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Hermana de San Benito, se consagró a Dios desde su más tierna edad. Mientras su hermano residió en Monte Casino, ella se hallaba en Plombariola, fundando y gobernando un Monasterio.
Tenía la costumbre de visitar a Benito una vez al año. Como no estaba permitido que entrara al Monasterio, él salía a su encuentro para llevarla a una casa de confianza, donde los hermanos pasaban la velada orando, cantando himnos de alabanza a Dios y discutiendo asuntos espirituales.
Sobre la última visita, San Gregorio hace una notable descripción en la cual la Santa, presintiendo que no volvería a ver más a su hermano, le rogó que no partiera esa noche sino al día siguiente. Pero, el Santo se sintió incapaz de romper las reglas de su Monasterio.
Entonces, Santa Escolástica apeló a Dios con una ferviente oración para que interviniera en su ayuda. Acto seguido, estalló una fuerte tormenta que impidió que San Benito regresara al Monasterio. Los dos hermanos pasaron la noche hablando de las cosas santas y de asuntos espirituales.
Tres días después, Escolástica murió, y Benito, que se encontraba absorto en la oración, tuvo la visión del alma de ella ascendiendo al Cielo en forma de paloma.
Habló Job diciendo: "El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio, sus días son los de un jornalero. Como el esclavo, suspira por la sombra, como el jornalero, aguarda el salario. Mi herencia son meses baldíos, me asignan noches de fatiga; al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré? Se alarga la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba. Mis días corren más que la lanzadera, y se consumen sin esperanza. Recuerda que mi vida es un soplo, y que mis ojos no verán más la dicha.
Alabad al Señor, que la música es buena; / nuestro Dios merece una alabanza armoniosa. / El Señor reconstruye Jerusalén, / reúne a los deportados de Israel. R.
Él sana los corazones destrozados, / venda sus heridas. / Cuenta el número de las estrellas, / a cada una la llama por su nombre. R.
Nuestro Señor es grande y poderoso, / su sabiduría no tiene medida. / El Señor sostiene a los humildes, / humilla hasta el polvo a los malvados. R.
Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados. (Salmo 146)
2a.
Hermanos: El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación del Evangelio. Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles, me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.
En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron. "Todo el mundo te busca." Él les respondió: "Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido." Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.
El sufrimiento es un motivo de encuentro con Jesús porque Él se acerca para sanar las heridas de este mundo lleno de dolor, dándole sentido a cada vida. 6 min. 13 seg.
Cristo nos muestra la gravedad del pecado, del dolor o la enfermedad y solo Él puede posar su bendición sobre nosotros y ayudarnos a salir adelante. 5 min. 54 seg.
El gran auxilio de Cristo es ser verdadero Emmanuel: Él es la mano extendida de Dios-con-nosotros, que alivia lo más duro de nuestra necesidad, que es sentirnos solos en medio de la tristeza, la ira, la impotencia, el miedo o el agobio. 25 min. 7 seg.
En el camino de la vida cristiana nos presentamos ante Jesús con necesidades y enfermedades para ser sanados por Él y de inmediato entrar en el camino del servicio. 5 min. 54 seg.
1.1 Es interesante el origen de la palabra "enfermedad". El que está "in-firmus" es el que "no está firme". Esta etimología corresponde con sensaciones que probablemente todos asociamos con la enfermedad: debilidad, indefensión, sufrimiento, angustia, tristeza. El libro de Job expresa este sentir con imágenes muy vivas: desengaño, noches de dolor y pesadillas, impotencia ante el tiempo que se precipita en una vorágine sin sentido, depresión intensa.
1.2 Jesús aparece como el gran médico en el evangelio de hoy. Si la enfermedad nos lleva a tocar el fondo de nuestra debilidad, la sanación de Cristo nos lleva a experimentar la "debilidad" de Dios por los débiles. De este modo, allí donde el ser humano encuentra la verdad de su contingencia y de su fragilidad allí también encuentra la verdad del amor inconmensurable de Dios, pues la debilidad de Dios son los débiles.
2. La atención a los enfermos
2.1 La dedicación de Cristo a los enfermos se ha extendido en la historia de diversas maneras, y entre ellas hemos de recordar con gratitud a tantas obras de misericordia que alivian de muchos modos los dolores del mundo. Hospitales, orfanatos, ancianatos, hogares de paso, atención a refugiados o desplazados... en todos ellos se puede sentir la caricia del Hijo de Dios, y la eficacia de su amor que marca una diferencia en la vida de millones de personas. Oremos, pues, con amor por quienes allí entregan su vida, especialmente si son conscientes de que están prolongando la piel, las manos y la mirada de Jesús a favor de sus "predilectos", los enfermos.
2.2 Y cabe aquí una relación con la segunda lectura. Pablo, con ardor ejemplar se entrega a evangelizar. Lo siente como un deber vinculante, intransferible, inaplazable. Y dice: "me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles" (1 Cor 9,22). De aquí aprendemos dos cosas: primera, que pertenece a la misión del evangelizador una participación en los dolores de los evangelizados. Ejemplo supremo de ello nuestro Señor Jesucristo en su Cruz de dolores.
2.3 Segunda enseñanza: el amor se muestra en la capacidad de adaptación. El amor no desfallece ante un "no"; no se detiene por una derrota; siempre está ideando formas nuevas, caminos nuevos, sendas no exploradas, posibilidades inéditas. Es... creativo, esencialmente optimista, incapaz de rendirse. ¡Aleluya!