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Homilías de Fr. Nelson Medina, O.P.Derechos Reservados © 1997-2024
Jueves, Junio 19 de 2025[Lectio Divina] [Laudes] [Vísperas] [Completas] Sobre las fechas y horas de publicación de estas oraciones mira aquí Ten presente en tus intenciones de este día:
Tiempo Ordinario, Año Impar,
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Lectura: |
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1a. |
Os anuncié de balde el Evangelio de Dios (2 Corintios 11,1-11) |
Salmo |
Justicia y verdad son las obras de tus manos, Señor. (Salmo: 110 ) |
Evangelio |
Vosotros rezad así (Mateo 6,7-15) |
Núm. |
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1997/06/19 |
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1999/06/17 |
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2011/06/16 |
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2013/06/20 |
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2015/06/18 |
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2015/06/18 |
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2019/06/20 |
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2021/06/17 |
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2023/06/22 |
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Versión |
Homilía para leer: |
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1. Los "super-apóstoles"1.1 Entre las varias dificultades que encontró Pablo con la comunidad de Corinto una fue tener que entrar en competencia con otros predicadores y con otras ofertas, a veces de corte próximo al cristianismo. 1.2 Era una situación esperable, dada la tremenda afición de aquellos griegos para estar pendientes de novedades, curiosidades y todo tipo de historias con tal de que fueran amables al oído. 1.3 Esta propensión a lo curioso y al último chisme hacía de los corintios presa fácil de un amplio espectro de embaucadores y fantoches que, para ganarse discípulos, se jactaban de su ciencia profunda y de sus poderes maravillosos. 1.4 Pablo entonces acepta el juego, pero le da la vuelta. Su "ciencia" es ante todo la de la Cruz, donde nada parece comprensible ni amable a nuestra inteligencia; sus "poderes" son especialmente sus dolores y padecimientos por razón de amor a Dios y a los discípulos. 1.5 Y así, con un toque de ironía, nos ha dejado un retrato conmovedor de sus sufrimientos en la causa del Evangelio. Un ejemplo, que más allá de las frivolidades corintias, es espejo de cuánto puede el amor en un genuino servidor de Cristo. 2. La Oración del Señor2.1 ¡Hoy nos ha correspondido el evangelio del Padre Nuestro! Ocasión preciosa para repasar la presentación que de esta plegaria nos hace el Catecismo de Juan Pablo II. El gran punto de partida es que se trata de la oración "dominical", expresión tomada del latín y que significa: "del Señor". 2.2 Transcribimos apartes de los números 2762 a 2772. Conservamos aquí sin embargo nuestra propia numeración. 3. Corazón de las Sagradas Escrituras3.1 Después de haber expuesto cómo los salmos son el alimento principal de la oración cristiana y confluyen en las peticiones del Padre Nuestro, San Agustín concluye: "Recorred todas las oraciones que hay en las Escrituras, y no creo que podáis encontrar algo que no esté incluido en la oración dominical" (ep. 130, 12, 22). 3.2 Toda la Escritura (la Ley, los Profetas, y los Salmos) se cumplen en Cristo (cf Lc 24, 44). El evangelio es esta "Buena Nueva". Su primer anuncio está resumido por San Mateo en el Sermón de la Montaña (cf. Mt 5-7). Pues bien, la oración del Padre Nuestro está en el centro de este anuncio. En este contexto se aclara cada una de las peticiones de la oración que nos dio el Señor: 3.3 La oración dominical es la más perfecta de las oraciones... En ella, no sólo pedimos todo lo que podemos desear con rectitud, sino además según el orden en que conviene desearlo. De modo que esta oración no sólo nos enseña a pedir, sino que también forma toda nuestra afectividad. (Santo Tomás de A., s. th. 2-2. 83, 9). 