas y horas de publicación de estas oraciones mira aquí

Ten presente en tus intenciones de este día:

Haz click en los nombres para ver más información:

San Ireneo, Obispo y Mártir (130 - 202) (santo)

Denzel Vargas Incháustegui (cumple)

Gabriel López (cumple)

Cesar Castro (cumple)

José Paulo de Jesús (cumple)

Alan y Marthica (matri)

Padre Ferdinando Bravi Guerini (orden)

Michelle Anna (difuntos)


Para esta fecha hay 3 posibles celebraciones litúrgicas.
Haz click en el número para ir al esquema correspondiente:

Esquema: 1 2 3


Esquema No. 1

Ciclo B, Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús


Lecturas del Día

Lectura:

Haz click en la referencia bíblica:

1a.

Se me revuelve el corazón (Oseas 11,1b.3-4.8c-9)

Salmo

Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación. (Isaías,12,2-6 )

2a.

Comprendiendo lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano (Efesios 3,8-12.14-19)

Evangelio

Le traspasó el costado, y salió sangre y agua (Juan 19,31-37)


Homilías de viva voz

Núm.

Datos

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1

1997/06/06


Contemplando el Corazón abierto de Cristo, descubrimos el abismo de nuestro propio corazón.
10 min. 32 seg.

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1

2018/06/08


Treasures of Love in the Sacred Heart of Jesus
29 min. 14 seg.

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2

1997/06/06


Entremos por la puerta pequeñita, que está abierta en el Corazón de Cristo.
26 min. 45 seg.

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3

2003/06/27


Dios nos atrae con "cuerdas humanas y correas de amor".
12 min. 42 seg.

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4

2012/06/15


En el Corazón de Cristo se muestra la grandeza de un amor que ha sabido y querido abajarse para alcanzarnos.
4 min. 49 seg.

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5

2012/06/15


Cristo es "el que esperábamos" porque su amor es cercano por humano, e infinito por divino.
10 min. 37 seg.

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6

2015/06/12


La Solemnidad del Corazón de Jesús que es una prolongación del Viernes Santo, que recorre desde el extremo del dolor hasta hasta el extremos de la dulzura.
4 min. 46 seg.

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7

2018/06/08


Jesús nos declara su amor mostrándonos su corazón abierto y al mismo tiempo realiza su obra en nosotros renovándonos, restaurándonos, levantándonos.
5 min. 31 seg.

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8

2018/06/08


Buceando en el amor de Dios.
26 min. 43 seg.

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9

2021/06/11


El corazón de Jesús es un oratorio, el sitio de encuentro profundo con el Padre; El corazón de Jesús es nuestra escuela de oración, de espiritualidad y de contemplación.
5 min. 18 seg.

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10

2024/06/07


El amor del corazón de Cristo sana nuestro amor, purifica nuestro amor y nos enseña a amar.
9 min. 35 seg.

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Homilías escritas

Versión

Homilía para leer:

1

1. Sobre el Amor de Cristo

1.1 El papa Pío XII nos regaló esa que podríamos llamar la "Carta Magna" de la devoción y amor al Corazón de Cristo en su Encíclica "Haurietis Aquas", del 15 de mayo de 1956. De los números 18 al 21 de este documento inolvidable transcribimos algunos textos para nuestra meditación de hoy, dejando sin embargo nuestra numeración y titulación propias.

1.2 El adorable Corazón de Jesucristo late con amor divino al mismo tiempo que humano, desde que la Virgen María pronunció su Fiat, y el Verbo de Dios, como nota el Apóstol, al entrar en el mundo dijo: "Sacrificio y ofrenda no quisiste, pero me diste un cuerpo a propósito; holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: Heme aquí presente. En el principio del libro se habla de mí. Quiero hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad..." Por esta "voluntad" hemos sido santificados mediante la "oblación del cuerpo" de Jesucristo, que él ha hecho de una vez para siempre.

