La reproduccion de estos textos y archivos de audio, para uso privado o publico, esta permitida, aunque solamente sin fines de lucro y citando la fuente: http://fraynelson.com/homilias.html.
Sobre las fechas y horas de publicación de estas oraciones mira aquí
Ten presente en tus intenciones de este día:
Haz click en los nombres para ver más información:
La Iglesia conmemora también el día de San Tiranio, Obispo de Tiro, que había presenciado el triunfo de los Mártires y los había alentado. Pero, seis años después, lo tomaron preso y lo condujeron junto con San Cenobio de Tiro a Antioquía.
Cenobio era médico y sacerdote de la ciudad de Sidón. Tiranio fue arrojado al río Orantes, tras haber sufrido crueles torturas, mientras que Cenobio murió en el potro.
Asimismo, varios cristianos egipcios que se habían establecido en Palestina y otros en Tiro, dieron pruebas de su paciencia y constancia en la fe. Después de haber sido golpeados innumerables veces, -cosa que soportaron con gran paciencia-, fueron arrojados a los leopardos, osos salvajes, jabalíes y toros.
Sin embargo, cuando las fieras aparecieron en la arena, en vez de devorar o destrozar a los Mártires, se mantuvieron a distancia de ellos, sin tocarlos, y se volvieron contra los domadores y cuantos se hallaban cerca.
El hecho se repitió varias veces, pese a que los verdugos reemplazaron por dos ocasiones a las fieras, y obligaron a los cristianos a agitar los brazos para provocarlas.
Después de varios intentos inútiles con diferentes animales, los Santos fueron finalmente decapitados y sus cuerpos arrojados al mar. Otros, que se negaron a ofrecer sacrificios a los dioses, murieron apaleados, quemados y también ejecutados de distintas formas.
En aquellos días, Saúl emprendió la bajada hacia el páramo de Zif, con tres mil soldados israelitas, para dar una batida en busca de David.
David y Abisay fueron de noche al campamento; Saúl estaba echado, durmiendo en medio del cercado de carros, la lanza hincada en tierra a la cabecera. Abner y la tropa estaban echados alrededor. Entonces Abisay dijo a David: "Dios te pone el enemigo en la mano. Voy a clavarlo en tierra de una lanzada; no hará falta repetir el golpe."
Pero David replicó: "¡No lo mates!, que no se puede atentar impunemente contra el ungido del Señor."
David tomó la lanza y el jarro de agua de la cabecera de Saúl, y se marcharon. Nadie los vio, ni se enteró, ni se despertó: estaban todos dormidos, porque el Señor les había enviado un sueño profundo.
David cruzó a la otra parte, se plantó en la cima del monte, lejos, dejando mucho espacio en medio, y gritó: "Aquí está la lanza del rey. Que venga uno de los mozos a recogerla. El Señor pagará a cada uno su justicia y su lealtad. Porque él te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra el ungido del Señor."
Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. R.
El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas. R.
Como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos; como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles. R.
Hermanos: El primer hombre, Adán, fue un ser animado. El último Adán, un espíritu que da vida.
No es primero lo espiritual, sino lo animal. Lo espiritual viene después.
El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo hombre es del cielo.
Pues igual que el terreno son los hombres terrenos; igual que el celestial son los hombres celestiales.
Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial.
Somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial (1 Corintios 15, 45-49)
Evangelio
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.
Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué merito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen.
Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué merito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo.
¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos.
Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante.
Jesucristo quiere que así como hemos conocido a un Dios compasivo, no dejemos que esa compasión divina se detenga, sino que fluya a través de nosotros hacia nuestros hermanos. 5 min. 17 seg.
En el aspecto en el que más podemos parecernos a Dios es en la misericordia, en el amor que no busca contra prestación; creciendo en la paciencia, la comprensión y la compasión con nuestro prójimo. 5 min. 26 seg.
