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San Pascual nació en Torre Hermosa, en las fronteras de Castilla y Aragón, el día de Pentecostés de 1540, fin de la Pascua. Sus padres fueron campesinos.
El Martirologio Romano nos dice que San Pascual Bailón, era un hombre de vida austera y de maravillosa inocencia. La Santa Sede lo proclamó Patrono de los Congresos Eucarísticos y de las Cofradías del Santísimo Sacramento.
Desde los 7 años hasta los 24, sirvió como pastor de ovejas. Después, alrededor de los 28, resultó ser hermano religioso, franciscano.
Su más grande amor durante toda la vida, fue la Sagrada Eucaristía. Decía el dueño de la finca en la cual trabajaba como pastor, que el mejor regalo que le podía ofrecer al Niño Pascual, era permitirle asistir algún día entre semana a la Santa Misa.
Desde los campos donde cuidaba las ovejas de su amo, alcanzaba a ver la torre del pueblo, y de vez en cuando se arrodillaba a adorar el Santísimo Sacramento, no obstante esas lejanías.
En esos tiempos se acostumbraba, que al elevar la Hostia el sacerdote en la Misa, se diera un toque de campanas. Cuando el pastorcito Pascual oía la campana, se arrodillaba allá en su campo, mirando hacia el templo, y adoraba a Jesucristo presente en la Santa Hostia.
Un día, otros pastores le oyeron gritar: "¡Ahí viene! ¡Allí está!". Y cayó de rodillas. Posteriormente, dijo que había visto a Jesús presente en la Santa Hostia.
De niño, siendo pastor, ya hacía mortificaciones. Por ejemplo, andar descalzo por caminos llenos de piedras y espinas. Y cuando alguna de las ovejas se pasaba al potrero del vecino, le pagaba al otro el pasto que la oveja se había comido con el escaso sueldo que le pagaban.
A los 24 años pidió ser admitido como hermano religioso entre los franciscanos. Al principio, le negaron la entrada por su poca instrucción, pues apenas había aprendido a leer.
Y el único libro que leía era el devocionario, el cual llevaba siempre mientras pastoreaba sus ovejas. Allí, le encantaba leer, especialmente las oraciones a Jesús Sacramentado y a la Santísima Virgen.
Como religioso franciscano, sus oficios fueron siempre los más humildes: portero, cocinero, mandadero, barrendero. Pero, su gran especialidad, era siempre un amor inmenso a Jesús en la Santa Hostia, en la Eucaristía.
Durante el día, cualquier rato que tuviera libre lo empleaba para estarse en la capilla, de rodillas, con los brazos en cruz adorando a Jesús Sacramentado.
Por las noches pasaba horas y horas ante el Santísimo Sacramento. Cuando los demás se iban a dormir, él se quedaba rezando ante el altar.
Y por la madrugada, varias horas antes de que los demás religiosos llegaran a la capilla a orar, ya estaba allí el hermano Pascual, adorando a Nuestro Señor.
Pascual compuso varias oraciones muy hermosas al Santísimo Sacramento. El sabio Arzobispo San Luis de Rivera, al leerlas, exclamó admirado: "Estas almas sencillas, sí que se ganan los mejores puestos en el Cielo. Nuestras sabidurías humanas valen poco si se comparan con la sabiduría divina que Dios concede a los humildes".
Sus superiores lo enviaron a Francia a llevar un mensaje. Tenía que atravesar caminos llenos de protestantes.
Un día, un hereje le preguntó: "¿Dónde está Dios?". Y él respondió: "Dios está en el Cielo", y el otro se fue. Sin embargo, enseguida el santo fraile se puso a pensar: "¡Oh, me perdí la ocasión de haber muerto Mártir por Nuestro Señor! Si le hubiera dicho que Dios está en la Santa Hostia en la Eucaristía, me habrían matado y sería Mártir. Pero, no fui digno de ese honor".
Llegado a Francia, descalzo, con una túnica vieja y remendada, lo rodeó un grupo de protestantes, desafiándolo a que les probara que Jesús sí está en la Eucaristía.