1.3 De manera semejante palpitaba de amor su Corazón, en perfecta armonía con los afectos de su voluntad humana y con su amor divino, cuando en la casita de Nazaret mantenía celestiales coloquios con su dulcísima Madre y con su padre putativo, San José, al que obedecía y con quien colaboraba en el fatigoso oficio de carpintero. Este mismo triple amor movía a su Corazón en su continuo peregrinar apostólico, cuando realizaba innumerables milagros, cuando resucitaba a los muertos o devolvía la salud a toda clase de enfermos, cuando sufría trabajos, soportaba el sudor, hambre y sed; en las prolongadas vigilias nocturnas pasadas en oración ante su Padre amantísimo; en fin, cuando daba enseñanzas o proponía y explicaba parábolas, especialmente las que más nos hablan de la misericordia, como la parábola de la dracma perdida, la de la oveja descarriada y la del hijo pródigo. En estas palabras y en estas obras, como dice San Gregorio Magno, se manifiesta el Corazón mismo de Dios: Mira el Corazón de Dios en las palabras de Dios, para que con más ardor suspires por los bienes eternos.

1.4 Con amor aun mayor latía el Corazón de Jesucristo cuando de su boca salían palabras inspiradas en amor ardentísimo. Así, para poner algún ejemplo, cuando viendo a las turbas cansadas y hambrientas, dijo: Me da compasión esta multitud de gentes; y cuando, a la vista de Jerusalén, su predilecta ciudad, destinada a una fatal ruina por su obstinación en el pecado, exclamó: Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que a ti son enviados; ¡cuantas veces quise recoger a tus hijos, como la gallina recoge a sus polluelos bajo las alas, y tú no lo has querido!. Su Corazón palpitó también de amor hacia su Padre y de santa indignación cuando vio el comercio sacrílego que en el templo se hacía, e increpó a los violadores con estas palabras: Escrito está: "Mi casa será llamada casa de oración"; mas vosotros hacéis de ella una cueva de ladrones.

2. Amor de Cristo en su Divina Pasión

2.1 Pero particularmente se conmovió de amor y de temor su Corazón, cuando ante la hora ya tan inminente de los cruelísimos padecimientos y ante la natural repugnancia a los dolores y a la muerte, exclamó: Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; vibró luego con invicto amor y con amargura suma, cuando, aceptando el beso del traidor, le dirigió aquellas palabras que suenan a última invitación de su Corazón misericordiosísimo al amigo que, con ánimo impío, infiel y obstinado, se disponía a entregarlo en manos de sus verdugos: Amigo, ¿a qué has venido aquí? ¿Con un beso entregas al Hijo del hombre?; en cambio, se desbordó con regalado amor y profunda compasión, cuando a las piadosas mujeres, que compasivas lloraban su inmerecida condena al tremendo suplicio de la cruz, las dijo así: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos..., pues si así tratan al árbol verde, ¿en el seco qué se hará?.

2.2 Finalmente, colgado ya en la cruz el Divino Redentor, es cuando siente cómo su Corazón se trueca en impetuoso torrente, desbordado en los más variados y vehementes sentimientos, esto es, de amor ardentísimo, de angustia, de misericordia, de encendido deseo, de serena tranquilidad, como se nos manifiestan claramente en aquellas palabras tan inolvidables como significativas: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen; Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?; En verdad te digo: Hoy estarás conmigo en el paraíso; Tengo sed; Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

3. Los Dones que nos ha entregado ese Amor Infinito

3.1 ¿Quién podrá dignamente describir los latidos del Corazón divino, signo de su infinito amor, en aquellos momentos en que dio a los hombres sus más preciados dones: a Sí mismo en el sacramento de la Eucaristía, a su Madre Santísima y la participacion en el oficio sacerdotal?

3.2 Ya antes de celebrar la última cena con sus discípulos, sólo al pensar en la institución del Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, con cuya efusión había de sellarse la Nueva Alianza, en su Corazón sintió intensa conmoción, que manifestó a sus apóstoles con estas palabras: Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer; conmoción que, sin duda, fue aún más vehemente cuando tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a ellos, diciendo: "Este es mi cuerpo, el cual se da por vosotros; haced esto en memoria mía". Y así hizo también con el cáliz, luego de haber cenado, y dijo: "Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que se derramará por vosotros".

3.3 Con razón, pues, debe afirmarse que la divina Eucaristía, como sacramento por el que El se da a los hombres y como sacrificio en el que El mismo continuamente se inmola desde el nacimiento del sol hasta su ocaso, y también el Sacerdocio, son clarísimos dones del Sacratísimo Corazón de Jesús.

