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Era todavía estudiante cuando se le nombró Canónigo de la Catedral de Osma. El Santo vivía en comunidad bajo la Regla de San Agustín.
Cuando Diego de Acevedo fue elegido Obispo de Osma hacia el año 1201, Santo Domingo le sucedió en el cargo de Prior del Capítulo.
El Obispo y Domingo fueron a Roma a pedir a Inocencio III que los enviase a predicar el Evangelio a los cumanos en Rusia. El Papa los exhortó para que consagraran sus esfuerzos a luchar dentro de la cristiandad por desarraigar la herejía.
Domingo y el Obispo pasaron después por Citeaux, a cuyos monjes había encargado el Papa que lucharan contra los albigenses. En Montpellier se reunieron con el Abad de Citeaux y otros dos monjes, Pedro de Castelnau y Raúl de Fontefroide.
El sistema albigense se basaba en el dualismo del bien y del mal. A este último principio, opuesto al bien, pertenecía la materia y todo lo material. Por ende, los albigenses negaban la realidad de la Encarnación y rechazaban los sacramentos.
En 1206, el día de la fiesta de Santa María Magdalena, Domingo fundó en Prouille un Convento con nueve monjas a las que había convertido de la herejía.
Santo Domingo, habiendo predicado ya durante diez años en el Languedoc, portaba hasta entonces el hábito de los Canónigos Regulares de San Agustín y observaba su Regla.
Mas deseaba reavivar el espíritu apóstolico. Para eso, proyectaba fundar un grupo de religiosos, que no serían necesariamente sacerdotes.
No se dedicarían exclusivamente a la contemplación como los monjes, sino que unirían a la contemplación el estudio de las ciencias sagradas y la práctica de los ministerios pastorales.
Pocos meses más tarde, Santo Domingo acompañó al Obispo al Cuarto Concilio de Letrán. Hacia 1215, Inocencio III aprobó el Convento de religiosas en Prouille y verbalmente, la nueva fundación.
Por último, la naciente comunidad y sus constituciones fueron aprobadas por el sucesor de Inocencio III, Honorio III, en el año de 1216.
Gregorio IX, el Cardenal Ugolino, firmó el Decreto de canonización de su amigo, Santo Domingo, en 1234.
Ciudad de México, México (1978) - Hombre honrado, honesto, firme, apoyo para el resto de la familia, fundamentado en los principios católicos, tan amado por los demás, que lo recuerdo por los relatos acerca de él, puesto que sólo compartimos esta tierra durante 8 meses... Frida
Ibague, Colombia (2011) - Dios en su misericordia acoja en su corazón a este hijo que nació hoy a la vida eterna. Intencion de familia Verastegui Rubio.
Moisés habló al pueblo, diciendo: "Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales.
Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra que juró a tus padres -a Abrahán, Isaac y Jacob- que te había de dar, con ciudades grandes y ricas que tú no has construido, casas rebosantes de riquezas que tú nos has llenado, pozos ya excavados que tú no has excavado, viñas y olivares que tú no has plantado, comerás hasta hartarte. Pero, cuidado: no olvides al Señor que te sacó de Egipto, de la esclavitud. Al Señor, tu Dios, temerás, a él sólo servirás, sólo en su nombre jurarás."
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; / Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, / mi fuerza salvadora, mi baluarte. / Invoco al Señor de mi alabanza / y quedo libre de mis enemigos. R.
Viva el Señor, bendita sea mi Roca, / sea ensalzado mi Dios y Salvador: / tú diste gran victoria a tu rey, / tuviste misericordia de tu Ungido. R.
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza. (Salmo 17)
Evangelio
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre, que le dijo de rodillas: "Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y le dan ataques; muchas veces se cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos, y no han sido capaces de curarlo." Jesús contestó: "¡Generación perversa e infiel! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo." Jesús increpó al demonio, y salió; en aquel momento se curó el niño.
Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: "¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?" Les contestó: "Por vuestra poca fe. Os aseguro que si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible."
Dios al pedirnos que le amemos por encima de todo nos pone en la mejor ruta, la cual nos lleva a alcanzar nuestra verdadera plenitud que solamente está en Él. 4 min. 25 seg.
El verdadero propósito de nuestra existencia y el principio rector como sociedad está en amar radicalmente a Dios y en reconocerlo como el único Señor de nuestras vidas. 5 min. 19 seg.
La memoria colectiva es renovar la fe en cada generación, el amor y el pacto con Dios debe ser renovado a diario. Debemos vigilar en la prosperidad para no olvidarnos de Nuestro Señor. 8 min. 34 seg.
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1.1 Amar a Dios es el primer mandamiento. Primero en la lista, pero sobre todo primero en importancia. De él, del amor a Dios, nace la LUZ para comprender todo lo que el Señor quiere de nosotros, y de ese mismo amor brota la FUERZA para realizar ese mismo querer en nuestra vida.