El mandato de Cristo de amar a los enemigos probablemente nos deja desbordados y perplejos; sin embargo de sus palabras podemos aprender cómo ha sido y es Dios con nosotros, y cuál es la promesa de transformación que tiene para nuestras vidas tantas veces tibias o mediocres. 17 min. 53 seg.
Haz una donación
para que esta obra continúe, y llegue a más personas! ¡La gloria sea para Dios!
1.1 El rey David es una de las figuras más relevantes del Antiguo Testamento, no sólo por sus logros militares o políticos sino porque su manera de gobernar quedó como una especie de referencia perpetua hasta el punto que Jesús mismo fue llamado "hijo de David" en los evangelios (hay referencias abundantes sobre todo en San Mateo 1,1; 9,27; 12,23; 15,22; 20,30; 21,9.15).
1.2 En los días de David la gente pudo experimentar cómo podría ser el mundo si Dios reinara. La imagen más concreta del "reino de Dios" que aquellos hebreos podían tener era la de los tiempos de David. Así por ejemplo, cuando la multitud aclama a Cristo que entra en Jerusalén el saludo es: "Bendito el reino de nuestro padre David que viene; ¡Hosanna en las alturas!" (Marcos 11,10).
1.3 Y si nos preguntamos qué hace de David el rey por antonomasia, y su reinado el punto de referencia para todas las generaciones, una buena respuesta es que David es un rey en el que reina Dios. No es un santo, en el sentido actual de la palabra; la Biblia misma recuerda de sus miserias y pecados (véase 2 Samuel, capítulo 11). Y sin embargo, si es un hombre sensible a la presencia y al querer de Dios.
1.4 La primera lectura de hoy nos deja asomarnos a ese aspecto notable de David. Para él, Saúl no es simplemente su enemigo. Es enemigo suyo pero es también el ungido del Señor, porque Dios lo escogió y lo ungió como rey. David no anhela tanto legar al poder, ni detesta tanto a Saúl, que lo ha odiado sin razón, como para despreciar el mandato, la palabra y la unción del Señor. David, podríamos decir, no quiere salir con su plan "a como dé lugar" sino que sabe apreciar el estilo de Dios; él respeta ese estilo y sabe preferir ese plan. Por eso es modelo para nosotros.
2. Opiniones, Juicios, Condenas
2.1 Muchos cristianos pueden sentirse sorprendidos o confundidos por la alta exigencia del evangelio de hoy que nos manda no juzgar. Parece psicológicamente imposible no formarse una opinión sobre quién es responsable de qué, y cuando uno dice que alguien obró mal, ¿no es eso juzgar? Además, Cristo mismo denunció iniquidades e hipocresías e personas concretas, por ejemplo, los fariseos de su tiempo: ¿no es eso juzgar? Y además, los sistemas de justicia del mundo entero finalmente tienen que hacer declaraciones sobre quién es inocente y quién es culpable. Una vez más, ¿no es eso juzgar?
2.2 Parece que la clave para entender este texto es descubrir que hay distintas clases de juicio. Una cosa es llamar bien al bien y mal al mal, cosa que es saludable y necesaria; otra cosa es creer que uno puede establecer la verdad, o sacar a luz todo lo oculto, cuando se trata de la vida de otra persona. Dicho de otra manera: una cosa es juzgar de sus actos, en cuanto puede demostrarse que son reales y que son suyos, y otra cosa es juzgar de la persona, es decir, llegar por ejemplo a pensar que conocemos lo suficiente de esa persona como para establecer su verdad.
2.3 "No juzgar," según eso, equivale a reconocer que nunca lo sabemos todo sobre la historia, los condicionantes, las intenciones y el alcance del actuar de otras personas. "No juzgar" es un acto de sensatez que pone por delante la propia ignorancia y que prefiere detenerse en el ámbito de los hechos comprobados sin pasar a determinar qué es finalmente esa persona, que en últimas equivale a quién es ella ante Dios.