3.4 Don también muy precioso del sacratísimo Corazón es, como indicábamos, la Santísima Virgen, Madre excelsa de Dios y Madre nuestra amantísima. Era, pues, justo fuese proclamada Madre espiritual del género humano la que, por ser Madre natural de nuestro Redentor, le fue asociada en la obra de regenerar a los hijos de Eva para la vida de la gracia. Con razón escribe de ella San Agustín: Evidentemente Ella es la Madre de los miembros del Salvador, que somos nosotros, porque con su caridad cooperó a que naciesen en la Iglesia los fieles, que son los miembros de aquella Cabeza.

3.5 Al don incruento de Sí mismo bajo las especies del pan y del vino quiso Jesucristo nuestro Salvador unir, como supremo testimonio de su amor infinito, el sacrificio cruento de la Cruz. Así daba ejemplo de aquella sublime caridad que él propuso a sus discípulos como meta suprema del amor, con estas palabras: Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos. De donde el amor de Jesucristo, Hijo de Dios, revela en el sacrificio del Gólgota, del modo más elocuente, el amor mismo de Dios: En esto hemos conocido la caridad de Dios: en que dio su vida por nosotros; y así nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos. Cierto es que nuestro Divino Redentor fue crucificado más por la interior vehemencia de su amor que por la violencia exterior de sus verdugos: su sacrificio voluntario es el don supremo que su Corazón hizo a cada uno de los hombres, según la concisa expresión del Apóstol: Me amó y se entregó a sí mismo por mí.

4. El Corazón, Símbolo de Amor

4.1 No hay, pues, duda de que el Sagrado Corazón de Jesús, al ser participante tan íntimo de la vida del Verbo encarnado y, al haber sido, por ello asumido como instrumento de la divinidad, no menos que los demás miembros de su naturaleza humana, para realizar todas las obras de la gracia y de la omnipotencia divina, por lo mismo es también símbolo legítimo de aquella inmensa caridad que movió a nuestro Salvador a celebrar, por el derramamiento de la sangre, su místico matrimonio con la Iglesia: Sufrió la pasión por amor a la Iglesia que había de unir a sí como Esposa. Por lo tanto, del Corazón traspasado del Redentor nació la Iglesia, verdadera dispensadora de la sangre de la Redención; y del mismo fluye abundantemente la gracia de los sacramentos que a los hijos de la Iglesia comunican la vida sobrenatural, como leemos en la sagrada Liturgia: Del Corazón abierto nace la Iglesia, desposada con Cristo... Tú, que del Corazón haces manar la gracia.

4.2 De este simbolismo, no desconocido para los antiguos Padres y escritores eclesiásticos, el Doctor común escribe, haciéndose su fiel intérprete: Del costado de Cristo brotó agua para lavar y sangre para redimir. Por eso la sangre es propia del sacramento de la Eucaristía; el agua, del sacramento del Bautismo, el cual, sin embargo, tiene su fuerza para lavar en virtud de la sangre de Cristo. Lo afirmado del costado de Cristo, herido y abierto por el soldado, ha de aplicarse a su Corazón, al cual, sin duda, llegó el golpe de la lanza, asestado precisamente por el soldado para comprobar de manera cierta la muerte de Jesucristo.

4.3 Por ello, durante el curso de los siglos, la herida del Corazón Sacratísimo de Jesús, muerto ya a esta vida mortal, ha sido la imagen viva de aquel amor espontáneo por el que Dios entregó a su Unigénito para la redención de los hombres, y por el que Cristo nos amó a todos con tan ardiente amor, que se inmoló a sí mismo como víctima cruenta en el Calvario: Cristo nos amó, y se ofreció a sí mismo a Dios, en oblación y hostia de olor suavísimo.


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Esquema No. 2

Junio 0028
Vigilia de los Apóstoles Pedro y Pablo
[Vigilia]


Lecturas del Día

Lectura:

Haz click en la referencia bíblica:

1a.

Te voy a dar lo que tengo: En el nombre de Jesús, camina (Hechos 3, 1-10)

Salmo

El cielo proclama la gloria de Dios. (Salmo 18)

2a.

Quiso revelarme a su Hijo para que yo lo anunciara entre los paganos (Gálatas 1,11-20)

Evangelio

Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas (Juan 21, 15-19)


Homilías de viva voz

Núm.

Datos

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Más...

1

1998/06/29


La Iglesia lleva el Evangelio y el Evangelio lleva la Iglesia.
10 min. 31 seg.