Y Pascual, que no había hecho estudios y apenas si sabía leer y escribir, habló de tal manera bien de la presencia de Jesús en la Eucaristía, que los demás no fueron capaces de contestarle. Lo único que hicieron fue apedrearlo.
Hablaba poco, pero cuando se trataba de la Sagrada Eucaristía, entonces sí se sentía inspirado por el Espíritu Santo y se expresaba muy hermosamente.
Siempre estaba alegre, pero nunca se sentía tan contento como cuando ayudaba en la Misa, o cuando podía estarse un rato orando ante el Sagrario del altar.
Pascual murió en la fiesta de Pentecostés de 1592, el 17 de mayo.
La Iglesia celebra tres pascuas: Pascua de Navidad, Pascua de Resurrección y Pascua de Pentecostés. Pascua significa: paso de la esclavitud a la libertad.
Y parece que el regalo de Pentecostés que el Espíritu Santo le concedió, fue su inmenso y constante amor por Jesús en la Eucaristía.
Cuando estaba moribundo, en aquel día de Pentecostés, oyó una campana y preguntó: "¿De qué se trata?". "Es que están en la elevación en la Santa Misa". "¡Ah, qué hermoso momento!" Y quedó muerto plácidamente.
Después, durante su funeral, tenían el ataúd descubierto. En el momento de la elevación de la Santa Hostia en la Misa, los presentes vieron con admiración, que abría y cerraba por dos veces sus ojos.
¡Hasta su cadáver quería adorar a Cristo en la Eucaristía! Los que lo querían ver eran tantos, que su cuerpo lo tuvieron expuesto a la veneración del público por tres días seguidos.
Norcross, Estados Unidos (1976) - Dedicado a mi esposo Isidro Martinez por el amor que siento por él y por la felicidad de recibir el cuerpo y la sangre de Dios nuestro Señor. Gracias amor y que Dios te bendiga te amo. Ana
En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia.
Los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron entonces elegir algunos de ellos y mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas Barsaba y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y les entregaron esta carta: "Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo.
Nos hemos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alarmado e inquietado con sus palabras. Hemos decidido, por unanimidad, elegir algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han dedicado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. En vista de esto, mandamos a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de la fornicación. Haréis bien en apartaros de todo esto. Salud."
Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables (Hechos 15, 1-2. 22-29)
Salmo
El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. R.
Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra. R.
Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe. R.
Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. (Salmo 66 )
2a.
El ángel me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios.
Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido.
Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce ángeles, con doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel.
A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y a occidente tres puertas.
La muralla tenía doce basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero.
Santuario no vi ninguno, porque es su santuario el Señor Dios todopoderoso y el Cordero.
La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo."
El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho (Juan 14, 23-29)
Relato de cómo los primeros cristianos realizaron un difícil discernimiento: ¿Los paganos convertidos al cristianismo tienen que cumplir la Ley de Moisés? 4 min. 53 seg.
La meta queda bien dibujada en el Apocalipsis: la Jerusalén del cielo. Pero allá no llega la Iglesia por sus medios sino movida y guida por el Espíritu. 6 min. 25 seg.
El testimonio de los apóstoles es palabra sólida, semilla que crece hasta la comprensión de la verdad que hemos recibido y que experimentamos como Iglesia a través del Magisterio. 4 min. 31 seg.
Dios construye su morada en los que guardan su Palabra, y así anticipa en ellos y con ellos la morada definitiva, la Jerusalén del Cielo. 16 min. 31 seg.
El Espíritu Santo trae el recuerdo de las promesas de Cristo. Agradezcamos y supliquemos al Señor por sus dones que tanto bien le traen a nuestra vida. 5 min. 54 seg.
El Espíritu Santo trabaja en tu inteligencia para que comprendas la Palabra de Dios, para y trabaja también en tu memoria recordándote la presencia renovada del amor y la gracia divina que te cambia. 5 min. 47 seg.
