Una de las épocas más difíciles para la Iglesia Católica fue "El destierro de Avignon, o destierro de Babilonia".
Durante este período los Papas tuvieron que salir de Roma a causa de las continuas e insostenibles revoluciones. Se establecieron en Avignon, una ciudad francesa, poco después del año 1300.
Entre todos los Papas que vivieron allí, estaba San Urbano V. Nació en Languedoc, Francia, en 1310. Hizo sus estudios universitarios, y entró de monje benedictino.
Fue Superior de los principales Conventos de su Comunidad. Además, debido a que tenía especiales cualidades para la diplomacia, los Sumos Pontífices que vivieron en Avignon, lo emplearon como Nuncio o embajador.
Estaba de Nuncio en Nápoles, cuando llegó la noticia de que había muerto el Papa Inocencio VI y que él había sido nombrado nuevo Sumo Pontífice. No era obispo, menos cardenal, pero en sólo un día fue consagrado Obispo y coronado como Papa.
En su labor de Sumo Pontífice, se propuso acabar con los abusos que existían. Quitó los lujos de su Palacio y de sus colaboradores. Se preocupó por obtener que el grupo de empleados en la Corte Pontificia, fuera un verdadero modelo de vida cristiana.
Entregó los principales cargos eclesiásticos a personas de reconocida virtud, y luchó fuertemente por acabar con las malas costumbres. Al mismo tiempo, trabajó seriamente con el objetivo de elevar el nivel cultural del pueblo, fundando una academia que enseñara medicina.
Con la ayuda de los franciscanos y dominicos, emprendió la evangelización de Bulgaria, Ucrania, Bosnia, Albania, Lituania, y hasta logró enviar misioneros a la lejana Mongolia.
Lo más notorio de este Santo Pontífice, es que regresó a Roma, después de que ningún Papa lo había hecho desde hacía más de 50 años. Al llegar a esta ciudad, no pudo contener las lágrimas.
Las grandes Basílicas, incluso la de San Pedro, estaban casi en ruinas. La ciudad se hallaba en el más lamentable estado de abandono y deterioro.
Urbano V, con sus grandes cualidades de organizador, emprendió la empresa de reconstruir los monumentos y edificios religiosos de Roma.
Estableció su residencia en el Vaticano, donde hasta hoy viven los Pontífices. Se dedicó también a restablecer el orden en el clero y el pueblo.
Pero, las revoluciones se dieron nuevamente, y Urbano, que se encontraba bastante enfermo, dispuso irse otra vez a Francia en 1370.
Santa Brígida le anunció que si abandonaba Roma, moriría. El 5 de diciembre salió de allí, y el 19 de diciembre falleció.