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2

1999/06/29


Cristo ha revelado a su Hijo en mí.
8 min. 21 seg.

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3

2008/06/28


Preferir a Cristo por encima de todo.
29 min. 42 seg.

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4

2008/06/28


Valoremos el recorrido del Evangelio y nuestra fe.
15 min. 4 seg.

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5

2012/06/28


La difícil labor de evangelización realizada por Pablo se vio amenazada por quienes querían confundir a la gente; ello obligó al apóstol a ser muy enfático y preciso sobre qué es el Evangelio.
8 min. 52 seg.

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6

2014/06/28


En el paralítico que Dios curó a través de Pedro hay un mensaje sobre nuestra propia condición y lo que el Señor puede hacer por nosotros.
30 min. 16 seg.

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7

2015/06/28


En la persona del sucesor de Pedro no vemos solamente un ser humano sino la oración de Cristo en acción.
12 min. 14 seg.

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Homilías escritas

Versión

Homilía para leer:

1

1. Sucesor de Pedro...

1.1 El Papa Juan Pablo I, de tan breve como gratamente recordado pontificado, nos regaló en la Eucaristía en que iniciaba su servicio de Supremo Pastor, el 3 de septiembre de 1978, estas palabras que bien ilustran no sólo lo que significa el Papa sino quién es Pedro en el querer de Cristo. Entresacamos algunos textos. La numeración es nuestra.

1.2 Venerados hermanos e hijos queridísimos. En esta celebración sagrada, con la que damos comienzo solemne al ministerio de Sumo Pastor, que ha sido puesto sobre nuestros hombros, el primer pensamiento de adoración y súplica se dirige a Dios, infinito y eterno, el cual, con una decisión suya humanamente inexplicable y por su benignísima dignación, nos ha elevado a la Cátedra de San Pedro. Brotan espontáneamente de nuestros labios las palabras de San Pablo: “¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!” (Rom 11, 33).

2. Todo el Pueblo de Dios reunido en torno al Papa

2.1 Nuestro pensamiento va después, con paterno y afectuoso saludo, a toda la Iglesia de Cristo; a esta asamblea que casi la representa en este lugar --cargado de piedad, de religión y de arte--, que guarda celosamente la tumba del Príncipe de los Apóstoles; y también a la Iglesia que nos está viendo y escuchando en estos momentos a través de los modernos instrumentos de comunicación social.

2.2 Saludamos a todos los miembros del Pueblo de Dios: a los cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, misioneros, seminaristas, seglares empeñados en el apostolado y en las diversas profesiones; a los hombres de la política, de la cultura, del arte, de la economía; a los padres y madres de familia, a los obreros, a los emigrantes, a los jóvenes de ambos sexos, a los niños, a los enfermos, a los que sufren, a los pobres.

2.3 Queremos dirigir asimismo nuestro saludo respetuoso y cordial a todos los hombres del mundo, a quienes consideramos y amamos como hermanos, porque son hijos del mismo Padre celestial y hermanos todos en Cristo Jesús (cf. Mt. 23, 8 ss.).

3. La misión de Pedro en la Iglesia

3.1 La Palabra de Dios que acabamos de escuchar, nos ha presentado como en un crescendo, ante todo a la Iglesia, prefigurada y entrevista por el profeta Isaías (cf. Is 2, 2-5) como el nuevo Templo, hacia el que confluyen las gentes desde todas las partes del mundo, deseosas de conocer la ley de Dios y observarla dócilmente, mientras las terribles armas de guerra son transformadas en instrumentos de paz. Pero este nuevo Templo misterioso, polo de atracción de la nueva humanidad --nos recuerda San Pedro--, tiene una piedra angular, viva, escogida, preciosa (cf. 1 Pe 2, 4-9), que es Jesucristo, el cual ha fundado su Iglesia sobre los Apóstoles y la ha edificado sobre San Pedro, Cabeza de ellos (Lumen gentium, 19).

3.2 “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré yo mi Iglesia” (Mt 16,18): son las palabras graves, importantes y solemnes que Jesús dirige a Simón, el hijo de Juan, en Cesárea de Filipo, después de la profesión de fe que no ha sido el producto de la lógica humana del pescador de Betsaida, o la expresión de una particular perspicacia suya, o el efecto de una moción sicológica; sino el fruto misterioso y singular de una auténtica revelación del Padre celestial.

