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Homilías de Fr. Nelson Medina, O.P.Derechos Reservados © 1997-2024
Viernes, Febrero 21 de 2025[Lectio Divina] [Laudes] [Vísperas] [Completas] Sobre las fechas y horas de publicación de estas oraciones mira aquí Ten presente en tus intenciones de este día:
Tiempo Ordinario, Año Impar,
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Lectura: |
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1a. |
Voy a bajar y a confundir su lengua (Génesis 11,1-9) |
Salmo |
Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad. (Salmo 32) |
Evangelio |
El que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará (Marcos 8,34-9,1) |
Núm. |
Datos |
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2001/02/16 |
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2011/02/18 |
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2017/02/17 |
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4 |
2023/02/17 |
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2023/02/17 |
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Versión |
Homilía para leer: |
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1. El pecado no une1.1 Cuando vemos trabajar organizadamente al crimen, por ejemplo, para realizar un "exitoso" ataque terrorista, podemos hacernos la idea de que hay unidad entre esos malvados. La primera lectura de hoy nos enseña que no es así. El pecado no une; el pecado lleva dentro de sí el germen de la confusión y de la división. 1.2 Deberían bastar los ejemplos que la historia nos brinda para estar de acuerdo en que esto es así. En un grupo de ladrones cada uno necesita de los demás para lograr el objetivo, pero una vez conseguido el botín "los demás" estorban, y si en ese momento pudiera quitarlos de en medio, lo haría, como de hecho sucede muchas veces: al fin y al cabo, menos gente significa menor número, menos porciones, y por tanto: más ganancia. 1.3 El pecado, pues, no une porque en el fondo cada uno está mirando por lo suyo. El pecado sabe utilizar a los otros, pero no unirse a ellos. Es el significado alegórico de la "confusión" de Babel. Cada uno creía estar en el mismo proyecto y estar trabajando por la misma meta, pero en realidad cada uno era cabeza de un imperio y suponía que los demás eran sus súbditos. 1.4 Tal vez la consecuencia más dramática de la desunión del pecado es la desunión de la pareja y de la familia. Un número sorprendente de hombres y mujeres se unen no en razón ni en el nombre de Dios sino en el nombre del deseo y del interés encubierto o descarado de extraer como aspiradoras todo lo deleitable o costoso del otro. Estas parejas, como Babel, están condenadas a los malos entendidos y finalmente a la separación. 2. No es la última palabra2.1 Sin embargo, Babel no es la última palabra. Hay en la Biblia un "anti-Babel", una escena que de modo maravilloso devuelve la tragedia que hoy tenemos que contemplar. Ese "anti-Babel" es Pentecostés (Hch 2), allí donde hombres de distintas razas, pueblos y lenguas pueden encontrarse y entenderse, porque el Espíritu Santo les da un lenguaje común. 2.2 Si Babel es la tierra del orgullo, condensado en aquella expresión: "seremos famosos... alcanzaremos el cielo", Pentecostés es el valle de la humildad. El día mismo de esta gran fiesta Pedro predica a la multitud y lo primero que hace es recordarles la gravedad del crimen que se ha cometido: "Sepa pues ciertísimamente toda la Casa de Israel, que a este Jesús que vosotros colgasteis en un madero, Dios ha hecho Señor y Cristo" (Hch 2,36). 2.3 De esta denuncia, cargada de infinito celo por la gloria divina, brotan la compunción y la conversión: "Entonces oído esto, fueron compungidos de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Y Pedro les dice: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Cristo, para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque a vosotros es la promesa, y a vuestros hijos, y a todos los que están lejos; a cualesquiera que el Señor nuestro Dios llamare. Y con otras muchas palabras testificaba y los exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. Así que, los que recibieron su palabra, fueron bautizados; y fueron añadidas a ellos aquel día como tres mil personas" (Hch 2,37-41). 2.4 La Eucaristía es el banquete de la unidad. Alrededor del altar somos uno, como nos predica bellamente Pablo: "Ahora en Cristo Jesús, vosotros, que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo. Porque El mismo es nuestra paz, quien de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne la enemistad, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un nuevo hombre, estableciendo así la paz, y para reconciliar con Dios a los dos en un cuerpo por medio de la cruz, habiendo dado muerte en ella a la enemistad. y vino y anunció paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca; porque por medio de El los unos y los otros tenemos nuestra entrada al Padre en un mismo Espíritu" (Ef 2,13-18). 3. Cargar con la Propia Cruz3.1 Las palabras de Jesús tenían que oírse como el restallido de un latigazo en quienes le escuchaban. La cruz era el emblema abominado y abominable tanto para romanos como judíos. Para los unos era el símbolo mismo de la ignominia que sólo podían merecer los esclavos rebeldes; para los otros, el espanto de una muerte atroz y la señal de la garra implacable del águila imperial de Roma. Jesús toma ese signo detestable, casi repugnante, y lo asocia con la vida de sus discípulos. ¿Por qué? 3.2 Se trata de mostrar que el evangelio conlleva pérdidas y no de cualquier orden: pérdidas radicales. Esto es algo que podía no ser obvio a quienes veían cómo este profeta maravilloso, este Jesús de Nazareth sanaba toda clase de enfermedades y expulsaba todo tipo de demonios. Nada parecía quedarle grande y nada parecía costar demasiado trabajo. Todo parecía ganancia y no se veían las pérdidas. Pues bien, este profeta portentoso en obras nos quiere bien despiertos con sus palabras. Y nos advierte que no todo es ganancia; que hay un precio, y es tan alto como la propia vida. 3.3 No se trata de que estemos "comprando" la salvación sino de que la condición misma de salvados es algo dinámico, algo que ha de realizarse más de una vez, o por mejor decir, de un modo continuo. La vida "salvada" es una vida de continuo "ofrecida," y ello entraña una actitud de permanente gracia, gratuidad y gratitud. El discípulo no es el que disfruta de una vida sin problemas sino el que puede hacer de su vida y de sus problemas algo nuevo y fecundo, algo significativo y hermoso, algo entrañable y cargado de amor y sentido. |
-Fr. Nelson Medina, OP
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