En un período de dos años, siete jóvenes florentinos, miembros de las familias más importantes de la ciudad, se asociaron a la Confraternidad de la Santísima Virgen.
Popularmente conocidos como los "Ludesi" o los alabadores, vivieron en una época en que Florencia estaba acosada por alborotos políticos y perturbada por la herejía.
Pese a algunas dificultades, los jóvenes, por revelación divina, decidieron alejarse del mundo. Tras conseguir la aprobación del Obispo, se mudaron a una casa llamada "La Carmazia", en las afueras de la ciudad, donde decidieron llevar una vida de penitencia y oración.
Sin embargo, los continuos visitantes florentinos comenzaron a distraerlos, por lo que resolvieron retirarse a las laderas desiertas del Monte Senario. Allí se construyó una sencilla Iglesia y una ermita, en la que llevaron vida de austeridad casi increíble.
No obstante, tras una nueva visión de la Virgen en oración profunda, los jóvenes, por indicación de Nuestra Señora-, formaron la Orden Siervos de María, vistiendo un hábito negro y siguiendo la regla de San Agustín.
A partir del año 1240, se les llamó Siervos de María o Servitas, quienes rápidamente extendieron su labor apostólica por toda Florencia, llegando a fundar varios conventos e iglesias.