1.2 La primera lectura nos habla del amor. Hoy todo el mundo habla del amor, y "hacer el amor" parece cosa tan frecuente, sencilla y casi trivial, que quienes han "hecho el amor" carecen a menudo de todo sentido de pertenencia mutua o de obligación recíproca.
1.3 Frente a esta banalización del amor, la Escritura nos invita a descubrir el amor ante todo en su fuente. No serán los pantanos del amor trivial ni los lodazales del amor de compraventa los que nos van a ayudar a descubrir qué significa amar.
1.4 En la fuente del amor encontramos a un Dios generoso, santo, puro, cargado de promesas y abundante en vida y verdad. En la fuente del amor nos descubrimos a nosotros mismos capaces de sacrificio, entrega, alegría y de un profundo sentido de vida.
1.5 Frente a un amor que se desgasta en la vaciedad de sus espasmos, hoy la Biblia nos plantea el hermoso desafío del amor sin límites, ese que no teme darse "con todo el corazón y con todas las fuerzas".
2. La fuerza de una fe total
2.1 A mí personalmente no me desanima sino que me reconfortan las escenas del Evangelio en que veo flaquear de alguna manera a los discípulos.
2.2 Eso no me desanima porque me hace entender que también mis flaquezas tienen un lugar en la Biblia. Y en cambio me reconforta, porque me fascina ver cómo en cada caso Dios tiene un modo de abrirnos a su amor, su poder y su bondad... incluso si para llevarnos a ello tiene que regañarnos un poco.
3. ¿Jesús, el impaciente?
3.1 Las expresiones que escuchamos hoy no son frecuentes en labios de Jesús. Casi pueden extrañarnos: "¿Hasta cuándo estaré con esta gente incrédula y perversa? ¿Hasta cuándo tendré que aguantarla?". Y es natural que nos preguntemos: ¿Qué pasó? ¿Se le agotaba la paciencia a Nuestro Señor?
3.2 Creo que a veces imaginamos la paciencia como "no sentir". Una persona paciente y virtuosa debería ser una paciencia que, o no siente, o disimula lo que siente. Sin embargo, esa insensibilidad es más budismo que cristianismo.
3.3 Así como la piel de Jesús se bañó de sangre y su cuerpo soportó durísimo dolor al ser azotado y golpeado, así también su mente y su alma padecían muchísimo por la torpeza, la lentitud y la continua tergiversación que la acechaba de todas partes.
3.4 Ese "¿hasta cuándo?" de Jesús debe hacernos reflexionar. Lejos de reprocharle que expanda su corazón y nos deje saber su amargura, reflexionemos en la verdad de su carne, que por nosotros padeció, y en la verdad de su dolor continuo, que reprocha y corrige nuestra indolencia.
Hermanos: Cuando vine a ustedes a anunciarles el testimonio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre ustedes me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a ustedes débil y temeroso; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo, ni de los príncipes de este mundo que quedan desvanecidos, sino enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido, pues si la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino como está escrito: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman». Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu.
Señor, tú me sondeas y me conoces; / me conoces cuando me siento o me levanto, / de lejos penetras mis pensamientos; / distingues mi camino y mi descanso, / todas mis sendas te son familiares. R.
Tú has creado mis entrañas, / me has tejido en el seno materno. / Te doy gracias, / porque me has escogido portentosamente, / porque son admirables tus obras. R.
Señor, sondéame y conoce mi corazón, / ponme a prueba y conoce mis sentimientos, / mira si mi camino se desvía, / guíame por el camino eterno. R.
(1) La misericordia conecta la mente con el corazón. (2) La misericordia se hace más profunda cuando mira a las necesidades que son menos evidentes, por ejemplo, el hambre de verdad en una vida. (3) La misericordia es factor unificante de nuestro carisma dominicano. 13 min. 40 seg.
Demos gracias a Dios por Santo Domingo y pidamos a él protección y que los Dominicos sean fieles al hermoso carisma de la predicación desde la misericordia. 4 min. 48 seg.
El culmen de la vocación de los predicadores es el mismo que e de los profetas: que el mensajero mismo sea el mensaje, y que ese Mensaje sea Jesucristo. 8 min. 3 seg.
Pidamos al Señor por la Orden de Predicadores para sean llevados por un espíritu de conversión y sigan las huellas de su padre y fundador, Santo Domingo de Guzmán. 5 min. 2 seg.
Santo Domingo vio que cuando las ideas se tuercen se tuercen también el corazón, la vida y la sociedad. Pidamos su intercesión por la Orden Dominicana y por nuestro mundo. 7 min. 0 seg.
Es caridad apartar del error y ayudar a superar la ignorancia, especialmente cuando se trata de aquellas verdades que tocan el sentido de la vida y nuestra propia salvación. 23 min. 52 seg.
