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Nació en España en el año 1400. Admitido como religioso franciscano y pese a haber hecho pocos estudios, era muy iluminado para dar respuestas en temas espirituales, sobre todo en los más difíciles.
Enviado a las Islas Canarias para ser misionero, logró la conversión de muchos paganos y no permitió que los colonos esclavizaran a los nativos.
Por tales labores apostólicas, lo nombraron Superior de la comunidad, siendo San Diego tan sólo un hermano lego que sin embargo desempeñó a cabalidad dicha función.
Durante los últimos años de su vida, pasaba días enteros dedicados a la oración. Al ver un crucifijo, quedaba en éxtasis.
Su amor por la Virgen Santísima era inmenso. Ungiendo a los enfermos con un poco de aceite de la lámpara del altar de la Virgen, éstos se curaban.
Murió el 12 de noviembre del año 1463, y en su sepulcro se obraron muchos milagros. Fue canonizado en 1588.
Querido amigo Gayo, te portas con plena lealtad en todo lo que haces por los hermanos, y eso que para ti son extraños. Ellos han hablado de tu caridad ante la comunidad de aquí. Por favor, provéelos para el viaje como Dios se merece; ellos se pusieron en camino para trabajar por él sin aceptar nada de los gentiles. Por eso debemos nosotros sostener a hombres como éstos, cooperando así en la propagación de la verdad.
Debemos sostener a los hermanos, cooperando así en la propagación de la verdad (3 Juan 5-8)
Salmo
Dichoso quien teme al Señor / y ama de corazón sus mandatos. / Su linaje será poderoso en la tierra, / la descendencia del justo será bendita. R.
En su casa habrá riquezas y abundancia, / su caridad es constante, sin falta. / En las tinieblas brilla como una luz / el que es justo, clemente y compasivo. R.
Dichoso el que se apiada y presta, / y administra rectamente sus asuntos. / El justo jamás vacilará, / su recuerdo será perpetuo. R.
En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: "Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario"; por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara"". El Señor añadió: "Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?
Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan (Lucas 18, 1-8)
Oremos con perseverancia y caminemos hacia la victoria pidiendo al Señor que obre plenamente en nosotros y que no permita que sucumbamos jamás en el desánimo. 5 min. 33 seg.
Todos tenemos que ver en la propagación del Evangelio porque todos hemos recibido una misma gracia, todos hemos recibido el regalo de pertenecer a un solo cuerpo así también todos estamos llamados a colaborar en el crecimiento y salud de ese cuerpo. 4 min. 21 seg.
Saber que al final de la historia Dios hará justicia nos lleva a permanecer en la esperanza, a comprometernos en nuestro camino cristiano y nos cambia la manera de ver el mundo, nuestra vida y el futuro. 5 min. 36 seg.
1.1 El único texto que la liturgia de la misa nos ofrece de la tercera carta de san Juan destaca el valor de la hospitalidad cristiana. Nuevamente estamos ante una virtud que tiene mucho aprecio en la sociedad humana, pero que adquiere un sentido mayor a la luz de la fe. Acoger a los evangelizadores es hacerse partícipe del fruto de la evangelización.
1.2 Significa mucho para nosotros aquella expresión del apóstol, referida a quienes fueron hospedados: "se han puesto en camino por Cristo..." (3 Jn 7); literalmente: "por el Nombre". ¡Qué poder el de este Nombre (cf. Flp 2,9), que pone en movimiento a quien lo escucha y renueva a su paso cada cosa, cada cultura y cada persona!
2. Clamar día y noche
2.1 En el evangelio de hoy encontramos otro tema: la perseverancia en la oración. No es fácil encontrar la medida de la perseverancia, porque evidentemente no se trata de presionar a Dios para que haga lo que queremos. ¿Cómo insistir en una petición, y a la vez ignorar si aquello en lo que insistimos es lo mejor para nosotros, o si es lo que Dios en su sapiencia quiere?
2.2 Puede ayudarnos a buscar una respuesta observar que Cristo no se refiere a cualquier petición en este pasaje del Evangelio. Lo que él promete es muy concreto: "¿creen acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos?" (Lc 18,7). De hecho la viuda de la historia pedía eso: justicia. Por eso, antes de pensar en insistir en nuestras súplicas hemos de preguntarnos si son justas, o mejor aún: si piden justicia.
2.3 ¿Qué es pedir justicia? Si lo miramos bien, es pedir que aparezca la obra del juez. Pide justicia ante el juez quien, por una parte, no puede lograr todo con sus fuerzas, y por otra, confía en el juez. Estas son las dos características de una oración de justicia: descubrir los límites que tenemos en la solución de nuestros problemas y confiar en el poder y la sabiduría de Dios para ayudarnos eficazmente. Orar así es, al mismo tiempo, acto de humildad, acto de fe, y acto de verdadera alabanza a Dios.
2.4 Pedir justicia es entonces pedir que se manifieste lo que sólo Dios puede hacer; equivale, por consiguiente a pedir lo que pedimos en el Padrenuestro: "que tu Nombre sea santificado...", "que venga tu Reino...". No es primer lugar un acto en contra del adversario sino un acto a favor de la gloria de Dios.