Cuando el gobernador de Capodocia y de Armenia Menor publicó un decreto que condenaba a muerte a todos los cristianos que no abandonasen su religión, cuarenta soldados que pertenecían a la Legión del Trueno y de diferentes nacionalidades, estacionados en Sebate, se negaron a ofrecer sacrificios a los ídolos.
Se declararon firmes seguidores del Señor, pese a las amenazas y halagos. Como los Cuarenta permanecieron inconmovibles, el juez mandó que les dieran tortura y les arrojaran al calabozo.
Sin embargo, el gobernador, lleno de ira ante la obstinación de los Mártires, los sometió a que fueran llevados desnudos a un lago helado, junto al cual había un baño tibio para los que cedieran. Los Santos oraron al Señor, pidiendo que ninguno de ellos renegara de su fe y cediese a la tentación de abandonar el lago.
Después de tres días y tres noches de agonía, sólo uno de ellos renegó de la fe. Pero, la reacción que le produjo el agua caliente después del intenso frío, le costó la vida, perdiendo así la salvación eterna.
Al enterarse de lo sucedido, los Mártires se afligieron mucho. Sin embargo, el Señor les consoló, reemplazando milagrosamente al desertor. Porque, uno de los guardias se convirtió al cristianismo y por inspiración divina, compartió con ellos el Martirio.