3.3 Y Jesús cambia a Simón su nombre, poniéndole el de Pedro, significando con ello la entrega de una misión especial; le promete edificar sobre él su Iglesia, sobre la cual no prevalecerán las fuerzas del mal o de la muerte; le entrega las llaves del Reino de Dios, nombrándolo así máximo responsable de su Iglesia, y le da el poder de interpretar auténticamente la ley divina.

3.4 Ante estos privilegios, o mejor dicho, ante estas tareas sobrehumanas confiadas a Pedro, San Agustín nos advierte: “Pedro, por su naturaleza, era simplemente un hombre; por la gracia, un cristiano; por una gracia todavía más abundante, uno y a la vez el primero de los Apóstoles” (SAN AGUSTÍN, In Ioannis Evang. tract., 124, 5; PL 35, 1973).

3.5 Con atónita y comprensible emoción, pero también con una confianza inmensa en la gracia omnipotente de Dios y en la oración ferviente de la Iglesia, hemos aceptado ser el Sucesor de Pedro en la sede de Roma, tomando el “yugo” que Cristo ha querido poner sobre nuestros frágiles hombros. Y nos parece escuchar como dirigidas a Nos, las palabras que según San Efrén, Cristo dirige a Pedro: “Simón, mi apóstol, yo te he constituido fundamento de la Santa Iglesia. Yo te he llamado ya desde el principio Pedro porque tú sostendrás todos los edificios; tú eres el superintendente de todos los que edificarán la Iglesia sobre la tierra;... tú eres el manantial de la fuente, de la que mana mi doctrina;... tú eres la cabeza de mis apóstoles;... yo te he dado las llaves de mi reino” (S. EFRÉN, Sermones in hebdomadam sanctam, 4, 1; LAMY T. J., S. Ephraem Syri hymni et sermones, 1,412).

4. Roma, centro de la unidad y de la caridad

4.1 Desde el primer momento de nuestra elección y en los días siguientes, nos hemos sentido profundamente impresionados y animados por las manifestaciones de afecto de nuestros hijos de Roma y también de aquellos que, de todo el mundo, nos hacen llegar el eco de su incontenible gozo por el hecho de que una vez más Dios ha dado a la Iglesia su Cabeza visible. Resuenan de nuevo espontáneas en nuestro espíritu las conmovedoras palabras que nuestro gran Predecesor, San León Magno, dirigía a los fieles romanos: “No deja de presidir su sede San Pedro, y está vinculado al Sacerdote eterno en una unidad que nunca falla... Y por eso todas las demostraciones de afecto que, por complacencia fraterna o piedad filial, habéis dirigido a Nos, reconoced con mayor devoción y verdad que las habéis dirigido conmigo a aquel cuya sede nos gozamos no tanto en presidir, como en servir” (S. LEÓN MAGNO, Sermo V, 4-5; PL 54, 155-156).

4.2 Sí, nuestra presidencia en la caridad es un servicio y, al afirmarlo, pensamos no solamente en nuestros hermanos e hijos católicos, sino asimismo en todos aquellos que quieren también ser discípulos de Jesucristo, honrar a Dios y trabajar por el bien de la humanidad.

4.3 En este sentido, dirigimos un saludo afectuoso y agradecido a las Delegaciones de las otras Iglesias y comunidades eclesiales, aquí presentes. Hermanos todavía no en plena comunión, dirijámonos juntos hacia Cristo Salvador, avanzando unos y otros en la santidad que él quiere para nosotros y, juntos en el recíproco amor sin el cual no existe cristianismo, preparando los caminos de la unidad en la fe, en el respeto de su verdad y del ministerio que él ha confiado, para su Iglesia, a sus Apóstoles y a sus Sucesores.

4.4 Rodeado de vuestro amor y sostenido por vuestra oración, comenzamos nuestro servicio apostólico invocando, cual espléndida estrella de nuestro camino, a la Madre de Dios, María, Salus populi romani y Mater Ecclesiae, que la liturgia venera de manera particular en este mes de septiembre.

4.5 La Virgen, que ha guiado con delicada ternura nuestra vida de niño, de seminarista, de sacerdote y de obispo, continúe iluminando y dirigiendo nuestros pasos, para que, convertidos en voz de Pedro, con los ojos y la mente fijos en su Hijo, Jesús, proclamemos al mundo con alegre firmeza, nuestra profesión de fe: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16). Amén.


