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Homilías de Fr. Nelson Medina, O.P.Derechos Reservados © 1997-2024
Jueves, Noviembre 8 de 2007[Lectio Divina] [Laudes] [Vísperas] [Completas] Sobre las fechas y horas de publicación de estas oraciones mira aquí Ten presente en tus intenciones de este día:
Tiempo Ordinario, Año Impar,
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Lectura: |
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1a. |
En la vida y en la muerte somos del Señor (Romanos 14,7-12) |
Salmo |
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. (Salmo 26) |
Evangelio |
Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta (Lucas 15,1-10) |
Núm. |
Datos |
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Más... |
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1997/11/06 |
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1999/11/04 |
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2009/11/05 |
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2013/11/07 |
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2013/11/07 |
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6 |
2015/11/05 |
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2021/11/04 |
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2021/11/04 |
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Versión |
Homilía para leer: |
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1. ¿Por qué juzgas a tu hermano?1.1 Pablo pregunta en la primera de lectura: "¿por qué juzgas a tu hermano?". Es una buena pregunta, y no deberíamos darla por respondida. De hecho, si no la respondemos a conciencia, lo más probable es que creamos que nuestros motivos y nuestras motivaciones al juzgar están correctas, y con ello por allá en la mente, seguiremos juzgando, y juzgando mal. Así que preguntémonos por qué juzgamos. 1.2 Pero antes hay que aclarar que no todos los juicios son iguales. Una cosa es tener clara una opinión sobre lo bueno y lo malo y otra cosa es clasificar a las personas en buenas y malas. Cuando la Biblia nos prohíbe juzgar va más en este segundo sentido, como queda claro en lo que nos enseña Pablo: "cada uno de nosotros tendrá que dar cuenta de sí mismo a Dios", de modo que lo pecaminoso es eso de querer tomar el lugar de Dios. 1.3 Sin embargo, es un hecho que hemos juzgado a muchas personas. ¿Por qué? ¿Qué bien esperamos sacar de ello? Esa es una pregunta que puede orientarnos. Tal vez queremos sentir que el bien está de nuestro lado, y por lo tanto que valen la pena nuestros esfuerzos por ser "buenos". Tal vez queremos alejar de nuestro pensamiento a la gente que sentimos como una "amenaza" para nuestra integridad o nuestros bienes, para nuestra honra o nuestras personas queridas. Tal vez porque nos atraen los bienes deleitables que vemos que cometen los mismos que juzgamos: produciendo una condena "severa" intentamos que no nos seduzcan los pecados que visiblemente disfrutan aquellos que obran a su antojo. Tal vez, en fin, por halagar nuestro ego, ya sea como un ejercicio de caricia a nosotros mismos, o como una exhibición de virtud que esperamos que nos atraiga admiración y amistad de otros. 1.4 Estos motivos para juzgar a las personas no van a desaparecer como por encanto después de oír a san Pablo, pero reconocer cómo y por qué obramos puede hacernos más sensibles a nuestra verdad profunda, que es lugar que Dios ama para revelarnos también su propia verdad. 2. La alegría de la conversión2.1 Mientras que nuestros juicios sólo se sacian cuando el malvado es condenado, el corazón de Dios sólo se sacia cuando el pecador se convierte y vive. Y aquí tenemos una gran señal de la presencia o ausencia de Dios en nuestras palabras y pensamientos: cuando nuestro ánimo sólo hallaría reposo en el castigo del culpable, lo más probable es que nos esté moviendo la conveniencia, la comodidad, el autoengaño, o el demonio. Si, por el contrario, nuestro ánimo suspira pidiendo bendición y luz de gracia para todos, incluyendo desde luego los enemigos, es signo de la proximidad del Espíritu Santo. 2.2 El evangelio relaciona la conversión y la alegría, la cual, por lo demás, es un tema muy querido para san Lucas. 2.3 La alegría, enseña santo Tomás, brota al contacto con el bien. Y el evangelio es la victoria del bien. Sentirse perdonado sentirse restablecido, recuperar los derechos de "oveja" en el rebaño, o de "hijo" en la familia, son experiencias maravillosas que nos devuelven el contacto con un bien que considerábamos irremediablemente perdido. Cristo toma esas experiencias, incluso en cosas tan sencillas como la moneda reencontrada, para contarnos el amor del Padre de los cielos. |
-Fr. Nelson Medina, OP
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