Santo Domingo de Guzmán fue un hombre de contrastes: era hombre de estudio y un gran predicador, capaz de estar en soledad y a la vez ser verdadero hermano, permanecer en oración prolongada con tremendo sentido práctico. 6 min. 34 seg.
El espíritu de la unión con la cruz de Nuestro Señor es tan necesario en este tiempo porque quien conoce las victorias en su propia carne no se acongoja fácilmente en las dificultades. 9 min. 58 seg.
1.1 El Beato Jordán de Sajonia predicó así sobre nuestro Fundador.
1.2 Lo que es de mayor esplendor y magnificencia que los milagros, estaba adornado de costumbres tan limpias, dominado por tal ímpetu de fervor divino, que revelaban plenamente en él un vaso de honor y de gracia, un vaso guarnecido de toda suerte de piedras preciosas. Su ecuanimidad era inalterable, a no ser cuando se turbaba por la compasión y la misericordia hacia el prójimo. Y como el corazón alegre alegra el semblante, la hilaridad y la benignidad del suyo trasparentaban la placidez y el equilibrio del hombre interior. Tal constancia mostraba en aquellas cosas que entendía ser del agrado divino, que, una vez deliberada y dada una orden, apenas se conocerá un caso en que la retractase.
1.3 Y como la alegría brillase siempre en su cara, fiel testimonio de su buena conciencia, según se ha dicho, la luz de su semblante, sin embargo, no se proyectada sobre la tierra.
Con ella se atraía fácilmente el afecto de todos; cuantos le miraban quedaban de él prendados. Dondequiera se hallase, fuese de viaje con sus compañeros, en las casas con sus hospederos y sus familiares, entre los magnates, entre los príncipes y los prelados, siempre tenía palabras de edificación y abundaba en ejemplos, con los cuales inclinaba los ánimos de los oyentes al amor de Cristo y al desprecio del mundo. En todas partes, sus palabras y sus obras revelaban al varón evangélico. Durante el día nadie más accesible y afable que él en su trato con los frailes y los acompañantes.
2. Contemplaba...
2.1 Por la noche, nadie tan asiduo a las Vigilias y a la oración. En las Vísperas demoraba el llanto, y en los Maitines, la alegría. Dedicaba el día a los prójimos; la noche, a Dios; sabiendo que en día manda el Señor su misericordia, y en la noche, su cántico. Lloraba abundantemente con mucha frecuencia, siendo las lágrimas su pan día y noche; de día principalmente cuando celebraba la Santa Misa; y de noche, cuando se entregaba más que nadie a sus incansables vigilias.
2.2 Era costumbre tan arraigada en él la de pernoctar en la iglesia, que parece haber tenido muy rara vez lecho fijo para descansar. Pasaba, pues, la noche en oración, perseverando en las vigilias todo el tiempo que podía resistir su frágil cuerpo. Y cuando venía el desfallecimiento y el espíritu cansado reclamaba el sueño, entonces descansaba un poco, reclinando la cabeza delante del altar o en algún otro sitio, o sobre una piedra, como el patriarca Jacob, para volver de nuevo al fervor del espíritu en la oración.
3. ...Y sabía dar de lo contemplado
3.1 Todos los hombres cabían en la inmensa caridad de su corazón y, amándolos a todos, de todos era amado. Consideraba un deber suyo alegrarse con lo que se alegran y llorar con los que lloran, y, llevado de su piedad, se dedicaba al cuidado de los pobres y desgraciados. Otra cosa le hacía también amabilísimo a todos: que, procediendo siempre por la vía de la sencillez, ni en sus palabras ni en sus obras se observaba el menor vestigio de ficción o de doblez.
3.2 Verdadero amigo de la pobreza, usaba siempre vestidos viles. En la comida y en la bebida era templadísimo: rechazaba las viandas delicadas, gustoso se contentaba con un solo plato y usaba del vino aguándolo de tal forma y tenía tal imperio sobre su carne, que atendía a las necesidades corporales sin embotar la sutileza de su espíritu.
3.3 ¿Quién será capaz de imitar en todo la virtud de este hombre? Podemos admirarla, y a su vista considerar la desdicha de nuestros días: poder lo que él pudo, fruto es no ya de su virtud humana, sino de una gracia singular de Dios que podrá reproducir en algún otro esa cumbre acabada de perfección. Mas para tal empresa, ¿quién será idóneo? Imitemos, hermanos, en la medida de nuestras fuerzas, las huellas paternas, dando al mismo tiempo gracias al Redentor, que concedió tal caudillo a sus siervos por él regenerados, y pidamos al Padre de las misericordias que, regidos por aquel espíritu que mueve a los hijos de Dios, caminando por las sendas de nuestros padres, merezcamos llegar sin descarríos a la misma meta de perpetua felicidad y sempiterna bienaventuranza en la que nuestro Padre felizmente ya entró. Amén.