3.4 El Sermón de la Montaña es doctrina de vida, la oración dominical es plegaria, pero en uno y otra el Espíritu del Señor da forma nueva a nuestros deseos, esos movimientos interiores que animan nuestra vida. Jesús nos enseña esta vida nueva por medio de sus palabras y nos enseña a pedirla por medio de la oración. De la rectitud de nuestra oración dependerá la de nuestra vida en El. 4. "La oración del Señor"4.1 La expresión tradicional "Oración dominical" [es decir, "oración del Señor"] significa que la oración al Padre nos la enseñó y nos la dio el Señor Jesús. Esta oración que nos viene de Jesús es verdaderamente única: ella es "del Señor". Por una parte, en efecto, por las palabras de esta oración el Hijo único nos da las palabras que el Padre le ha dado (cf Jn 17, 7): él es el Maestro de nuestra oración. Por otra parte, como Verbo encarnado, conoce en su corazón de hombre las necesidades de sus hermanos y hermanas los hombres, y nos las revela: es el Modelo de nuestra oración. 4.2 Pero Jesús no nos deja una fórmula para repetirla de modo mecánico (cf Mt 6, 7; 1 R 18, 26-29). Como en toda oración vocal, el Espíritu Santo, a través de la Palabra de Dios, enseña a los hijos de Dios a hablar con su Padre. Jesús no sólo nos enseña las palabras de la oración filial, sino que nos da también el Espíritu por el que éstas se hacen en nosotros "espíritu y vida" (Jn 6, 63). Más todavía: la prueba y la posibilidad de nuestra oración filial es que el Padre "ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: '¡Abbá, Padre!'" (Ga 4, 6). Ya que nuestra oración interpreta nuestros deseos ante Dios, es también "el que escruta los corazones", el Padre, quien "conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión en favor de los santos es según Dios" (Rm 8, 27). La oración al Padre se inserta en la misión misteriosa del Hijo y del Espíritu. 5. Oración de la Iglesia5.1 Este don indisociable de las palabras del Señor y del Espíritu Santo que les da vida en el corazón de los creyentes ha sido recibido y vivido por la Iglesia desde los comienzos. Las primeras comunidades recitan la Oración del Señor "tres veces al día" (Didaché 8, 3), en lugar de las "Dieciocho bendiciones" de la piedad judía. 5.2 Según la Tradición apostólica, la Oración del Señor está arraigada esencialmente en la oración litúrgica. 5.3 El Señor nos enseña a orar en común por todos nuestros hermanos. Porque él no dice "Padre mío" que estás en el cielo, sino "Padre nuestro", a fin de que nuestra oración sea de una sola alma para todo el Cuerpo de la Iglesia (San Juan Crisóstomo, hom. in Mt. 19, 4). 5.4 En todas las tradiciones litúrgicas, la Oración del Señor es parte integrante de las principales Horas del Oficio divino. Este carácter eclesial aparece con evidencia sobre todo en los tres sacramentos de la iniciación cristiana: 5.5 En el Bautismo y la Confirmación, la entrega ["traditio"] de la Oración del Señor significa el nuevo nacimiento a la vida divina. Como la oración cristiana es hablar con Dios con la misma Palabra de Dios, "los que son engendrados de nuevo por la Palabra del Dios vivo" (1 P 1, 23) aprenden a invocar a su Padre con la única Palabra que él escucha siempre. Y pueden hacerlo de ahora en adelante porque el Sello de la Unción del Espíritu Santo ha sido grabado indeleble en sus corazones, sus oídos, sus labios, en todo su ser filial. Por eso, la mayor parte de los comentarios patrísticos del Padre Nuestro están dirigidos a los catecúmenos y a los neófitos. Cuando la Iglesia reza la Oración del Señor, es siempre el Pueblo de los "neófitos" el que ora y obtiene misericordia (cf 1 P 2, 1-10). 5.6 En la Liturgia eucarística, la Oración del Señor aparece como la oración de toda la Iglesia. Allí se revela su sentido pleno y su eficacia. Situada entre la Anáfora (Oración eucarística) y la liturgia de la Comunión, recapitula por una parte todas las peticiones e intercesiones expresadas en el movimiento de la epíclesis, y, por otra parte, llama a la puerta del Festín del Reino que la comunión sacramental va a anticipar. 5.7 En la Eucaristía, la Oración del Señor manifiesta también el carácter escatológico de sus peticiones. Es la oración propia de los "últimos tiempos", tiempos de salvación que han comenzado con la efusión del Espíritu Santo y que terminarán con la Vuelta del Señor. Las peticiones al Padre, a diferencia de las oraciones de la Antigua Alianza, se apoyan en el misterio de salvación ya realizado, de una vez por todas, en Cristo crucificado y resucitado. 5.8 De esta fe inquebrantable brota la esperanza que suscita cada una de las siete peticiones. Estas expresan los gemidos del tiempo presente, este tiempo de paciencia y de espera durante el cual "aún no se ha manifestado lo que seremos" (1 Jn 3, 2; cf Col. 3, 4). La Eucaristía y el Padrenuestro están orientados hacia la venida del Señor, "¡hasta que venga!" (1 Co. 11, 26). |
-Fr. Nelson Medina, OP
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