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Homilías de Fr. Nelson Medina, O.P.Derechos Reservados © 1997-2024
Viernes, Mayo 26 de 2000[Lectio Divina] [Laudes] [Vísperas] [Completas] Sobre las fechas y horas de publicación de estas oraciones mira aquí Ten presente en tus intenciones de este día:
Tiempo de Pascua,
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Lectura: |
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1a. |
Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables (Hechos 15,22-31) |
Salmo |
Te daré gracias ante los pueblos, Señor. (Salmo 56) |
Evangelio |
Esto os mando: que os améis unos a otros (Juan15,12-17) |
Núm. |
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Homilía para leer: |
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1. Lo que estaba prohibido y... sigue prohibido1.1 En un tiempo estuvo como de moda en los medios académicos teológicos hacer este planteamiento, que trajo bastantes confusiones: la moral cristiana no mira tanto a los actos como a las actitudes; la moral de los actos es propia de la antigua ley, y es lo que se encuentra en los Diez Mandamientos; la moral de las actitudes mira al amor y a la intención, y es la propia de nosotros, los que vivimos en el régimen nuevo y en el Nuevo Testamento. 1.2 Ese planteamiento tiene como aspectos positivos que marca el avance entre una legislación que se queda en lo realizado, es decir, en el solo acto, y lo ubica en una perspectiva más integral, sobre todo tomando en cuenta ese factor básico que es la intención. Además, con este planteamiento la vida moral adquiere una jerarquización clara, en la que el amor tiene el primer puesto que le corresponde. 1.3 Las dificultades vienen cuando tratamos de darle un rostro específico a ese amor. Porque el amor es una palabra que cada uno puede acomodar a su gusto o conveniencia. Amor se llama a veces a la más tormentosa y ciega de las pasiones; amor se dice a veces de la más sublime y generosa caridad por los pobres. Dejar a la palabra amor sin un contenido específico, que es el que dan los actos específicos, es terriblemente engañoso. 1.4 De otra parte, la actitud que descalifica a los Diez Mandamientos deja sin oficio a la razón humana en la búsqueda del bien moral. En efecto, como lo ha enseñado muchas veces el Magisterio, los Mandamientos son como la expresión de la Ley Natural, es decir, de aquel bien humano que la razón puede descubrir al examinar las condiciones en que se desenvuelve nuestra vida. Sin los Mandamientos la propuesta moral cristiana se reduce a un deseo vago de bondad en el que finalmente todo cabe. Una postura tan inocua como esta aparenta ser un lugar de encuentro y diálogo entre las diversas religiones, pero en realidad no dice nada porque termina aprobando todo. 1.5 La primera lectura de hoy trae toda esta temática a nuestra consideración porque no era distinto el problema que tenían que enfrentar los apóstoles, reunidos en Concilio en Jerusalén, cuando estudiaban el espinoso asunto del alcance de la ley judía en la predicación del Evangelio a los paganos. 1.6 Las determinaciones de esta reunión de los apóstoles, a la que usualmente se le considera como el Primer Concilio Ecuménico de la Iglesia, nos muestran varias cosas. En primer lugar, observemos que lo mandado no es un amor genérico ni una moral de actitudes sino preceptos específicos que atienden a las circunstancias concretas en que viven los destinatarios de tal legislación cristiana. 1.7 En segundo lugar, notemos el aspecto limitado, en espacio y tiempo, de lo allí establecido. Así como es un extremo afirmar que la nueva ley equivale al capricho de lo que cada quien llame amor, así también es extremista pensar que toda legislación tiene un valor máximo y una validez eterna. Las prescripciones de los apóstoles tienen un contexto particular, que es el de aquellas comunidades que, si bien nacen del paganismo, se hallan en un contexto de conocimiento de la Ley de Moisés. Lo prescrito, pues, quiere ser respetuoso de esa Ley, para no poner obstáculos al Evangelio, sin por ello poner en ella el centro de nuestra fe ni la fuente de nuestra salvación. 2. Nos han ordenado amar2.1 Cristo nos ha enseñado el amor y nos ha ordenado amar. En ese orden son las cosas: aprender qué es amar y vivir en el amor. 2.2 La medida es alta y su mandato es exigente. ¡Lo que pide no es menos que lo que pedía la ley antigua! Cristo pone como medida del amor nada menos que dar la vida. Tanto no pedía la Ley de Moisés. Pero la Ley Antigua tampoco daba tanto, tampoco nos transformaba tanto, tampoco construía tanto en nosotros. 2.3 De aquí podemos aprender dos cosas: primera, que es falso que la Nueva Ley sea menos o menor que la Antigua. Pide más, infinitamente más. Pero, en segundo lugar, la Ley Nueva es superior a la Antigua porque trae en sí el vigor para ser cumplida. 2.4 Tal es, en efecto, la maravillosa ley del amor: que tanto ilumina cuanto impulsa y tanto mueve cuanto esclarece. La ley mosaica podía ayudarnos a encontrar lo malo pero no a sentir repulsión hacia ello; podía enseñarnos el camino del bien pero nos dejaba inermes ante el atractivo del mal. La Ley Nueva, por el contrario, nos hace fuertes interiormente, a través de la experiencia de ser amados, y luego nos dirige hacia el bien, a través del llamado a amar. |
-Fr. Nelson Medina, OP
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