1.1 La primera lectura recuerda un momento coyuntural de la Iglesia naciente en el que los Apóstoles se vieron enfrentados a una pregunta inédita de profundas consecuencias. La cuestión es esta: a la vista de lo que significa la Ley de Moisés, que fue dada por Dios, ¿deben los paganos cumplir esa Ley? Un modo breve y un tanto dramático de plantear esto mismo es: ¿hay que circuncidar a los cristianos venidos del paganismo? La circuncisión, en efecto, es la puerta a la observancia de toda la Ley.
1.2 Las dos posturas tenían quién las apoyara. Por un lado, la sabiduría y santidad de esa Ley, que por mucho tiempo fue la señal de elección y el motivo válido de orgullo de los judíos, no se ve por qué no puedas o deban llegar a los no judíos. Por otro lado, si es verdad que somos salvos esencialmente por la fe y es ella sola quien nos abre la puerta a la gracia de Cristo, ¿en qué sentido es necesaria la Ley antigua, como si faltara alguna perfección a la gracia que ha venido precisamente para hacer perfecto lo que la Ley de Moisés no podía alcanzar? Al final, como escuchamos, quedó en vigor esta segunda propuesta, avalada por el testimonio misionero de Pablo, el discurso de Santiago y la autoridad de Pedro.
1.3 Esta reunión de Apóstoles y otros discípulos, en la que se pudo discutir y solventar la cuestión de la Ley y los cristianos venidos del mundo pagano, es conocida como el Primer Concilio de la Iglesia, o Concilio de Jerusalén. A lo largo de los siglos la Iglesia ha tenido que apelar muchas veces a ese mismo recurso: reunir a sus obispos, en cuanto sucesores de los apóstoles, para discernir, con la ayuda del Espíritu Santo, cuestiones doctrinales, morales, litúrgicas o pastorales de gran alcance. La última de esas reuniones fue el Concilio Vaticano II.
2. Los apóstoles están en el cimiento de la ciudad de luz
2.1 El tono de optimismo y de alabanza a Dios no abandona nunca a las lecturas del tiempo pascual. En particular, estos textos del Apocalipsis, que hemos encontrado varias veces en la segunda lectura, simplemente rebosan del gozo del Cielo, como dejándonos saborear un poco de la alegría que nos aguarda, allí donde la Pascua no acaba jamás.
2.2 En esta lectura, llena como siempre de los símbolos usuales del Apocalipsis, destaquemos el lugar de honor de los Apóstoles, por enlazar también con el tema de la primera lectura. Ellos son llamados basamentos o cimientos, y sobre su fortaleza se apoya la muralla que defiende a la ciudad santa. De aquí aprendemos qué es o quién es un apóstol de Cristo: su fe, su oración, su palabra, sus obras de amor le dan firmeza al edificio que no ha de caer.
2.3 En cada eucaristía de domingo hay un elemento que no falta jamás: la profesión de fe, que usualmente renovamos recitando el Credo, o también el llamado Símbolo de los Apóstoles. Hay una lógica profunda en ello: si el Domingo es el día del Señor, si es el día que nos acerca con fuerza a la Pascua de Cristo, fuente de nuestra propia Pascua, tiene sentido que al acercarnos al Cielo recordemos quiénes y con qué enseñanzas nos han abierto ese Cielo.
3. El Espíritu Santo y el Resucitado
3.1 ¿Quién entre nosotros no ha anhelado eso que sería estar en tiempos de Cristo, poder verlo en vivo? Él mismo lo predijo: Vendrán días cuando ansiaréis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis. (Lucas 17,22). Y sin embargo, Jesús no era Supermán, antes de la cruz, ni es el Hombre Invisible después de la resurrección. El mismo amor, la misma unción que hizo posible su ministerio público, su donación y gloria en la Cruz y su bendita resurrección, ese mismo Espíritu Santo está ahora vivo y actuando en nosotros.
3.2 Al Espíritu Santo se atribuye el singular milagro de amor que es la Encarnación del Hijo único de Dios. Nada de extraño entonces que ese mismo Espíritu prolongue de algún modo esa Encarnación no en el sentido de conservar al Cristo glorioso entre nosotros en esta tierra sino haciéndonos ya desde esta tierra más y más semejantes al Cristo del Cielo.