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Esquema No. 3

Junio 0028
Memoria de San Ireneo, Obispo y Mártir


Lecturas del Día

Lectura:

Haz click en la referencia bíblica:

1a.

Quien sirve al Señor debe ser amable con todos y ha de corregir con dulzura (Timoteo 2, 22-26)

Salmo

El Señor es mi pastor, nada me falta. (Salmo 22, 1-3A.3B-4.5.6)

Evangelio

Quiero que donde yo esté, también estén ellos conmigo (Juan 17, 20-26)


Homilías de viva voz

Núm.

Datos

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Más...

1

2002/06/28


Reconocer a Dios en nuestra carne y reconocer nuestra carne llamada a la vida de Dios.
14 min. 31 seg.

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2

2017/06/28


La herejía gnóstica sigue vigente en nuestro tiempo por lo que necesitamos particular claridad para guardar el tesoro de nuestra fe como nos enseñó San Ireneo de Lyon.
7 min. 6 seg.

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3

2018/06/28


Como San Ireneo estamos llamados a presentar la verdad del Evangelio no como un acto de arrogancia sino como un acto de amor.
5 min. 49 seg.

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4

2021/06/28


La negación de la doctrina termina siendo la negación de la acción evangelizadora de la Iglesia. San Ireneo entendió la necesidad de tener unidad en la fe y en la moral y por esto murió.
6 min. 21 seg.

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5

2022/06/28


La falsa paz prefiere la tranquilidad, es provisional y maneja distintas versiones; mientras que la verdadera prefiere la claridad, es estable y se proclama igual adentro y afuera.
5 min. 48 seg.

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6

2024/06/28


El error tolerado finalmente es guerra en la mente, es guerra en la conciencia y en el corazón. San Ireneo luchó por la paz afirmando la verdad.
6 min. 0 seg.

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Homilías escritas

Versión

Homilía para leer:

1

1. Un hombre y un nombre de paz

1.1 Ireneo viene de la palabra griega eirene que significa paz. Este santo obispo fue eso: un hombre con un nombre y una obra de paz. Pero ello no es evidente cuando uno mira el título de su obra más conocida, que parece un grito de batalla: Contra las Herejías.

1.2 La paz que vivió y predicó Ireneo no es el irenismo, una palabra que también viene de la eirene griega. El irenismo es esa paz superficial que consiste en evitar las discusiones aunque se sepa que las mentes están pensando cosas opuestas. El irenismo es la renuncia a la verdad y es la cobardía de preferir que los problemas estallen en el futuro mientras en el presente hacemos de cuenta que podemos tolerarnos.

1.3 La paz de Ireneo es la paz de los corazones que descansan agradecidos en una verdad común. Es la paz de la con-cordia, palabra que alude a eso: corazón unidos. por eso es una paz que requiere la predicación vigorosa e incluso la guerra contra lo que pueda ocultar o desfigurar la verdad.

2. La verdad de la Carne de Cristo

2.1 Es muy interesante, al recorrer las controversias doctrinales de Ireneo, ver que lo que estaba en disputa esencialmente, en el siglo II, es la realidad de la Encarnación. Si la carne de Cristo no es como la nuestra, entonces su dolor no es como el nuestro, y entonces su pasión y su cruz en el fondo son irrelevantes, equivalen a un dibujo o la fantasía de algún artista.

2.2 Si la carne de Cristo no importa, lo único que importa es lo que él dijo, la idea que él trajo, el conocimiento que aportó. "Conocimiento" en griego se dice gnosis. Ireneo por eso ve en el gnosticismo la gran negación de la verdad de Dios, porque pretende negar la Encarnación, los Sacramentos y el valor intrínseco del amor mostrado en la Cruz.

2.3 Contra las Herejías es además un libro que en cierto modo inaugura lo que hoy llamamos la "teología sistemática," o sea, la exposición del contenido de la fe de un modo razonado, y según el mismo contenido, y no, por ejemplo, el comentario a algún libro de la Escritura. Tras Ireneo, otros autores seguirán ese camino, hasta llegar a las grandes cumbres del pensamiento cristiano.


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-Fr. Nelson Medina, OP

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