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Homilías de Fr. Nelson Medina, O.P.Derechos Reservados © 1997-2024
Jueves, Septiembre 16 de 2027[Lectio Divina] [Laudes] [Vísperas] [Completas] Sobre las fechas y horas de publicación de estas oraciones mira aquí Ten presente en tus intenciones de este día:
Tiempo Ordinario, Año Impar,
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Lectura: |
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1a. |
Cuídate tú y cuida la enseñanza; así te salvarás a ti y a los que te escuchan (1 Timoteo 4,12-16) |
Salmo |
Grandes son las obras del Señor. (Salmo 110) |
Evangelio |
Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor (Lucas 7,36-50) |
Núm. |
Datos |
Escuchar |
Más... |
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1999/09/16 |
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2009/09/17 |
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3 |
2013/09/19 |
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4 |
2015/09/17 |
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5 |
2019/09/19 |
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6 |
2021/09/16 |
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Versión |
Homilía para leer: |
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1 |
1. Vela por ti y por tu enseñanza1.1 En las palabras que Pablo dice hoy a Timoteo se resume lo que podríamos llamar la "disciplina" propia de la vida sacerdotal. La traducción en esta misma página reza así: "Cuida de tu conducta y de tu enseñanza". Juan Pablo II, en el ejercicio de instruir e iluminar a las jóvenes vocaciones al ministerio ordenado, dice así en algunos apartes de los números 24 y 25 de su Carta "Pastores Dabo Vobis". Nos habla el Papa. 1.2 Existe una relación íntima entre la vida espiritual del presbítero y el ejercicio de su ministerio... "Conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor". Esta es la invitación, la exhortación que la Iglesia hace al presbítero en el rito de la ordenación, cuando se le entrega las ofrendas del pueblo santo para el sacrificio eucarístico. El "misterio", cuyo dispensador es el presbítero (cf. 1 Cor. 4, 1), es, en definitiva, Jesucristo mismo, que en el Espíritu Santo es fuente de santidad y llamada a la santificación. El misterio requiere ser vivido por el presbítero. Por esto exige gran vigilancia y viva conciencia. Y así, el rito de la ordenación antepone a esas palabras la recomendación: "Considera lo que realizas". Ya exhortaba Pablo al obispo Timoteo: "No descuides el carisma que hay en ti" (1 Tim. 4, 14; cf. 2 Tim. 1, 6). 1.3 La relación entre la vida espiritual y el ejercicio del ministerio sacerdotal puede encontrar su explicación también a partir de la caridad pastoral otorgada por el sacramento del Orden. El ministerio del sacerdote, precisamente porque es una participación del ministerio salvífico de Jesucristo Cabeza y Pastor, expresa y revive su caridad pastoral, que es a la vez fuente y espíritu de su servicio y del don de sí mismo. En su realidad objetiva el ministerio sacerdotal es "amoris officium", según la ya citada expresión de San Agustín. Precisamente esta realidad objetiva es el fundamento y la llamada para un ethos correspondiente, que es el vivir el amor, como dice el mismo San Agustín: "Sea oficio del amor pastorear la grey del Señor" (In Iohannis Evangelium Tractatus 123, 5). 2. Ministro de Jesucristo2.1 Es esencial, para una vida espiritual que se desarrolla a través del ejercicio del ministerio, que el sacerdote renueve continuamente y profundice cada vez más la conciencia de ser ministro de Jesucristo, en virtud de la consagración sacramental y de la configuración con El, Cabeza y Pastor de la Iglesia. 2.2 Esa conciencia no sólo corresponde a la verdadera naturaleza de la misión que el sacerdote desarrolla en favor de la Iglesia y de la humanidad, sino que influye también en la vida espiritual del sacerdote que cumple esa misión. En efecto, el sacerdote es escogido por Cristo no como una "cosa", sino como una "persona". No es un instrumento inerte y pasivo, sino un "instrumento vivo", como dice el Concilio, precisamente al hablar de la obligación de tender a la perfección (Presbyterorum Ordinis, 12). 2.3 En este sentido, en el ejercicio del ministerio está profundamente comprometida la persona consciente, libre y responsable del sacerdote. Su relación con Jesucristo, asegurada por la consagración y configuración del sacramento del Orden, instaura y exige en el sacerdote una posterior relación que procede de la intención, es decir, de la voluntad consciente y libre de hacer, mediante los gestos ministeriales, lo que quiere hacer la Iglesia. Semejante relación tiende, por su propia naturaleza, a hacerse lo más profunda posible, implicando la mente, los sentimientos, la vida, o sea, una serie de "disposiciones" morales y espirituales correspondientes a los gestos ministeriales que el sacerdote realiza. 2.4 No hay duda de que el ejercicio del ministerio sacerdotal, especialmente la celebración de los Sacramentos, recibe su eficacia salvífica de la acción misma de Jesucristo, hecha presente en los Sacramentos. Pero por un designio divino, que quiere resaltar la absoluta gratuidad de la salvación, haciendo del hombre un "salvado" a la vez que un "salvador" -siempre y sólo con Jesucristo-, la eficacia del ejercicio del ministerio está condicionada también por la mayor o menor acogida y participación humana. En particular, la mayor o menor santidad del ministro influye realmente en el anuncio de la Palabra, en la celebración de los Sacramentos y en la dirección de la comunidad en la caridad. 2.5 La conciencia de ser ministro de Jesucristo Cabeza y Pastor lleva consigo también la conciencia agradecida y gozosa de una gracia singular recibida de Jesucristo: la gracia de haber sido escogido gratuitamente por el Señor como "instrumento vivo" de la obra de salvación. Esta elección demuestra el amor de Jesucristo al sacerdote. 2.6 Precisamente este amor, más que cualquier otro amor, exige correspondencia. Después de su resurrección Jesús hace a Pedro una pregunta fundamental sobre el amor: "Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?". Y a la respuesta de Pedro sigue la entrega de la misión: "Apacienta mis corderos" (Jn. 21, 15). Jesús pregunta a Pedro si lo ama, antes de entregarle su grey. Pero es, en realidad, el amor libre y precedente de Jesús mismo el que origina su pregunta al apóstol y la entrega de "sus" ovejas. Y así, todo gesto ministerial, a la vez que lleva a amar y servir a la Iglesia, ayuda a madurar cada vez más en el amor y en el servicio a Jesucristo Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia; en un amor que se configura siempre como respuesta al amor precedente, libre y gratuito, de Dios en Cristo. A su vez, el crecimiento del amor a Jesucristo determina el crecimiento del amor a la Iglesia: "Somos vuestros pastores (pascimus vobis), con vosotros somos apacentados (pascimur vobiscum). El Señor nos de la fuerza de amaros hasta el punto de poder morir real o afectivamente por vosotros" (San Agustín). |
-Fr. Nelson Medina, OP
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